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Imaginería constitucional

viernes, 11 de marzo de 2016


Opinión
El Mercurio




Señor Director:

La propuesta de volver a la Carta de 1925, como base del proceso constituyente, muestra inequívocamente el estado de confusión en que nos encontramos. No sabemos hacia dónde vamos, y ahora resulta que tampoco desde dónde venimos.

1. Enarbolar la Constitución de 1925 en un contexto jurídico en que la Constitución de 1980 se encuentra plenamente vigente es un exquisito ejercicio de imaginería constitucional. Puestas así las cosas, y dentro de esa lógica, podemos imaginarnos muchas normas, o incluso proyectos abortados o fenecidos de la historia constitucional chilena que pueden servir de base para una futura discusión. Dentro de esa lógica, todo es posible. Pero, por eso mismo, no entiendo por qué precisamente el texto de la Constitución de 1980, que al menos tiene el mérito de existir, ha de ser excluido.

2. No comprendo la mitología que se ha tejido en torno a la Constitución de 1925. Es una buena Constitución, pero con gravísimas dificultades, como casi todas. Es hija de su época, no de la nuestra.

Hubo disensos y reformas sucesivas. La Constitución que sale de la mano del poder constituyente en 1925 (concebida como reforma a la Carta de 1933, y no como nueva Constitución) es distinta a la que se encuentra vigente en los años 1967, 1970 o 1971. Particularmente, las reformas de 1967 y 1970 alteran el ethos originario, por lo que, en rigor, cuando hablamos de "Constitución de 1925" habría que precisar a qué texto nos referimos. Sobre el llamado Estatuto de Garantías, introducido en 1971, que ampliaba el reconocimiento de los derechos fundamentales, sabemos lo que Allende opinaba de él, su carácter meramente instrumental en el contexto de su "vía chilena al Socialismo", de la singular revolución "con sabor a empanadas y vino tinto".

Otro punto a reflexionar. La Carta de 1925 tuvo severos problemas de origen. Redactada con un parlamento disuelto, con una clase política desprestigiada, el texto fue obstruido en el seno de la misma comisión que Alessandri convocó para consensuarlo. Radicales, comunistas y conservadores, entre otros, se opusieron. El asunto se resolvió por mano militar: el general Mariano Navarrete, según consta en las actas oficiales, anunció que las reformas se impondrían si es necesario por la fuerza. En el referéndum subsiguiente no hubo registros electorales confeccionados con anticipación, el secreto no se garantizó a cabalidad, y solo acudieron a las urnas el 45% de los votantes.

No obstante los problemas, pienso que tanto la Constitución de 1925 como la del 80 han sido buenas Constituciones. Pertenecen, sin embargo, a distintas épocas. La nuestra es la de la Constitución vigente.

Julio Alvear Téllez
Centro de Justicia Constitucional UDD

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