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Claudia Aldana

"Decidí bajar la neurosis por la perfección"

martes, 24 de mayo de 2016

Por Juan Luis Salinas T. Foto: Sergio López I.
Entrevista
El Mercurio

Fue emblema de las solteras con su columna "Treinta y uno" y su personaje Consuelo Aldunate. Luego escribió de su experiencia como madre de una niña con síndrome de Down y ahora, Claudia Aldana presenta su nueva novela -"La ética de las perras"- que escarba en las relaciones de las mujeres: desde la amistad y el trabajo, hasta la relación con los hombres y la competencia entre pares.



El título del libro rondaba en la cabeza de Claudia Aldana (41) desde hace mucho tiempo. No solo le parecía una frase fuerte, también reflejaba un tema del que había comenzado a reflexionar desde hace años: las relaciones -ambivalentes y complejas- que existen entre las mujeres. Quería escribir sobre las dinámicas sociales o los grados de afinidad que se dan entre amigas o conocidas, compañeras de trabajo, apoderadas de colegios o, simplemente, entre cualquier mujer con las otras integrantes de su colectivo. Una novela divertida, pero que destilara honestidad sobre los límites de la solidaridad femenina, la competencia, la sexualidad, la maternidad, el mundo laboral y recogiera los cambios que han experimentado las mujeres. Eso, dice Claudia, es el subtexto de su novela "La ética de las perras".

La idea la aclara en un pasaje del manifiesto con el que empieza el libro:

"Te dijeron que las mujeres son solidarias entre ellas, que no hay nada más lindo que la amistad entre mujeres. Que ellas comparten más, se cuidan, disfrutan reflexionando juntas y van tejiendo la historia oculta de cómo nacen las familias y las instituciones, sin querer ser reconocidas por semejante logro. (....) Ellas, en comunidad, se enseñan lo que la familia y el colegio no dicen, y serán tus hermanas elegidas para siempre, porque las mujeres son así: nacieron para ayudarse unas con otras.

El que te dijo eso era hombre o nunca estudió en un colegio de mujeres.

Donde hay hambre, ganas, hormonas, necesidad y carencia de cualquier tipo, hay una perra. Una mujer despierta. Una que por instinto aprende a atraer el cariño; y a pegar el tarascón necesario cuando hay que defenderse".

-Fuerte la declaración-.

-Pero así son las cosas.
 
Instinto animal

"La ética de las perras" será la primera parte de una trilogía que narra la historia de tres mujeres -Paulina, Valentina, Catalina- que viven situaciones personales que las llevan a cuestionar lo que creen, a sus parejas y a las amigas que las rodean. Tres mujeres, como explica su autora, que han sido muy apaleadas por la vida y que a lo largo de la trilogía explicarán por qué se convirtieron en lo que ahora son.

-¿Y por qué escogió el término "perras"?

-Es que lo tomo por la idea del instinto que poseen las mujeres. Nosotras, al igual que estos animales, nos guiamos por eso. Siento que la palabra "perra" necesita ser reivindicada, en relación a eso, al instinto, que es algo natural en ella. La palabra, es cierto, es fuerte, pero no va por lo sexual o la idea de degradar, sino que habla de mujeres que saben lo que quieren y lo plantean. No digo empoderadas, porque esa palabra me molesta. El instinto del que hablo es más fuerte, como cuando eres madre, porque te basta ver a tus hijos, tomarles el olor, para saber si están enfermos. Además, estás dispuesta a hacer cualquier cosa por un hijo. Eso también es súper animal. Por ejemplo, ahí está, la perrita del incendio en Rodelillo que enterró a sus cachorros para protegerlos del fuego.

-Pero también el término puede demostrar poca solidaridad con sus congéneres.

-Es que no creo mucho en la solidaridad femenina. Suena muy bien y me encantaría que así fuera, pero en base a eso se han inventado un montón de mentiras. Las mujeres pueden ser más crueles entre ellas, cuando hacen bullying no es como el del hombre, son más psicológicas, pesadas, porque sabemos dar donde más duele. Pienso que las amigas deberían ser más honestas y directas.

El libro se presentará oficialmente esta semana bajo la etiqueta de Ediciones Vía X. Es la cuarta publicación de Claudia Aldana. También, quizás, el producto literario más arriesgado y polémico de lo que ha firmado la autora, quien durante una década se convirtió en el emblema de las solteras con su columna "31", en revista Ya. Una sección que cosechó miles de seguidores y que narraba las aventuras de Consuelo Aldunate, una muchacha más ingenua y con cuestionamientos menos complejos que los que mueven a las nuevas protagonistas de Aldana.

-Era una niñita muy buena, cándida y lo único que quería era casarse. Algunos la encontraban liberal y sexual, pero tuvo súper pocos pololos. Nunca le funcionaba nada. Era súper perna. Ahora, catorce años después de ese personaje, doy otra vuelta, existe otra moral entre las mujeres. Santiago ya no es el mismo. Ahora realmente es más sexual todo. Hay tantas herramientas como Tinder, que no se utilizan necesariamente para hacer amigos. Hoy están las cartas sobre la mesa. Pero también hay que reconocer que el modelo de niñita tipo Consuelo Aldunate todavía existe, pero su parada es distinta frente a la vida y se han adecuado a esta sexualidad. Antes eran tres salidas para ver si el tipo te gustaba, era otro ritmo, más de conquista, ahora todo es más instantáneo.
 
La presión de lo perfecto

Claudia Aldana escribió esta nueva novela en tres meses. Dice que es algo que ya le había ocurrido con otros de los textos que ha publicado: las cuatro primeras columnas de "31" las redactó en un par de días y algo similar ocurrió en 2011 con "Mi primer año con Fátima", otra columna que escribió para revista Ya, en la que -sin pseudónimo alguno y con mucha valentía- narraba su día a día con su segunda hija, que nació con síndrome de Down y que luego dio origen a su libro "Downtown".

-Yo soy de escritura bien rápida cuando tengo una idea clara. Este nuevo libro lo escribí desde mi teléfono, desde el iPad. Mientras hacía dormir a mis hijas. Era como una urgencia de contarlo antes de que se me fuera. Fue muy fluido. Además tenía que escribirlo a los 40, no quería llegar a los 41 sin haberlo publicado. Es como una segunda etapa. La Aldunate apareció cuando tenía 26 y estaba soltera. Ahora es otra cosa, fui madre, me separé, he hecho otras cosas y tengo otra mirada.

-Este nuevo libro, además de atrevido, tiene una mirada ácida y recelosa de la vida de las mujeres de hoy.

-Hay algo de eso. Te doy un ejemplo. El día de la madre revisé Facebook y me encontré con muchas (mujeres) subiendo fotos de sus hijos y sus celebraciones, en una competencia por validarse frente al resto. Y eso no me convence, la idea de que las mujeres, bueno en este caso de que las madres tienen que hacer todo bien. En mi caso no pasa eso, me equivoco mucho. Las mamás perfectas no existen, como tampoco las tan malas madres. En la imperfección está la gracia. Todas las minas quieren ser flacas, simpáticas, llenas de amigas, recibir en su casa todos los días a los amigos del marido, etc. Es como si quisieran vivir más para el resto que para ellas.

-Y parece que eso les juega en contra.

-Un doctor me comentaba hace un tiempo que se habían agotado las recetas para los medicamentos con estrellas verdes y había muchas mujeres complicadas con eso, y luego otra niña, a propósito de un día nublado, me comentó que era un buen momento para tomarse un Rize. Cosas como esas son las que están mal. Estamos acostumbrados a que todo se puede adormecer, exacerbar, a la felicidad química y eso tiene relación con las mujeres sobreexigidas. Yo creo que hay que saber equivocarse, errar. A mí me citan porque las niñas llegan tarde, porque una se hace en los pañales. No estoy orgullosa por eso, pero tengo claro que es parte de un proceso, porque soy humana. Yo decidí bajar de esa neurosis por la perfección hace mucho rato. Es muy agradable, pero no todas las mujeres sienten esa libertad. Estamos muy orientados a la gente perfecta.

-¿Cree que el problema está en esa búsqueda de la perfección?

-A mí me preocupa lo normativo que está todo. La gente que no entiende que las revistas tienen que ser visualmente bonita, que no es un catálogo de vida. Está el auge de las chef rubias que hacen todo, ok con ellas, cada uno sigue con su camino, pero creo que hicimos el manso camino para salir de la cocina, para no estar obligadas a ser bonitas, para no tener delantales hermosos. La gracia es poder elegir, no seguir un estándar. Pero la presión es fuerte. Pasa con las compañeras de mis hijas. Las colaciones que llevan son perfectas: no hay galletas compradas de doscientos pesos, solo desayunos naturales. Es mucha la presión por no equivocarse. Llegué dos veces al neurólogo, porque tenía la cara dormida, pero no era nada y me tuvo que decir "calma". Es fuerte que debas llegar a que un médico te lo diga, cuando las primeras señales y el apoyo deberían venir de tus amigas.

-Hablas de feminismo al inicio de tu libro.

-Es que durante años existió la idea de que esas niñitas son las feas, las bigotudas, las que no las pesca nadie. En mi caso, me cuesta decir "soy feminista". Yo creo que el feminismo... no sé si es lograr la igualdad, creo que va por si me quiero quedar en la casa o si quiero salir a la calle. Eso me gusta más del feminismo.

-Lo que rechazas, al parecer, son las etiquetas.

-Es que todo el mundo responde a etiquetas. Lo que le pasa también a las perras. Están llenas de etiquetas, puestas desde afuera, como la del éxito, la de la libertad, eso me pasa con la gente hoy en día. Todo es muy definición de biografía en Twitter: "Copiloto de no sé quien, madre de dos hijos", no puedes definirte así. Las mujeres, son más que eso.

"Me preocupa lo normativo que está todo. La gra-cia está en poder elegir, no seguir un estándar, pero la presión es fuerte".

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