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"Buenas noches, mamá" Algo no es lo que parece

viernes, 01 de abril de 2016

Antonio Martínez
Estrenos
El Mercurio




En el inicio, unas viejas imágenes de la familia Von Trapp, que no son de "La novicia rebelde", sino de una película alemana de los años 50.

La secuencia demuestra lo que "Buenas noches, mamá" no es ni será.

Debe ser ironía o humor austríaco, algo que parece no existir. Ni en esta película ni el cine de Michael Haneke y tampoco en "Funny games" (1997), que también transcurre en una casa pegada a un lago.

La de ahora es moderna y elegante, pero solitaria. Se levanta sobre un vasto terreno, es gente con dinero y una familia breve: una madre (Susanne Wuest) y sus gemelos Lukas y Elías (Lukas y Elias Schwarz), que pasan un tiempo de verano y ocio.

La película funde los planos en negro, más de una vez, como si esa oscuridad y color tuvieran el dominio y marcaran la atmósfera.

Son dos niños en torno a los 10 años que recorren un lugar que parece tener secretos.

La película encuadra a los gemelos en las afueras o en el interior de la casa y deja abierto, por los costados, algo que puede ocurrir, porque el cine de terror, desde luego el estadounidense, avanza con sustos súbitos y miedos repentinos.

En esta película austríaca no son necesarios los golpes de efecto, porque lo más temible es lo que provoca mayor afecto y confianza. Está en la casa, el esposo no existe, ella duerme sola y quiere que bajen las cortinas y el ruido sea mínimo, porque está en proceso de recuperación de una cirugía estética, una operación que cruzó su rostro. Y por eso utiliza un enorme vendaje que le cubre por completo la cara y una parte de la cabeza, solo quedan libre su boca y ojos. Es la madre de los gemelos, eso parece y debería ser ella.

La mujer se mira al espejo, prefiere estar sola y busca en su reflejo una explicación.

Los gemelos no necesitan reflejo, porque son idénticos y siempre están juntos.

Lukas y Elías, con el paso de los días, primero sospechan y luego dudan y así se construye la primera mitad de "Buenas noches, mamá".

Esa mujer quizás no es su madre.

En la segunda mitad las certezas iniciales se destruyen, los puntos cardinales se vuelcan y también las amenazas.

La película mantiene la limpieza y la higiene de un laboratorio. Hay líquidos que conservan los cuerpos. Recipientes de vidrio con decenas de insectos, todos parecidos: gordos, reptan y podrían volar. Hay tijeras filosas, lupas, pegamento instantáneo, vendas blancas, cruz roja.

La historia se retuerce sobre sí misma y se convierte en algo distinto y terrible, porque ahora va a encuadrar de manera cruel e inesperada unas sesiones de dolor, tormento y aullido.

Es verdad que hay alguna pista falsa y hasta tramposa. La peor es la secuencia de la mujer por el bosque, que culmina con un efecto visual sorprendente e inconducente. Y quizás el final merecía otra vuelta y mayor precisión, pero todo se le puede perdonar a "Buenas noches, mamá".

Los que no perdonan son los hijos; y las madres, a veces. "Ich seh, ich seh". Austria, 2014. Directores: Severin Fiala y Veronika Franz. Con: Lukas Schwarz, Elias Schwarz, Susanne Wuest. 99 minutos. Mayores de 18 años.

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