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Salvar la comida

sábado, 27 de febrero de 2016

Por María José Dittborn a. ilustración Francisco Javier Olea
Crónica
El Mercurio

Mientras Francia se convirtió hace unos días en el primer país del mundo en prohibir a los supermercados desperdiciar la comida que no se vende, en Chile se eliminan toneladas de alimentos en perfecto estado todos los meses. Apenas una fundación, liderada por un ex rostro de televisión, se encarga de recolectar las mermas de las empresas antes de su destrucción.



La hermana Pepa -Josefa Moya, española-, con hábito y el pelo cubierto con un velo, prepara el té para los 183 ancianos que viven en la Fundación Villa Padre Alberto Hurtado, en la comuna de Pedro Aguirre Cerda, en Santiago. En sus manos tiene una caja de plástico llena de panes que pone sobre las mesas del comedor, cubiertas con manteles verdes. En cada una hay cuatro yogures sabor arroz con leche.

Esos panes y yogures que comen todos los días los ancianos los reciben de la corporación Red de Alimentos, el único banco de comida que existe en Chile, una institución que distribuye a organizaciones sociales los productos que a las empresas les sobran o no pueden vender.

Dos veces por semana, el hogar recibe papas fritas, frutas, verduras, galletas, harina y todo tipo de lácteos, productos que de no ser por el banco habrían sido destruidos. Son las "mermas" para las empresas: alimentos que están aptos para su consumo, pero que no pueden venderse porque están próximos a vencer, porque tienen su envase dañado o por fallas en sus etiquetas.

La temporada también saca del mercado algunos productos, ya que su venta depende de la fecha y del clima, como los huevos de chocolate de Semana Santa, las aguas en verano o los panes de Pascua. En el caso de las frutas, llegan porque están más feas, y como los exportadores y los supermercados priorizan que brillen, no clasifican.

Antes de 2010, todos estos alimentos se destruían, y la ley lo incentivaba: donar era caro y destruir no costaba nada. Hoy, ambas opciones les cuestan cero pesos a las empresas. Pero lo que hacen con esos alimentos es su decisión y no hay un mecanismo legal que lo regule. Si botan, si donan, depende de ellas.

-Toda la comida que no se podía comercializar terminaba en las máquinas compactadoras y luego en los vertederos. Hoy, hemos podido reducir esa cantidad de destrucciones gracias al apoyo de las principales empresas de alimentos, pero evidentemente las donaciones que recibimos no constituyen el total de los alimentos que se pueden rescatar en Chile -dice Margot Kahl, ex rostro de televisión y actual gerenta general de Red de Alimentos, sentada en su oficina en la bodega del banco, ubicada en San Bernardo.

Según el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un tercio de los alimentos que se producen al año en el mundo se desperdicia, lo que equivale a 1.300 millones de toneladas que aún se podrían comer.

De esta cantidad, el mayor número de desperdicios se da en las empresas productoras, en los supermercados, restoranes y en el consumo del hogar.

Recientemente, Francia aprobó una ley que prohíbe a los supermercados botar o destruir los alimentos que no vendan, con lo que se transformó en el primer país del mundo en poner freno a esta conducta habitual del mundo del retail. En vez de botar la comida, el nuevo reglamento obliga a los supermercados a donar los alimentos a organizaciones benéficas y bancos de alimentos, que serán los encargados de distribuirlos entre personas de escasos recursos.

 El 6 por ciento del total de las pérdidas ocurre en América Latina y el Caribe. Con esta cantidad, según la FAO, se podría alimentar a más de 30 millones de personas; es decir, 64 por ciento de quienes sufren hambre en la región.

Mundialmente, la alternativa sustentable a la destrucción de alimentos son los bancos de alimentos. En Argentina, hay 17 bancos; en Colombia, 19; en México, 61. En toda Europa hay 256 y solo en Estados Unidos, donde nació el primer banco en los 60, hay más de 200. En Chile, solo existe uno. Fue creado en 2010 y opera en la Región Metropolitana y hace un año en Concepción.

-Para Chile, no hay cifras de cuánto se desperdicia en las empresas y supermercados. Tener esa información no es una tarea fácil, son muchos rubros y es muy difícil cuantificar -dice Tania Santiváñez, oficial de protección vegetal de la FAO.

Pero, según las estimaciones del banco de alimentos chileno, las cantidades son tales, que debieran existir al menos 10 bancos de alimentos en el país para cubrir todo lo que se desecha a nivel nacional.
 
Donar o destruir

Los bancos de alimentos son organizaciones sin fines de lucro que reúnen estos alimentos que las empresas no pueden vender, y luego los distribuyen a organizaciones que lo necesitan.

 El banco chileno recibe los productos en sus bodegas que mantienen la cadena de frío de los alimentos perecibles, y desde ahí los distribuye a su red de instituciones benéficas. Ellas eligen qué se quieren llevar y el banco decide la cantidad. Por mes, son en promedio 250 toneladas de alimentos las que reciben de las empresas. Por día, son entre 20 y 25 organizaciones sociales las que van a buscarlas.

A pesar de ello, no hay certezas sobre el paradero de las "mermas". Lo que se hace con esos productos es decisión de las empresas. Si donan, solo ellas saben qué porcentaje del total de sus "mermas" entregan. Si destruyen, qué destruyen y cuánto, es un asunto puertas adentro. No se informa de manera pública para no revelar las pérdidas a la competencia.

El banco chileno trabaja en la actualidad con alrededor de 50 empresas de la industria alimentaria. Entre ellas, están Wallmart, Nestlé, Soprole, Unilever y Cencosud.

-Las empresas, los productores y los supermercados tienen interés en disminuir los desperdicios. Pero es un tema difícil y la donación es un asunto nuevo -dice Santiváñez.

Una de las empresas en Chile que se dedican a la administración de residuos industriales de manera sustentable, señala que al mes se eliminan entre 20 y 60 toneladas de alimentos, como leches, mayonesas, kétchup, té, jugos, además de útiles de aseo e implementos del hogar, como detergentes, jabones, hervidores y jugueras. Para evitar que esos productos terminen en un vertedero, esta empresa los convierte en fertilizantes para la tierra.

-Tiendo a pensar que las empresas que no donan es por flojera o simplemente por ignorancia, es como cuando uno tiene desordenada la casa, es mucho más fácil botar que ordenar y clasificar lo que todavía sirve. Igual este es un tema nuevo en Chile, pero las empresas tienen que entender que sus marcas no corren ningún riesgo. Está todo regulado, están estipulados todos los requisitos que debe cumplir el banco de alimentos como las entidades receptoras. El riesgo es cero y el valor es cero -dice Roberto Peralta, abogado experto en donaciones. 

Soprole, que trabaja con Red de Alimentos desde sus inicios, es una de las empresas que, según el banco, les entregan la totalidad de sus mermas anualmente.

-Nosotros no hemos tenido que hacer nada muy especial, lo único es que dada la naturaleza perecible y de corta vida de los alimentos que entregamos, Red de Alimentos tuvo que asegurar su capacidad de almacenamiento refrigerado para poder recibir, administrar y distribuir nuestros productos -dice Rodrigo Cubillos, gerente de márketing de Soprole.

La mayoría de los habitantes de la Villa Padre Alberto Hurtado han sido recogidos de la calle, de hospederías y hospitales. El hogar les provee de techo, alimentación, salud, medicamentos, y ellos aportan el 80 por ciento de la pensión que les entrega el Estado: 65 mil pesos. Los que están sanos son los que implican menos gasto: 387 mil pesos al mes. La diferencia la consiguen las religiosas a través de proyectos concursables, colectas y voluntariados. La alimentación es el gasto número uno y el más caro.

-Si no fuera por el banco, no funcionamos. Antes solo comprábamos yogur para los enfermos. Ahora hay para todos, todos los días. Pero si no los recibiéramos, no los compraríamos, porque no nos alcanza -dice la hermana Adelina Arroyo, una de las directoras del hogar.

La Villa, como también las otras 130 organizaciones sociales que reciben alimentos del banco -entre ellas, Caritas Chile, Teletón, Aldeas Infantiles SOS, Techo para Chile, Fundación Las Rosas-, puede ahorrar hasta 30 por ciento de sus costos de alimentación al recibir estos productos.

-Dada esta situación, para nosotros destruir comida es un crimen. Sería ideal que desde el Estado se hicieran campañas para incentivar la entrega de alimentos de parte de más empresas y que los legisladores aporten marcos legales que faciliten esa labor a nivel tributario. Un financiamiento para la creación de bancos de alimentos también sería una gran ayuda -dice Valeria Peña, gerenta de asuntos corporativos de Red de Alimentos.

En 2012, el banco volvió a proponer un proyecto de ley que, como norma general, prohíbe la destrucción injustificada de alimentos. Pero la iniciativa lleva tres años en espera.

-La recepción del gobierno, de los senadores y diputados ha sido positiva frente a nuestras propuestas. Sin embargo, el gobierno tiene muchos otros temas prioritarios. Durante 2015 hemos trabajado con diversas autoridades y esperamos que pronto haya buenas noticias -dice Margot Kahl.

Desde que empezó a recibir alimentos del banco en 2010, la Villa Padre Alberto Hurtado ha podido reasignar las platas ahorradas para otros fines, como fue la construcción del edificio intermedio hace cinco años, el cual estaba interrumpido por falta de recursos. En él residen todos los ancianos que tienen un deterioro físico y necesitan cuidados especiales.

Son casi las seis de la tarde y un camión llega al hogar. Es el camión refrigerado, acondicionado para trasladar alimentos perecibles, que tiene la fundación. Dos hombres descargan cinco sacos de harina, un centenar de cajas de yogur y unas cajas de leche, que dejan en la cocina. Vienen desde la bodega del banco de alimentos en San Bernardo. Traen el menú de mañana, que reemplazará a los panes y yogures de arroz con leche que comieron hoy los ancianos.

María José Dittborn es alumna del Magíster en Periodismo Escrito El Mercurio-UC y este artículo es una versión adaptada para "Sábado" de su reportaje de grado.

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