Dólar Obs: $ 909,06 | -0,85% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.354,68
IPC: 0,50%


Un día en Mechuque, la isla de los palafitos

domingo, 28 de febrero de 2016

Texto y fotos: Sebastián Montalva Wainer, desde Chiloé.
Domingo
El Mercurio

Una de las mejores excursiones para hacer por el día en Chiloé es ir a la pequeña isla de Mechuque, caracterizada por sus palafitos. Un viaje desde Castro que incluye navegación, curanto al hoyo y la visita a uno de los museos más particulares de Chile.



PASO 1:  A DÓNDE VA LA LANCHA

A Mechuque, señores. Una ínfima isla, parte del archipiélago de las Chauques, donde viven alrededor de 300 personas y que a su belleza natural agrega un sello característico poco común en otras islas chilotas: la presencia de palafitos. Hasta unos cinco o siete años, Mechuque era como un secreto. Pero las cosas han ido cambiando. Hoy, durante el verano, se organizan viajes diarios desde Castro y no es raro ver hasta cuatro lanchas con turistas llegando cada tarde.

Como sea, la particularidad del pueblo, con lindas casas de tejuelas de alerce, un par de restaurantes, una calle principal pavimentada, una pequeña feria de artesanías y un pequeño pero notable museo (siga leyendo) justifican el viaje. Para no estresarse con los traslados y navegaciones -recuerde que esto se trata de una "microaventura"-, lo más fácil es ir en un tour desde Castro (con Turismo Queilen, tel. 65/263 2594; o con Turismo Mi Tierra, cel. 09/7793 4685; desde $23.000 por persona). El recorrido es similar: se sale a las 10:00 de la mañana desde el centro de Castro, se viaja en bus hasta Dalcahue -con una pequeña detención en este pueblo- y luego se continúa hasta Tenaún, donde esperan las lanchas que en cerca de una hora de navegación dejan en Mechuque... a menos que haya mal tiempo y no se pueda salir. Pero en verano no es lo común.

PASO 2: LA HORA DEL CURANTO

Una vez en la lancha -en el caso de este viaje tocó la lancha "Doña Nati", bien segura y equipada-, solo basta ponerse el chaleco salvavidas y admirar el paisaje. Al fondo se divisan islas aun más remotas y de nombres extraños como Tac, Tauculon, Cheniao o Aulín. Son muy pocos los que llegan hasta allá, salvo sus propios habitantes.

Una vez en Mechuque se nota de inmediato que esta isla ahora es turística (para pesar de algunos). Hay una feria de artesanías y verduras locales, una profesora de música chilota que recibe con su acordeón, una bien cuidada calle de cemento que avanza hacia el pueblo, un flamante puente de madera con un mirador para sacar la foto de rigor a los palafitos, y un par de restaurantes con fogones donde preparan curantos.

Uno de ellos se llama La Pincoya (cel. 09 / 628 77400). Y como se llega casi a la hora de almuerzo en este viaje, el cocimiento empieza de inmediato. Dos mujeres y un hombre ponen las piedras calientes y comienzan a depositar los mariscos -almejas y choritos-, el pollo trozado, el chancho ahumado, las papas. La humareda se levanta de inmediato. Unos minutos después, todo se cubre con hojas de nalca, y arriba de eso vienen los milcaos y chapaleles. Se finaliza con una especie de tela que cubre todo. Y a esperar 40 minutos, para que todo esté listo. Mientras, dos músicos -guitarra y acordeón en mano- cantan "Voy pa Quellón" y otros hits chilotes.

PASO 3: UN MUSEO PARTICULAR

Como hay que esperar que se cueza todo, esos minutos conviene aprovecharlos para devolverse unos pasos por el camino principal del pueblo, doblar a la izquierda y entrar al Museo don Paulino Barrientos. Allí, su fundador, el propio don Paulino, recibe a los visitantes con una sonrisa, y a los que se interesan les cuenta de qué se trata todo esto. Sépalo: esta es su colección personal con todo tipo de objetos que o eran suyos o encontró y que documentan de algún modo la historia de Mechuque y del archipiélago de las Chauques, al cual pertenece. Hay desde radios y televisores viejos hasta brújulas, restos de embarcaciones, vasijas indígenas, discos de vinilo, fotos añejas, barcos en miniatura, banderas, trofeos, lámparas a gas. Lo que se imagine, pero que sea de aquí, hay. Incluso hay una especie de altar que don Paulino le dedicó a su difunta esposa y que exhibe sus objetos personales, que en definitiva son las de una habitante chilota más. "Pronto espero habilitar el segundo piso de la casa y ampliar el museo", dice don Paulino. Tras la visita y el curanto con vista a los palafitos, no queda más que regresar al "Doña Nati", navegar de vuelta a Tenaún y visitar su iglesia patrimonial. Los tures hacen además una parada en la cercana cascada de Tocoihue: una caída de agua de unos 50 metros de altura. Es bonita, pero el problema es que en verano el lugar se repleta de gente.

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia