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De balances y nubarrones

martes, 06 de marzo de 2007

FELIPE LARRAÍN
Ph.D. Universidad de Harvard. Profesor titular U. Católica.

Aunque el ministro de Hacienda ha hecho un optimista recuento del año 2006, lo cierto es que las cifras de crecimiento son más bien pobres.

El ministro de Hacienda nos ha recibido de vuelta de las vacaciones veraniegas con un optimista balance del primer año de gobierno. No hay que fijarse mucho -a su juicio- en las cifras mes a mes o año a año, sino en el largo plazo.

Gran parte de lo que dice el ministro es muy razonable. Es cierto que lo verdaderamente importante es el desarrollo de largo plazo del país; que en 2006 se dio un importante paso en institucionalizar y profundizar la regla del superávit estructural con la Ley de Responsabilidad Fiscal, que le da una gran solidez a nuestra política fiscal y contribuye a asegurar el financiamiento de los programas públicos a futuro; que se avanzó en áreas de protección social como las pensiones y la cobertura preescolar (áreas en que, por lo demás, existía gran consenso entre las candidaturas presidenciales); que se estableció un positivo aliciente tributario a la investigación y desarrollo del sector privado, y un programa de reducción al impuesto de timbres y estampillas.

A ello habría que añadir que Chile continuó profundizando su inserción en la economía global. Destaca el avance logrado en el tratado con Japón, que debería firmarse a fines de mes. Luego de Japón ya se anuncian posibles negociaciones con la India y con la comunidad de naciones Asean. Chile se abre paso en la dinámica zona de Asia Pacífico, la última gran región que nos falta penetrar luego de los tratados en América y Europa.

Es comprensible que el ministro no quiera referirse a las cifras de 2006, porque son muy pobres. De acuerdo con cifras preliminares (las definitivas se conocerán a fines de mes) la economía chilena creció apenas un 4,2% en 2006, lo que no sólo es muy magro en relación con nuestro potencial, sino que además nos deja fuera de los top 10 en el poco exigente contexto de crecimiento latinoamericano.

La revisión de las cuentas nacionales sobre la base 2003 empujará las cifras de inversión a la baja. Y el Imacec de enero (4,6%), aunque puntual, nos indica que sin mediar factores especiales (no hay huelgas, accidentes de minas, ni siquiera diferencia de días trabajados con enero 2006) la economía chilena está creciendo algo por bajo el 5%.

Las medidas pro crecimiento -las hubo en el Plan Chile Compite y en los anuncios de noviembre en Enade- fueron bien orientadas, pero demostraron ser claramente insuficientes para potenciar la economía. ¿Por qué reducir tan poco el impuesto de timbres y estampillas y no eliminarlo derechamente, con especial beneficio para las pymes? ¿Por qué no tomar medidas más audaces para potenciar la inversión más allá del modesto incentivo a la compra de activos fijos, como rebajar el impuesto de primera categoría para las empresas medianas y pequeñas? También hay mucho que avanzar en mejorar nuestro aparato regulatorio (especialmente en las aprobaciones ambientales, cuya demora entraba los proyectos de inversión) y la eficiencia y transparencia del Estado. Es indudable que hay otros problemas, como la incertidumbre energética y alguna confusión en el liderazgo político, pero todavía se puede hacer mucho más con medidas pro inversión y crecimiento.

¿Nubarrones externos?
En un panorama económico externo que ha sido idílico los últimos dos años, los inicios de 2007 han traído algunos nubarrones. Las palabras del influyente Alan Greenspan provocaron un fuerte remezón en los mercados mundiales. Por cierto, una recesión en EE.UU., la principal economía del mundo, traería consecuencias muy negativas, que podrían desencadenar una recesión mundial. ¿Son fundados estos temores? Aunque el riesgo de una recesión existe, la lectura de los diversos indicadores permite concluir que no es el escenario más probable. Sí se puede prever una desaceleración relativamente significativa, desde el 3,3% del 2006 a algo entre 2,3 y 2,7% para el año en curso. Ésta no es una desaceleración menor, pero tampoco es una recesión

El problema en EE.UU. está principalmente en el sector inmobiliario residencial. En enero las ventas de viviendas cayeron un 16,6%, lo que representa la mayor caída desde 1994 y las órdenes de bienes de capital descendieron 6%. Sin embargo, el consumo privado está creciendo a tasas poco inferiores al 4% y se espera una recuperación de la inversión. La caída inmobiliaria no causará por sí sola una recesión en la medida que se vea contrapesada por un mercado laboral sólido con una tasa de desempleo en torno al 4,6% y que no haya una caída significativa en los precios de los activos financieros.

En China, por otra parte, el tropiezo del mercado accionario no debería generar repercusiones de importancia en el sector real de la economía. Lo más probable es que el gigante asiático se desacelere del espectacular 10,7% de crecimiento en 2006, pero así y todo es improbable que la caída sea superior a un punto o un punto y medio. Europa también compartirá este patrón de desaceleración leve, y terminará creciendo en un rango similar al de EE.UU.

En conclusión
Como Condorito, el popular personaje de Pepo, los chilenos todavía estamos buscando una explicación para el bajo crecimiento de 2006 que fue un año extraordinariamente favorable para Chile en el contexto internacional. Los nubarrones para 2007 en la economía mundial no dan hoy para vaticinar una tormenta, sino más bien un aguacero ligero. Es muy probable que 2007 sea algo mejor para nuestro país que 2006, fundamentalmente porque la vara no es muy alta y por el impulso fiscal. El verdadero desafío es estimular la competitividad y el crecimiento. Es en este punto donde se requiere más del gobierno.

Como Condorito, los chilenos aún buscamos una explicación para el bajo crecimiento de 2006, año extraordinariamente favorable para el contexto internacional.

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