Loza policromada talagantina: La salvaguardia de un arte y oficio
domingo, 27 de marzo de 2016
IÑIGO DÍAZ
Cultura
El Mercurio
Seis generaciones de artesanas han traspasado el conocimiento entre mujeres de una misma familia, pero hoy el oficio se está ampliando a través de talleres y otras iniciativas.
A la entrada de la ciudad, un letrero con la leyenda "Talagante, tierra de la loza policromada" da la bienvenida a esa localidad en la ruta entre Santiago y el puerto de San Antonio. Es cierto, allí se fabrica hoy esta artesanía, pero también puede confundir al visitante: solo una familia de antiguas talagantinas ha conservado la tradición. "A veces la gente viene, no nos encuentra y se van. Aquí no todos saben que existen las loceras. En Talagante, la loza policromada no es como la greda de Pomaire, un pueblo entero dedicado a esa artesanía", dice Teresa Olmedo Díaz, una de las depositarias de este conocimiento transferido a través de seis generaciones de mujeres en su familia. Su origen se remonta al siglo XIX en el convento de las antiguas Monjas Clarisas en la capital. En su taller en el barrio Villa los Aromos, Teresa (53) y su hermana Marisol Olmedo Díaz (55) trabajan en la manufactura de estas coloridas piezas figurativas, nunca utilitarias, que representan escenas costumbristas de la vida colonial o republicana, con personajes del mundo criollo: los huasos, el motero, el cochayuyero, la hornera y la costurera, la campesina que toma mate y el organillero. También está su prima María Olga Espinoza Díaz, la "Chiruca" (63), distinguida con el Sello de Excelencia de la Unesco, por piezas como su pareja de chinchineros. Según los especialistas, realizó una innovación al incorporar a la tradicional escena del Cuasimodo -con caballos, jinetes y la carretela- un cuasimodista en bicicleta. Su madre y su tía, maestras predecesoras del arte y oficio, no aprobaron la "modernización". Expansión del arte "En esta familia hubo maestras de generaciones anteriores como las hermanas María Luisa y Olga Díaz Jorquera. Ahora la 'Chiruca' ha contribuido a ampliar el conocimiento a través de los talleres que realizamos con el Consejo de la Cultura. La gente se acercó a descubrir este oficio", cuenta Manuel Vergara, director ejecutivo de la Corporación Cultural de Talagante, que ha emprendido la tarea de poner esta artesanía como identitaria de la ciudad. Una decena de alumnas realizaron ese taller en 2011. Fueron certificadas y formaron el grupo Huellas de Greda. Marta Contreras es una de ellas: "Aunque ha habido cierto hermetismo en la familia de artesanas, nosotros las reconocemos como fundamentales en la continuación de la loza policromada como patrimonio". "Usamos nuestra propia paleta de colores y proponemos otras temáticas: una carretela con un huaso con chaleco y sin manta, una señora haciendo humitas, una palomita de Curacaví, unos huasos ordenando tomates. Es lo que nosotras veíamos de niñas aquí", agrega Contreras. "Esta loza no se tornea sino que se esculpe. Compramos la greda en Pomaire y la preparamos. La cocción es artesanal, en tambores de fierro tapamos de leña. Cuando están rojas están listas. No sabemos nada de grados Celsius. Es al ojo, siempre lo ha sido", dice Teresa Olmedo, que luego baña las piezas en agua de cola para iniciar el pintado a mano. Parte de esas figuras se pueden ver en el Museo Loza Policromada de Talagante, que desde 2013 la corporación cultural mantiene activo. Además se han gestionado muestras en el Centro Cultural Palacio La Moneda, y en el Museo Mapa, en el GAM. Incluso se han exhibido en Tokio. "Lo que ahora viene es conseguir el sello de origen con el Ministerio de Economía", señala Manuel Vergara. "Eso significará respetar los procesos de la artesanía para mantener la tradición de la loza policromada", agrega. Así, el letrero que desde hace cinco años recibe a los visitantes en la tierra de las loceras sería inconfundible.
