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Carlos González, creador de la Defensa Personal Penitenciaria (DPP):

El sensei que busca reformar el control de los reos en las cárceles

domingo, 21 de febrero de 2016

Matías Bakit R.
Reportajes
El Mercurio

Originalmente cinturón negro de judo, este especialista en artes marciales creó una rama basada en sus observaciones de los conflictos diarios por los que pasan los guardias, con el objetivo de controlar a los reos evitando abusos y lesiones graves. Hoy, su creación es punta de lanza del proceso de integración de los Derechos Humanos a las labores de Gendarmería.



Mientras el sensei Carlos González imparte su clase de defensa personal ante 15 gendarmes en la cárcel Santiago 1, nota que varios de sus estudiantes están distraídos. ¿La razón? Hace pocas horas se habían enterado de que una veintena de sus compañeros estaban bajo sumario institucional por maltrato a los reos del recinto penal durante un operativo.

Al notarlo, González y su equipo se acercan al grupo y hablan de lo sucedido. Es un error del que el resto debe aprender, les dice. Y pone énfasis en que las técnicas que está enseñando en ese momento les ayudarán a que puedan cumplir con su trabajo sin el temor de afrontar procesos institucionales.

La clase continúa y el sensei les enseña cómo desarmar a alguien con un cuchillo, una pistola, un palo o un fusil. Cómo reducir a los internos sin hacerles daño ni causarles lesiones graves.

La práctica de artes marciales y técnicas de defensa personal es habitual en Gendarmería y se hace desde que los reclutas pasan por la escuela, desde las primeras etapas. Sin embargo, desde hace un par de años algo está cambiando en el foco de esta enseñanza: los derechos humanos.

"Gendarmería debe ser garante del respeto de los derechos humanos de las personas privadas de libertad", dice el director General Metropolitano (s), Coronel Sergio Alarcón.

En esta línea, cada vez ha sido más común que ante lesiones o presuntos abusos de gendarmes a reos, se abra un sumario interno, que muchas veces termina en la destitución del funcionario. Esto además de procesos penales en la justicia ordinaria, motivados por los familiares de los internos y distintas organizaciones de DD.HH.

"En ese sentido, el mando ha creído necesario no solo capacitar a todas las plantas del personal en el concepto de derechos humanos, sino que también entregar herramientas concretas a quienes estamos permanentemente trabajando en forma directa con la población penal, que somos quienes debemos lidiar con situaciones de violencia. Entonces, ¿de qué manera contrarrestar las situaciones de riesgo tratando de provocar el mínimo daño posible a la población penal?", dice Alarcón.

La respuesta de la institución es, precisamente, el método del sensei Carlos González, instructor de Gendarmería desde hace casi 30 años, cinturón negro en judo (6to dan), pero famoso en la entidad y en Chile por ser el creador de una rama nueva de las artes marciales: La Defensa Personal Penitenciaria (DPP).

Salto a la realidad

Hace 29 años, González fue contratado para ser uno de los encargados de defensa personal de la Escuela de Gendarmería, lugar donde estuvo cinco años entrenando a los jóvenes en la que él considera la base de su nuevo sistema de combate, el judo.

Pero pronto las necesidades de la institución lo enviaron a otro destino, la ex Penitenciaría -hoy Santiago 1-, donde también debía entrenar a los gendarmes pero, además, ser parte de los grupos que intervienen en riñas, motines y otros conflictos.

Pronto se daría cuenta de que su experiencia en artes marciales necesitaba una actualización práctica.

Recuerda González que al poco tiempo de llegar le tocó ingresar al patio interior del penal en medio de una riña, para ayudar al grupo de especialistas.

"Mi intervención fue un fracaso. Traté de agarrar a un reo y se me escapó por el sudor. Luego traté de agarrar a otro y me pasó lo mismo. ¡Ni siquiera podía hacerles una palanca!", recuerda.

Peor aún, el humo del fuego que habían iniciado los internos y el hedor del lugar lo desorientaron al punto de que el resto del grupo le pidió que saliera del patio.

"Pero estaba tan perdido que en vez de salir, me fui más para adentro", recuerda divertido.

Tras ese episodio, a González se le ocurrió que a su estilo había que hacerle mejoras para que pudiera funcionar en la práctica y fuese eficaz en situaciones de "intramuros".

Lo primero que hizo fue practicar diariamente con su familia. Esto, porque tanto su esposa como ocho de sus hijos e hijas son cinturones negros en algún arte marcial. Así, ellos hacían el rol de los reos y él trataba de salir de situaciones que imitaban lo que pasaba en la Penitenciaría.

En paralelo, pidió permiso para sentarse horas en los pisos altos para observar lo que pasaba en los patios, cómo actuaban los reos, de qué forma contestaban los gendarmes y cuáles eran los problemas que había.

Notó, por ejemplo, el problema de la falta de espacios. "Cualquier llave de judo en la zona del muro haría caer al vacío tanto al gendarme como al reo", cuenta.

Asimismo, se dio cuenta de que en las refriegas solían terminar lesionados los dos bandos porque, por ejemplo, los guardias no sabían caer.

Se percató, también, de que la mayor parte de los abusos por uso excesivo de la fuerza ocurrían debido al temor de los gendarmes al entrar a "territorio hostil" o al enojo de estos al contestar agresiones verbales y provocaciones de los internos.

Pero, sobre todo, era claro que las técnicas de judo que enseñaba a sus estudiantes estaban causando demasiado daño a los reos.

Así, estuvo seguro de que para estas situaciones se necesitaba un tipo de arte marcial distinto, integral, basado enteramente en las situaciones prácticas que los gendarmes deben enfrentar día a día.

La nombró Defensa Personal Penitenciaria, denominación inscrita oficialmente en el registro de Artes Marciales de la Dirección General de Movilización Nacional.

Enseñanza a nivel nacional

"Me di cuenta de que era un error aplicar técnicas muy efectivas, que pudieran provocar lesiones graves. Por eso quise empezar a enseñar algunas que no trajeran un compromiso físico. Inicialmente, buscaba una fórmula para evitar un compromiso administrativo de los funcionarios", explica el sensei González, quien luego empezó a trabajar -y a enseñar-sobre la base de la importancia del respeto a los Derechos Humanos, un problema de difícil solución en la institución, según constató a principios de mes un informe de la Corte de Apelaciones que encontró falencias "inhumanas" en 12 recintos.

Para él, uno de los puntos clave de la Defensa Personal Penitenciaria es, además de poder reducir sin dañar, la calma que deben tener los guardias a la hora de enfrentar a los reos.

"Nuestros funcionarios siempre están expuestos a agresiones de todo tipo y la reacción de respuesta no debe ser nunca similar. La persona debe tener autocontrol, debe saber manejarse, debe contener los impulsos, pero por sobre todas las cosas, debe evitar la necesidad de golpear. Por eso, en lo que enseño hoy no hay patadas, no hay combos. Enseño el uso del ki -energía vital- para tocar determinados puntos en las personas", explica González.

Este método se impuso pronto en la ex Penitenciaría y hace dos años, como parte de la política a favor de los Derechos Humanos de la institución, el Alto Mando decidió aplicar su enseñanza a todos los recintos penitenciarios de la Región Metropolitana, con González trasladándose de penal en penal mostrando sus técnicas.

"Esperamos que esto se masifique a nivel nacional. Estamos partiendo con los grupos de acción y reacción primaria, que son los grupos destacados para combatir situaciones de violencia al interior de las unidades penales. Luego esperamos continuar con el resto del personal", explica el coronel Alarcón.

En esta línea, y pese a que su labor se centra en Santiago, González también suele viajar al resto del país a hacer seminarios especiales sobre la disciplina que él creó.

Con este fin, cuenta con un equipo que lo ayuda a abarcar las distintas áreas que integra la DPP. Este está compuesto por un psicólogo -"que enseña cómo manejar el miedo, cómo utilizarlo, cómo alejarnos de la respuesta inmediata de la agresión"-, un suboficial con muchos años de experiencia y dos expertos en operativos antimotines.

Además, González cuenta que la DPP ya tiene varios más cinturones negros que continúan sus enseñanzas.

"Mi objetivo es, ojalá, dejar un legado beneficioso para los funcionarios y para la vida intramuros en general", dice.

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