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Psicología

¿Se puede cambiardespués de los 30?

martes, 10 de mayo de 2016

Por Muriel Alarcón. Ilustración Francisco Javier Olea.
Reportaje
El Mercurio

Por mucho tiempo se creyó que la personalidad se consolidaba y no cambiaba después de los 30 años. Hoy diversos estudios lo rebaten. "No debemos confundir la tendencia de no cambiar con la capacidad que tenemos de cambiar".



Existe, algo así, como un acuerdo ampliamente aceptado entre psicólogos al afirmar que la personalidad puede categorizarse en cinco rasgos: La apertura a la experiencia, la extraversión, la agradabilidad, la minuciosidad y el neuroticismo.

Según los expertos estos rasgos son "relativamente estables" después de la edad de 30 años.

-Pero hay posibilidades de cambiarlos. No es que estén grabados en una piedra. Las personas poseen un gran potencial para desarrollar su personalidad y extenderla más allá. No somos víctimas de nuestra biología ni de nuestra biografía -dice Brian Little desde la Universidad de Cambridge. Little es profesor de investigación del Departamento de Psicología de esa universidad y además es autor del libro "Me, myself, and us: The science of personality and the art of well-being" (que podría traducirse como: "Yo, yo mismo y nosotros: La ciencia de la personalidad y el arte del bienestar").

Brian Little junto a varios psicólogos contemporáneos han echado abajo un paradigma que hasta hace poco rigió a la psicología más tradicional. Una idea que aseguraba que la personalidad se establecía -se "fijaba"- cuando se era adulto joven y no se modificaba más. Esta forma de entender y analizar la personalidad se basaba en la "teoría del yeso", descrita a fines de 1800 por el filósofo estadounidense William James, profesor de Psicología en Harvard. Este académico decía en su obra fundamental: "A la edad de los 30 años nuestra personalidad se fija como lo haría el yeso y nunca se ablandará de nuevo". 

En la última década, estudios de distintas universidades del mundo han descrito la personalidad ya no como rígida ni irrefutable. Uno de los pioneros en investigarla fue Paul Costa, profesor adjunto de Psicología Médica del Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Universidad Duke, en Estados Unidos. Costa, considerado uno de los más prestigiosos investigadores en este tema a nivel internacional, es reconocido por sus conocimientos en el modelo de los cinco rasgos de personalidad.

-Los resultados de nuestra investigación indican que los procesos de maduración de la personalidad innatos llegan a su punto final en algún momento a fines de los 30 años y a principios de los 40 en la mayoría de los países. Después de que la personalidad se ha desarrollado o ha llegado a niveles "terminales", los cambios en los niveles de los rasgos de personalidad, por lo general, se logran mediante un esfuerzo consciente para alterar en un sentido positivo o negativo. Esto puede ser mediante una terapia cognitivo-conductual. En la mayoría de los casos, el cambio se produce por una decisión voluntaria.

Según Brent W. Robert, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Illinois, no hay ningún significado real de la importancia de la edad de 30 años como un momento de cambio. Solo representa una de las últimas edades en una larga línea de edades que, según lo que los psicólogos han argumentado, demarcan "madurez". Aunque los cambios más notorios se producen en las edades tempranas, eso no implicaría que en las etapas posteriores la posibilidad de que esto ocurra no exista.

-No debemos confundir "la tendencia" de no cambiar con la "capacidad" que tenemos de cambiar. Por supuesto, es posible que disminuya nuestra motivación de cambiar a medida que envejecemos pero (si queremos cambiar) se necesita una gran cantidad de trabajo, ya sea siendo joven como viejo -comenta Brent W. Robert.

-Aunque no son tan rápidos como antes, hay un montón de evidencia de cambio significativo en la personalidad después de los 20 años, pero no creo que sea porque "cambiar" implique un mayor esfuerzo; simplemente es porque "los cambios" son menos frecuentes -agrega Abigail Stewart, profesora de Psicología y Estudios de la Mujer de la Universidad de Michigan.

Con su investigación Brent W. Roberts ha concluido que los cambios experimentados por los adultos jóvenes son mayoritariamente positivos y guardarían relación con la "madurez emocional".

-Los adultos jóvenes crecen para ser más asertivos, cálidos, responsables y emocionalmente estables. Sin embargo -agrega Roberts- a medida que envejecemos decrece (nuestra capacidad) de tener la "mente abierta", entendida como la (virtud) de ir tras la búsqueda de ideas que contradicen las propias y tolerarlas. Esa es la pérdida más notable que ocurre en el tiempo que hemos encontrado en nuestros estudios.
 
Personalidad vs. carácter

Según los expertos, la personalidad se define por los patrones característicos relativamente estables y distintivos de pensar, de sentir y de actuar. El comportamiento, en cambio, se refiere a la forma que tienen los individuos de actuar.

-La personalidad es (la suma) de los patrones relativamente duraderos y automáticos de pensamientos, sentimientos y conductas que diferencian a una persona de otra. Como se puede ver por la definición, el comportamiento es parte de la imagen, pero no la imagen "completa". Las personas también piensan y sienten de manera distinta y estos, en mi opinión, son aspectos de la personalidad tan importantes como el comportamiento -dice Brent W. Roberts.

Entre los expertos también existe la certeza de que las circunstancias especiales o los eventos específicos impulsarían el "cambio", lo que explicaría por qué, a veces, nos comportamos de maneras contrarias a lo que dictaría nuestro "verdadero yo".

-A menudo nos comportamos de una manera que no es consistente con nuestros rasgos, pero asimismo nos sentimos más auténticos cuando nos comportamos de manera más consistente con lo que dice nuestra tendencia básica. Los introvertidos pueden hacer esfuerzos para participar en actividades de grupos grandes, pero se sienten más cómodos cuando están solos con pocas personas cercanas -agrega Antonio Terracciano, profesor asociado de Geriatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Florida.

-Sucede, en parte, porque queremos seguir con éxito el proyecto personal (de vida) que nos importa -dice el profesor de Psicología de la Universidad de Cambridge, Brian Little-. Yo, por ejemplo, soy un biogénico introvertido, pero me encanta ser profesor, lo que me implica adoptar un estilo más extravertido cuando soy docente. Yo no soy raro. Muchos actuamos fuera de carácter para avanzar en proyectos centrales en nuestras vidas. Por ejemplo, una madre altamente agradable puede actuar de manera desagradable si está tratando de conseguir un servicio médico urgente para su hijo y tiene que empujar contra una burocracia, que no es, en absoluto, sensible (a su circunstancia).

Antonio Terracciano ha estudiado cómo los rasgos genéticos y los factores psicológicos contribuyen a la salud física y mental durante toda la vida, usando metodologías longitudinales y transculturales.

-Las personas cambian durante toda su vida -dice de sus hallazgos Terracciano -pero cuando se las estudia a través del tiempo se observa, a menudo, que los jóvenes cambian mucho más que los mayores de 30 años. No se sabe muy bien por qué pero probablemente sea porque gran parte de la variabilidad en las primeras décadas de la vida se deba al desarrollo del cerebro, al aprendizaje y al proceso de auto-descubrimiento. Llegar a la "madurez cerebral" podría ser un factor en el nivel de cambio en la personalidad.
 
Vidas cambiantes

Entre los investigadores no hay consenso sobre cuánto de nuestra personalidad es genético y cuánto es aprendido. Algunos hablan de 50 y 50 y otros se inclinan porque la genética determinaría entre el 20 y el 40, lo que significaría que la mayor parte de nuestra personalidad se desarrollaría a través de la experiencia.

Un estudio publicado hace unos días en la revista científica Nature Genetics -encabezado por el Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (Creal), del centro aliado de ISGlobal, en España- identificó variantes genéticas asociadas con el bienestar, los síntomas depresivos y la neurosis, y determinó que el ambiente era tan importante o más que la genética en los rasgos psicológicos. Lo ha observado en sus investigaciones la profesora de Psicología y Estudios de la Mujer de la Universidad de Michigan Abigail Stewart.

-Existe considerable evidencia de que los cambios en la economía, el ambiente político, la guerra y el terrorismo tienen grandes efectos sobre las personas, dependiendo de la naturaleza del cambio y la relación que tenga el individuo con este. Además, las personas responden a cosas que les son más próximas: la muerte de un familiar, los cambios resultantes en las responsabilidades, los cambios en el lugar de trabajo en términos del tipo de labor, el jefe o el supervisor en particular, la estructura organizativa. La gente cambia debido a los cambios externos tanto como cambia a causa de su proceso de desarrollo interno. Esos cambios externos son muy variados entre los individuos y dentro de toda la vida -dice Abigail Stewart.

Lo mostró también un estudio publicado en U.S. National Library of Medicine en 2009 en el que participó el profesor Antonio Terracciano. La investigación examinó el cambio de personalidad que experimentaba una muestra de individuos de Baltimore, en Estados Unidos, en respuesta a acontecimientos de vida extremadamente adversos.

Antonio Terracciano, profesor asociado de Geriatría de la Universidad Estatal de Florida , dice:

-(De acuerdo a nuestro estudio) las personas que experimentaron acontecimientos dramáticos en la vida como la pérdida de un miembro cercano de la familia o un amigo; el haber atestiguado un accidente; el haberse enfrentado a un evento de salud potencialmente mortal de sí mismos o de otros; el experimentar o ser testigo de un delito; el ser afectado por un episodio climático extremo llegaron a ser más propensas a experimentar el afecto negativo (neuroticismo), especialmente la ira y la frustración, la hostilidad y el enojo. Al mismo tiempo, se volvieron menos propensas a cooperar y a distender situaciones de conflicto interpersonal. *

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