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Habla Natalia, la nieta de José Donoso:

"Toda mi vida he sido la fuerte, pero he sufrido mucho"

martes, 19 de abril de 2016

por María Cristina Jurado, Desde Puerto Varas. Fotografías: Cristián Duarte.
Entrevista
El Mercurio

A 20 años de la muerte de su abuelo José Donoso y a casi cinco de la de su madre, Natalia Donoso inaugura nueva vida. En Puerto Varas, con nuevo hijo y un proyecto literario, aplaude el libro sobre los diarios de su abuelo que pronto lanzará la decana de Comunicación y Letras de la UDP, Cecilia García Huidobro. Sobre su madre, Natalia dice: "La verdad es que a mí lo que no me sana es la pena de no tenerla".



-A mi mamá le encantaba decir que ella se había casado con su primo,porque quería darnos a nosotros la sangre de su papá, que ella no tenía. Según yo, es un discurso que elaboró después: se enamoró nomás. Pero, para ella, era la novela de su vida... En el fondo, para que fuéramos familia: eso la vinculaba sanguíneamente con mis abuelos. Ahora, eso siempre es complicado. Resultó que después se separó y su ex suegra era su tía.

-¿Usted cree que la escritura de José Donoso reflejaba a esta familia complicada?

-Sí. De hecho, mis dos abuelos paternos son hermanos. José Donoso era hermano de Pablo Donoso. Yo soy Donoso Donoso. El matrimonio de mi mamá duró veinte años y fue bastante bueno. Yo tenía muchas cosas en una bodega en Santiago. Y ahora que tengo una casa más grande me las traje, eran papeles de mi mamá, todos los papeles de 'Correr el tupido velo', y un montón de fotos. Yo miro las fotos... eran felices. Yo los veía y tenían un súper buen matrimonio. Se adoraban. Lo que pasa es que uno tiende a quedarse con lo último... Y yo era más chica, y a veces era difícil tener una visión.

En el condominio Las Encinas, camino a Ensenada, a diez minutos de Puerto Varas, la casa de dos pisos de Natalia Donoso es la cuarta antes del lago. Está incrustada entre hortensias de todos colores -le encantan-, y con mucho verde. Aquí se siente acogida y ha hecho amigos. Desde que llegó, en enero pasado, con su marido, el ingeniero civil industrial Ricardo Gálvez, y sus hijos Santiago, de cinco años, y Lucas, de dos, ha tenido que lidiar con instalaciones, embarques de muebles, colegios, jardines infantiles. La tarea la absorbe 24 horas: a sus casi 29 años -los cumple este 22 de mayo- su familia es su gran proyecto de vida. Un proyecto que esta socióloga ve como la herencia y el legado de su madre, Pilar Donoso, la hija del escritor, quien se suicidó el 15 de noviembre de 2011.

Han pasado casi cinco años de la noche en que ella misma la encontró. Y Natalia Donoso, la hermana mayor de Clara, 23, y Felipe, 17 -los niños que Pilar tuvo con su primo Cristóbal-, no ha vivido ni un solo día sin recordar a su mamá. La lleva en la mente, en los ojos y en su corazón, dice. En 2011, entonces solo con 24 años, Natalia tuvo la madurez para rescatar lo positivo de su muerte.

-La verdad es que a mí lo que no me sana es la pena de no tenerla. (...) Yo adoraba a mi mamá, pero no quiero nunca que mis niños tengan que vivir lo que yo viví. Esto mismo de la pena por mi luto, lo tomé, dentro de lo terrible, lo mejor que pude porque o si no me podría haber tirado abajo. Y ya tenía un niño. A lo mejor, si no hubiera tenido a Santiago, me hubiese metido a la cama y no me hubiese levantado más.

A nivel íntimo, se convirtió en una mujer más de familia. El dolor la transformó:

-No solo con mis niños, con mi papá y mis hermanos nos unimos mucho más. Vivimos este dolor en familia, no fue cada uno sufriendo su pena.

Frente al suicidio de su madre sintió de golpe que la vida es efímera y la alegría, elusiva. "Es como que hay que aprovechar el tiempo. Porque lo que te puede pasar es que, de un día para otro, llegas y ya tu mamá no está. Ya no está. Quizás mañana no va a estar tu hermano".

Hoy dice que aprendió a juzgar menos.

-Me pasaba mucho que yo era... a mi mamá le exigía mucho. Cuando ella estaba deprimida, yo la juzgaba. Y le exigía, le exigía. Pero en realidad, uno no sabe hasta qué punto puede llegar el otro nomás. No todos somos iguales. Es como la pena, que no la puedes comparar porque cada uno la vive de manera distinta.

-¿Ha sacado alguna enseñanza de sus dolores?

-Yo de chica, como decía mi mamá, le copiaba todo. Entonces, en algún momento, yo también tuve mis depresiones. Tuve que tomar antidepresivos y estar con psiquiatra. La primera vez fue a los 14 años, y tuve otro episodio depresivo cuando mis papás se separaron, en 2006. Entonces, ahora que tengo familia, estoy siempre protegiéndome de no retomar eso. (...) Yo toda la vida he tenido un psiquiatra que es del mismo equipo del psiquiatra de mi mamá. Nosotros toda la vida nos movimos con el equipo, porque cuando mi mamá no estaba bien había que tener ciertos cuidados.

-¿Está bajo supervisión?

-No. No me veo en la necesidad de una terapia. Sí aprendí a resguardarme de situaciones que me pueden provocar un bajón.

Natalia Donoso se casó con el padre de sus hijos, en marzo de 2012, cuatro meses después de la muerte de su madre. Un matrimonio que estaba en plena preparación cuando sucedió lo del suicidio. Tanto, que Natalia envió los partes según la lista que, antes de morir, Pilar le hizo. Ya tenía a Santiago y en 2014 tuvo a Lucas, el niño que su mamá no alcanzó a conocer. Hace esfuerzos por consolarse:

-Yo, como todo el mundo que sufre una pérdida, tengo días. Y le digo a Richie, mi marido, 'te juro que siento que fue ayer'. Y han pasado cinco años, tengo un hijo que no conoció. Creo que ya he empezado a aceptarlo, ya lo entiendo de otra manera. Aunque me duele igual como me dolía ese día... ese día tenía rabia. Ahora lo acepto. Incluso considero que si no hubiera pasado, mi vida sería un infierno. O la de ella.

-¿Por qué?

-Porque ella estaba muy deprimida. En el fondo, vivir así... de hecho, no era lo que ella quería. A veces pienso que todos están mejor. Eso no me quita que la extrañe demasiado. Yo y ella éramos muy partners, muy amigas, eso tenía sus beneficios y sus desventajas. Peleábamos como amigas y era del terror. Pero nos llevábamos bien. Cuando estábamos bien, nos sentábamos en la cocina, nos fumábamos una cajetilla cada una, con café, copuchando y pelando a todo el mundo, muertas de la risa. Nos reíamos hasta de mi papá. Era como una amiga. Pero siento que es muy egoísta eso de querer traerla, querer traerla, querer traerla. Si al final, no era lo que ella quería.

"Sentía que me tenían lástima"

Siente emociones encontradas cuando recuerda que fue ella quien le organizó el último cumpleaños a su madre, en 2011, y quien desarmó la casa donde la hija del Premio Nacional de Literatura vivía y murió, en Bilbao, frente a la Plaza de la Alcaldesa.

-Fue atroz. Fue triste. (....) Ella estaba en Bilbao, frente a la plaza, en un departamento chiquitito. El suyo de Cuarto Centenario era muy grande y lo vendió. Y se fue a este, arrendado. Y había que devolverlo.

En esa época, el papá de Natalia estaba trabajando como gerente de negocios en la Zofri de Iquique, y sus hermanos menores tenían 18 y 12 años, respectivamente. Fue por eso que la tarea de vaciar el departamento de su madre recayó enteramente en ella. La ayudó su marido. Lo recuerda como una confusa pesadilla, entre el dolor y el desconcierto.

-Con mi marido partimos un día a las once de la noche. Más encima habíamos sacado ya los focos, entonces estuvimos con linterna sacando y cargando lo último. ¡Una angustia estar ahí de noche y sin luz! Saqué todo de una vez, dejé la llave en conserjería y nunca más.

Se angustia con el recuerdo. "Lo peor fue la ropa. Atroz. Es lo típico, ya lo había escuchado en otra gente. (...) Fue difícil porque tenía su olor, fue lo más duro. La doné, en gran parte, a un hogar de jóvenes embarazadas que dan sus hijos en adopción, el Hogar San José. Doné todo. Los muebles me los quedé, como esta mesa. No todos, pero tengo varias cosas".

Lo demás lo llevó a la casa que la familia tiene en Cachagua, construida por sus padres, Pilar y Cristóbal Donoso. Eran las cosas de su mamá y quieren preservarlas. Su hermana Clara se ha llevado ya algunos muebles y, dice Natalia, algún día Felipe puede querer algo. "Es que a ella le gustaba tanto la decoración, su vida la dedicó a elegir cosas lindas. Un par las vendimos, pero era porque ella ya las tenía comprometidas a gente que conozco y le tengo cariño. Todavía la casa de Cachagua es como una bodega".

-¿Cómo recuerda esos días?

-Yo estaba en un proceso... sentía que todo el mundo me tenía un poco de lástima.

-¿Le daba tristeza, rabia?

-Me daba de todo. No pena, me hería el orgullo. Toda mi vida he sido la fuerte... y obvio que estaba sufriendo mucho. He sufrido mucho. Pero tampoco quería que la gente cambiara su forma de ser conmigo.

Sintió mucho tiempo su orgullo herido.

-A Richie, mi marido, le encanta decir que yo soy nieta de José Donoso. Entonces, a veces estamos en una fiesta y la gente empieza a darse cuenta de a poco que yo soy la hija de la hija. Y al tiro es como 'Ah'. Y cuando me preguntan cómo se murió mi mamá, yo lo digo nomás. Para mí es como si hubiera tenido cáncer. Lo digo y la gente no sabe qué decir. Obvio que me da pena y es duro, pero no sé si me daría más o menos pena porque se murió de cáncer o la atropellaron cruzando una calle.

-Su madre, Pilar, cumplió su voluntad. ¿No es un consuelo?

-Absolutamente. Tengo una muy amiga a quien se le murió el papá, debe llevar diez años muerto. Me acuerdo perfecto que, en el funeral, ella me abrazó y yo le dije: 'No sé cómo voy a vivir con esto, no sé cuándo se me va a pasar la pena'. Y me dijo: 'No se te va a pasar nunca. Pero vas a vivir con eso'.

Natalia recuerda a su madre, adoptada en España por sus padres chilenos en 1967. Para ella, la hija única de José Donoso y María Pilar Serrano fue siempre la mejor de las mamás.

-La verdad es que ella fue muy buena mamá. Ya más grande, tuvimos conflictos de adultos, pero como mamá de un niño, era un siete. Era súper leona, nos protegía ene. Yo fui hija del rigor, mis hermanos no. Porque mi mamá era del terror, y mi papá, blandito. Ella lograba un equilibrio súper bueno: me tenía a raya, pero nunca me sentí poco querida. Hay niños que los papás están ahí, pero se sienten solos, yo no. Era una mezcla perfecta de disciplina y cariño.

Natalia dice que a sus hermanos les tocó más fácil y que ya, con el menor, la cosa se relajó: "Vieras a mi hermano chico. Entre que mis papás se separaron y mi mamá murió, mi hermano es el antihijo del rigor. Es surfista, es hippie, no está ni ahí".

Natalia recuerda que en 2009, cuando se publicó "Correr el tupido velo", ella quedó embarazada de su primer hijo. Llevaba poco tiempo con quien es hoy su marido y padre de Santiago.

-Casi me muero cuando tuve a mi primer hijo, no lo estaba esperando ni planeaba algo así... (Mi mamá) me dijo que yo estaba tratando de seguir sus pasos. Ella se embarazó de mí, pero llevaba muuuucho tiempo con mi papá. Me dijo que yo la imitaba en todo y que tenía que aprender a diferenciar qué era lo bueno y qué era lo malo.

Como un trabajo de relojería fina define hoy la tarea a la que se concentró su mamá para escribir el libro "Correr el tupido velo" y desentrañar los secretos de su familia.

-No solo en lo emocional, sino en lo práctico: un trabajo de chino. Le llegaban estos microfilmes, tenía que imprimirlos, los leía con lupa... Se pasaba horas leyendo con lupa.

Natalia dice que sus padres tenían un buen matrimonio, pero que desde que sus abuelos murieron ella se deprimió. Después empezó a escribir el libro y hubo muchos conflictos.

-Yo creo que nunca pudo reponerse (de la muerte de mis abuelos). Partiendo porque era muy jovencita, como yo. Yo me muero si en tres años más se me muere mi papá. Uno murió en diciembre, el otro en febrero. En el fondo, ella se sintió siempre muy sola: todo este cuento de la adopción siempre le pesó. Por eso, cuando mis abuelos murieron, sintió que se le escapaba su segunda oportunidad de una familia, de ser hija de alguien.

-Usted ha tomado ahora el rol de jefa de familia frente a sus hermanos.

-Sí, también es algo que se da natural. Soy la mayor y tengo mi vida, tengo mi familia, mi casa. Obviamente, ven en mí a un adulto. Pero yo con mi hermana, me siento una igual.

Cuando su padre, Cristóbal Donoso, se fue a trabajar a Iquique con la que hoy es su segunda mujer, el pequeño Felipe partió con él. Clara, la hija del medio, se fue con su madre. Hoy vive sola en un departamento en Providencia. Dice Natalia:

-Mi hermana se fue con mi mamá pero, en eso, ella murió. La Clara es mi regalona, la extraño harto: en dos meses ya ha venido dos veces. Es súper independiente, está llena de proyectos. Estudia Diseño en la UDP y hace trapecio como hobby. A ella le gustaría dedicar su vida al circo, no como trapecista, sino como diseñadora. Toma clases de trapecio, de cama elástica; entrena diez veces a la semana, una locura. Y sola no está, a ella le encanta su vida.

Natalia Donoso es creyente, pero no observante. Cree que hoy su madre está con Dios.

-Yo creo que sí. Ella era muy creyente, pero no de misa tampoco. Era muy de leer el libro de los santos, yo me reía mucho de ella. Tenía como un altarcito y prendía sus velas, yo me burlaba. Un altarcito con unas velitas, una foto de mis abuelos y una crucecita. (...) Sobre todo en los últimos cinco años, fue muy de fe. Tengo una tía, la hermana mayor de mi papá, Pascuala. Ella era muy cercana a mi mamá. (...) La llevó donde una santita, la Chelita. Era una especie de monjita, una mujer muy católica, muy austera, como profética. Hablaban de la fe, los santos. Ella llegaba livianita a la casa después de conversar con la Chelita.

"Haber escrito ese libro la hace ser ella"

A Natalia no le pesa el apellido Donoso. Dice que entre sus pares etarios a nadie le importa que ella sea la nieta de un escritor clave en la literatura chilena.

-De mi papá para arriba, todos saben quién es. La gente de mi edad sí, a lo mejor conoce a José Donoso. Pero no tienen idea de que hubo todo este show de si era o no homosexual, o de que mi mamá fue adoptada. Entonces, es como si yo fuera Juanita Pérez. Tengo un abuelo que es escritor y ya, listo. No pasa de eso.

Desde la muerte de su madre, y como heredera, tuvo que asumir el tema de los derechos de la obra literaria de su abuelo José.

-Lo que más me costó fue asumir todo este mundo de los derechos, de cómo manejarlos, entender cómo funcionaban. Quedé, al menos para la agencia de Carmen Balcells, como la albacea de los derechos. Obviamente, todo lo que llega es para los tres. Es bueno, pero es raro. Que te llegue plata por la que no has hecho nada más que decir 'Ya, firmo'. Me parece legítimo, pero no me parece que lo merezca. Ahora, tampoco voy a rechazarlo, pero es extraño. Como un mérito que no es propio. Pero lo de la plata como que viene pegado, porque yo soy muy pro a la difusión de su obra. Siempre que me piden permisos los doy. Nunca he dicho que no, jamás. Y cuando me piden sin pagarme, también. Sobre todo las tesis universitarias. Es lo que me interesa: si digo que no, soy yo la que pierde.

Debió apelar a su humildad para aprender sobre los derechos. En varias horas al teléfono, Karina Pons, de la agencia Balcells, le explicó. Andrea Viu de Alfaguara también ayudó.

-Una vez al año me mandan un mamotreto así, con el detalle de lo que se vendió, lo que no se vendió, en qué país. Yo lo perforo y lo guardo.

Natalia dice que en el mundo de los derechos literarios hay mucha gente que conocía a su madre y a su abuelo. "Gente que les tenía cariño. Y siempre he sentido su cariño de vuelta. Me acuerdo cuando recién recibí los derechos, cómo me reía con la Andrea Viu. Le mandé un correo donde le decía: 'Mira, te vai a reír a muerte de mí, pero no me he leído ni un libro de mi abuelo. Por favor, mándame'. Eso fue hace cinco años".

-¿Y los leyó?

-Me encanta leer, pero debo reconocer que no es mi tipo de literatura. Lo encuentro un poco oscuro, como demasiado denso. Todo con unos pasadizos... yo soy más de lectura rápida.

-¿A quién lee con pasión?

-¡Me encanta García Márquez! Lo encuentro entretenido, esa ficción que tiene él. Me gusta, se me da rápido. Lo puedo leer en un fin de semana. Y leo mucho de mi carrera. De hecho, dejé de leer bastante cuando entré a estudiar y, para qué decir, cuando tuve hijos.

-¿Se reconcilió con la escritura de su abuelo?

-Ahora que estoy terminando "Casa de Campo", sí. Me encantó. Esa es mucho más como te digo, con esa onda más mágica, no tan real.

Natalia tiene recuerdos vívidos de Pepe Donoso y María Pilar Serrano, aunque murieron cuando ella tenía nueve años. Mientras habla, dice, está viendo la casa de Galvarino Gallardo en esas tardes de juegos de carioca y esas noches donde ella dormía en el larguero que dividía las camas de ambos. "Mi tata siempre hacía trampa, siempre, siempre, siempre. Y con mi abuela nos matábamos de la risa, se querían mucho". Y dice que, como con las obras de su abuelo, tampoco pudo terminar "Correr el tupido velo", el libro de su madre basado en la última mitad de los diarios de José Donoso.

-Iba en la mitad cuando ella murió, y todavía no lo termino. Me da susto. Yo tenía una relación tan cercana con mi mamá, que mientras lo leo, sé perfecto qué le estaba pasando mientras lo escribía y me da pena.

Natalia cree que a su madre la experiencia de la escritura le hizo daño, pero le era muy necesaria. "Ella tenía ese fantasma de indagar en su vida, en su familia. (...) Se ganó el Altazor y no lo podía creer. (...) Nunca pensó que ese libro causara tanta sensación y creo que eso la hizo sentirse vinculada a mi abuelo. Haber escrito un libro, que le haya ido tan bien".

-Ese libro reveló cosas íntimas sobre su abuelo, como su homosexualidad.

-Claro, pero eso era algo que ella sabía. Lamentablemente, al menos en este país, la gente interesada en la literatura es poca. Y la gente interesada en el morbo de esa noticia, es mucha.

-¿Lo resintieron como familia?

-Sí, sí. Cuando murió mi mamá también. Hubo un morbo muy desagradable. Yo lo entiendo: es un hecho. Pero cuando empiezan, sobre todo ahora con las redes sociales... le tiran y le tiran balas a tu familia. ¡Puchas, es mi abuelo!

-La homosexualidad es mucho más aceptada hoy que en el pasado.

-Sí, claro. Pero distinto es el homosexual que está casado, que tiene hijos y es una figura pública.

-¿Usted sintió el peso de esta revelación?

-A mí me da lo mismo si era homosexual o no. Yo viví una vida muy ajena a eso, lo vi con mi abuela, felices siempre. A mí me dolía cómo mi mamá sufría con eso: no debe ser fácil ser la hija de un homosexual.

-Está a punto de salir "José Donoso in Progress", de Cecilia García Huidobro, basado en la primera parte de sus diarios. ¿Piensa usted en su abuelo?

-Sí, pero pienso en él como una niña. Mi sentimiento hacia él es el de una niña de ocho años. Nunca maduró.

-Su abuelo y su madre tuvieron talento para escribir. ¿Usted lo ha pensado?

-Hay un material de mi mamá. Son como cuentos cortos sobre gente deprimida, medio loca; recopilaciones que ella hizo en su estadía en la clínica psiquiátrica. Entrevistó a otros pacientes y llegaba la noche y anotaba todo. Su proyecto era hacer un libro de cuentos y meterle ficción.

Tal vez Natalia retome el proyecto inconcluso de su madre. Le gustaría, dice, pero siente que la vara es muy alta. "Me tengo poca fe literaria. Siento que si hiciera algo, me compararían con ellos y no sé si estaría a la altura". También ha pensado partir por algo más liviano, como trabajar con la correspondencia de su abuelo. Lo está pensando.

-¿Y un libro sobre su mamá?

-No. Mi mamá es para mí. Obviando su libro, ser hija de José Donoso y la forma en que murió, mi mamá es una mamá como cualquier otra. Me preparaba la colación, me obligaba a hacer las tareas, me lavaba los dientes y me cortaba las uñas.

Otro plan, aunque un poco más lejano, es armar una Fundación José Donoso. "Pero no sabría cómo empezar. Sí tengo la idea. Podría ser un bonito proyecto".

-A cinco años de la muerte de su madre, ¿hubiera preferido que ella nunca hubiera escrito su libro?

-No sé. Creo que haber escrito ese libro la hace ser ella. Era algo que siempre quiso hacer. Y a lo mejor, si no lo hubiera escrito, tendría que hacerlo yo. Era algo pendiente de ella, y yo no lo hubiese hecho. Me muero.

Sobre pilar: "nos fumábamos una cajetilla cada una, copuchando y pelando a todo el mundo, muertas de la risa".

 Sobre los derechos de autor: "Es raro. Que te llegue plata por la que no has hecho nada más que decir 'Ya, firmo".

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