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El Almendral

EL LADO ESCALABLE DEL VALLE DE ELQUI

domingo, 27 de marzo de 2016

POR Ana Callejas.
El explorador aficionado
El Mercurio

Este es uno de los sitios más novedosos de la Región de Coquimbo para la escalada: un espacio que, gracias al boca a boca, se ha hecho fama como uno de los mejores rincones para practicar esta disciplina en la zona.



Coquimbo y La Serena tienen una creciente escena en torno a la escalada. Emilio Sierra, uno de los pioneros en la región, dice que ha visto cómo esta actividad lentamente se ha ido profesionalizando y expandiendo gracias a la aparición de clubes locales y, sobre todo, a la revalorización del valle del Elqui como una nueva "frontera" para esta disciplina, llena de quebradas y muros por explorar. Y en esa movida, El Almendral es uno de los hitos clave.

Sierra es español, llegó de Barcelona a Chile hace casi veinte años y fue el primero en abrir rutas en este murallón en 2011: dos de las seis que ahora se pueden subir aquí tienen su "firma". Y hay otras tres que están en proyecto, porque no han podido ser equipadas aún con chapas de enganche, ni tienen ascensos completados.

De todas formas, las rutas que hay son opciones atractivas. Se llaman Mambo y Cha Cha Chá, y son recomendables para aficionados a la escalada de nivel medio en adelante (aunque la segunda es más sencilla, dice).

Para llegar al punto exacto de El Almendral, primero hay que detenerse en el kilómetro 40 de la carretera que conecta a La Serena con el valle del Elqui, y desviarse allí hacia un camino de tierra que conduce hasta una quinta. En esta casona -propiedad de un estadounidense- se esconde el camino que lleva hasta el sector de escalada.

El auto se puede dejar aparcado en este sitio sin problemas, dice Sierra, y desde aquí hay que seguir a pie durante unos veinticinco minutos hasta llegar a la quebrada. El camino de tierra que parte desde esta pequeña hacienda comienza justo tras un portón bajo hecho de madera, contiguo a la propiedad misma y que impide el paso de autos. Da igual, porque el camino se puede subir sin mayor exigencia a pie. Cuando ya esté en la senda, va a pasar junto a un campamento minero (una faena dedicada al cobre), que está justo antes de la quebrada.

Cuando uno ya está frente al muro de El Almendral, la vista se pierde por la huella de lo que solía ser un riachuelo, que ahora está seco, y donde se pueden ver especies de flora como bailahuén, salvia y el cactus local llamado copao (ojo que en esta época el fruto de este cactus puede ser una buena merienda para recuperar energías, dice Sierra). También puede observar muchas aves, como loros tricahue y aguiluchos, que sobrevuelan el área constantemente.

Esta muralla tiene este nombre, El Almendral, por la localidad cercana ubicada en el sector de Vicuña. Fue Sierra quien, llevado por otros escaladores regionales, se topó con el muro y destacó el potencial que tenía. En la roca ya había un tramo inicial equipado, y a partir de ese encontró la línea para seguir escalándola hasta el final. A ese tramo -ya bautizado como Mambo-, le sumó la otra sección -Cha Cha Chá-, y así la ruta terminó extendiéndose por 25 metros totalmente equipados, así que es cosa de escalarlas.

Al momento de subir por Mambo, toca enfrentar el área más exigente de la línea: es una ruta que pone a prueba la resistencia física, porque en su tramo más bajo se caracteriza por su efecto de desplome, con una estructura donde brotan bellas e inusuales chorreras. Mambo, de pronunciadas columnas, termina justo a la mitad del murallón. Luego, tras pasar por un plano donde se puede descansar, se continúa con la segunda placa, Cha Cha Chá, que requiere una escalada más técnica.

Para Sierra, aquí comienza "el juego sicológico", porque a esa altura los brazos suelen estar cansados tras el esfuerzo inicial. La idea es seguir las manchas de magnesio dejadas por escaladas previas, para así asegurarse de mantener la línea de la ruta. En Cha Cha Chá, los agarres se vuelven un poco más pequeños, pero su mayor dificultad es sobreponerse al cansancio de la primera etapa. Para eso es clave evitar los meses de mayor calor: desde noviembre a marzo. Así que abril es el momento recomendado para empezar a desafiar estas rocas, una de las paredes más atractivas de la región y donde, por filosofía de los escaladores locales, las chapas están más distanciadas de lo normal (además la línea tiene una inclinación de 7a, según la gradación europea) porque la idea, dice Sierra, es que este ascenso cueste un poco.

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