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ISABEL BEHNCKE

"La diversidad es el alimento de la evolución"

martes, 23 de febrero de 2016

Por Muriel Alarcón Luco. Fotos Sebastián Utreras.
Reportaje
El Mercurio

Sus estudios comparativos de comportamiento animal en El Congo, extrapolados a temas tan contemporáneos como la tecnología, la han transformado en charlista de élite de escenarios tan prestigiosos como el de TED y el del G-20 y en consejera de compañías tech en Silicon Valley. ¿Pero qué hace una primatóloga chilena dando charlas en encuentros donde se habla del futuro? "Yo vengo a recordar que hay que hacer las cosas a escala humana", dice.



-Lo que les voy a decir hoy es súper simple. Señor, usted, que se ve bastante elegante, es un animal.

A segundos de haberse subido al escenario para hablar sobre evolución, Isabel Behncke, 39 años, vestido rojo, pantys color mostaza y botines de cuero gastados por el uso, apunta a un hombre calvo, de terno y corbata, sentado en la mitad del auditorio, que la mira incrédulo. Se escucha un murmullo rápidamente interrumpido por una carcajada. Ella sigue.

-Y esta señorita que tengo al frente -se dirige a una mujer de la primera fila- definitivamente es un animal. Y yo también soy un animal.

Isabel Behncke, primatóloga chilena, doctorada en Antropología Cognitiva y Evolutiva por la Universidad de Oxford, integrante de un grupo de investigación sobre neurociencias sociales en la misma universidad, se ríe y todos se ríen con ella.

-Mientras antes entendamos las implicancias de esto -sigue, moviéndose con el micrófono de un lado a otro-, vamos a poder diseñar mejor nuestra vida presente y futura.

En un auditorio santiaguino empiezan a proyectarse los videos que ha recopilado en los 3.000 kilómetros de selva que ha caminado en Wamba, una aldea a poco más de mil kilómetros de Kinshasa, la capital de El Congo. Aparecen grupos de bonobos, una especie de simio en extinción, de la contextura de un niño de doce años. Se acicalan, penden de una rama, emiten ruidos parecidos al llanto de una guagua. Sus estudios comparativos de comportamiento animal y la manera tan espontánea de presentarlos la han transformado en charlista de élite de escenarios tan prestigiosos como el de TED, Google Zeitgeist, G-20, Wired y Aspen Brain Lab, en espacios académicos como el de Princeton y Cambridge, y en paneles tech, como consejera de las compañías Connect y Traces, en Silicon Valley. Ahí ha enseñando cómo la evolución puede ayudar a diseñar tecnologías que mejoren la vida de las personas. Isabel Behncke vuelve simple lo difícil, como si en su cabeza alojara un mecanismo que produjera respuestas comprensibles a las interrogantes más complejas del mundo contemporáneo.

Viaja constantemente. A principios de año estuvo en un taller sobre el futuro de las ciudades en Ford Foundation, Manhattan. Fue parte de un "safari intelectual" en la Antártica junto a científicos. Pasó unos días en Valparaíso, en el espacio colaborativo que IF prestó al Centro de Complejidad Social de la UDD, donde es investigadora residente, y estudió lo importante que son las interacciones sociales para la innovación.

-Siempre me interesó la 'big picture': el quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, pero nunca pensé que me iba a dedicar a esto públicamente -dice-. He aprendido a entender cómo el pasado puede iluminar la vida del presente. Siempre se expresa de distintas maneras según el público y el objetivo. Cuando uno mira su propia evolución, se mira a sí mismo y a su historia para entenderse. Eso también se puede llevar a la historia más atrás de la propia genealogía, que tiene una raíz más profunda.

Isabel Behncke responde a veces al borde de la risa, mostrando que en las ciencias no todo es serio.

-Yo me sigo preguntando por qué me llaman a mí para dar las charlas -sonríe-. No hablo ni de urbanismo ni de tecnología. Para lo que tengo que decir no se necesita a un científico. Yo vengo a recordar que hay que hacer las cosas a escala humana. En Silicon Valley la tecnología es la religión y si puedes hacer Data Mining (la tecnología que permite explorar grandes bases de datos), puedes hacerlo todo. Las herramientas que tenemos hoy nos permiten analizar cosas impresionantes, pero si no entendemos los elementos constitutivos de cómo estamos formados, se puede perder el sentido. Es como volver a preguntas muy antiguas. Yo no creo que la respuesta esté en la llegada de Singularity (un evento hipotético donde la inteligencia artificial superaría a la humana), en las impresoras 3D o en la futura colonia humana en la Luna. Todo eso es fantástico pero si tú piensas, ¿qué es lo que más afecta a tu salud, a tu creatividad y a tu capacidad de innovar? Es la calidad de nuestras relaciones sociales. Eso se nos olvida y
yo intento recordarlo.
 
Por la fuerza de la integración

En una de las últimas conferencias que dio en Chile, Isabel Behncke propuso cambiar el escudo nacional. Dijo que, en vez de la "Razón o la fuerza", el mensaje patriótico debía ser "por la fuerza de la integración", apelando a que la razón hoy no basta, el contexto ha cambiado y lo que importaba es la integración. Lo dijo aludiendo a la crisis de confianza que vive Chile.

-Somos individuos conectados por la confianza. Un sistema se hace más robusto, tiene mayor capacidad de adaptación y se hace más resiliente si está mejor conectado. La confianza es básica para la calidad de las relaciones sociales, para la felicidad de las personas, para el bienestar emocional y para la salud, pero también para el desarrollo de los países. El problema de la confianza debiera ser una prioridad.

Isabel Behncke se ha hecho conocida en el mundo por su estudio sobre las interacciones sociales en primates, incluyendo humanos y bonobos, en su hábitat natural, pero no es su único foco de investigación.

-Siempre he intentado integrar sistemas: lo que sabemos de la ciencia de la complejidad con lo que sabemos de la evolución. Los bonobos son un buen objeto de estudio porque son una especie muy parecida a nosotros, pero yo hago estudios comparativos. Mi tema es la evolución.

Isabel Behncke plantea que la evolución no es una escalera ni una línea de progreso con un fin determinado. En el caso de los primates -dice- es mucho más complejo. Es un sistema integrado de relaciones sociales que tiene la capacidad de adaptarse a distintas circunstancias.

En esa mirada cree que influyeron sus padres, el ingeniero civil en minas Rolf Behncke y la socióloga Isabel Izquierdo. También en su gusto por las ciencias, la naturaleza humana, la exploración y los animales. Ellos se separaron antes de que cumpliera dos años, pero eso no impidió que compartiera con ambos. De niña, con su padre, entrenó águilas y cuidó avestruces y pájaros; con su madre, viajó incansablemente, sobre todo a canales sureños, donde observó ballenas, focas y aves. Sus mascotas siempre fueron exóticas: tuvo chinchillas, loros, caballos, un mono brasileño. Una vez quiso comprarse un tigre cachorro, pero su padre la detuvo.

-Influyó en quien soy yo la exposición que tuve a ambientes distintos -dice-. Eso construye un repertorio conductual amplio. Viví en un mundo donde había libertad para cometer errores. Me caí muchas veces, de formas distintas. Siempre tuve las rodillas peladas. En un mundo que te permite tomar riesgos, uno aprende a tomarlos. Cuando nadie te entretiene, tienes que aprender a entretenerte solo. La curiosidad se despierta mucho más cuando no dependes de una fuente externa que te está entreteniendo. Aprendes a hacerte preguntas y a contestártelas por ti solo, nadie te las está dando en bandeja. Así aprendí a leer, así me gustó la naturaleza, así fui al cerro.

Su propia evolución no fue lineal. Isabel Behncke estudió Biología en la UC, carrera que abandonó para investigar ecología, luego zoología y más tarde conservación en Inglaterra. Todas esas experiencias le enseñaron a pensar sistémicamente.

-Tú no puedes mirar un ecosistema como un elemento separado. Cuando uno entrena una mirada sistémica, visualizas múltiples interacciones. Ves que algunos sistemas son más resilientes, creativos, y se adaptan mejor a las perturbaciones que otros. Lo maravilloso de estudiar la naturaleza es que hay irregularidades. La diversidad es el alimento de la evolución. Necesitamos una diversidad que esté conectada. Siempre trato de aprender lo más posible de los contextos de cada sistema, porque el contexto manda.

Lo demostró estudiando a los bonobos en Wamba, en El Congo. En viajes de hasta seis meses, por tres años, alojando en chozas de barro techadas con hojas de palmera, sin electricidad ni agua potable, sorteando los peligros de una guerra civil crónica, de la malaria, el ébola y la filariasis; los ataques de jabalíes, cocodrilos e hipopótamos, las mordeduras de serpientes, picaduras de abejas venenosas y la ausencia de vehículos para traslados rápidos ante una emergencia, Isabel Behncke logró adaptarse.

-En Wamba el contexto era tan distinto que tenía que cambiar la estrategia conductual. Hubiera sido una rigidez decir: "yo sobrevivo en la vida a través de a, b y c" y pretender hacer ahí lo mismo. Ese concepto te predispone a ser de una manera más plástica. Piensas cómo debes cambiar ante ese ambiente y le das permiso a ese ambiente para cambiarte.

"Human nature adviser"

Hoy, en Silicon Valley, Isabel reflexiona sobre el futuro, hablando del pasado.

-Soy una especie de 'human nature adviser'-dice-. A las compañías les interesa trabajar con la naturaleza humana a favor y no en contra. Quieren saber cómo diseñar tecnologías más invitantes, que no se aprovechen de las debilidades del ser humano y que piensen en lo constitutivo de la salud profunda de la gente: las relaciones sociales de buena calidad, que son las que contribuyen en tu capacidad de crear y descubrir el mundo.

-Usted habla del futuro. ¿Cómo se lo imagina?

-Veo tendencias ambientales y demográficas. El mundo estará más conectado, a menos que tengamos una pandemia. Pero no soy futuróloga, yo miro el pasado porque me parece una posición más humilde, aunque me apasiona pensar en el futuro. El mundo es cambiante y sabemos que en veinte años más no será como hoy. Nos vamos a tener que adaptar al cambio, la única constante. Pero a mí me preocupa la falta de tiempo y la calidad en las relaciones cara a cara.

-Las mismas tecnologías parecieran mostrar cuán valioso es el mundo real.

-Exacto. La tecnología nos está reinventando en la medida que logra llegar a las motivaciones profundas humanas. Uno de mis roles como adviser en startups es descubrir cuánto de lo que sabemos de  la creación de confianza cara a cara podemos exportar a los mundos digitales. Me parece que mientras más digitales somos, más rituales sociales concentrados vamos a necesitar.

En 2012, en Silicon Valley, Isabel Behncke dio una charla en un campamento en el desierto de Nevada, en Estados Unidos, durante el Burning Man, el festival de arte más grande del mundo. Se vio a sí misma hablando de evolución, con música haciendo vibrar la tierra y un barco pirata del cual -recuerda- subían y bajaban sus tripulantes por los mástiles.

-¿Qué vas hacer? ¿Ignoras o incorporas a los piratas en la charla? -se dijo esa vez-. Burning Man es una ciudad efímera, que se levanta por esa semana y luego desaparece. Es un experimento del vivir humano concentrado bajo ciertas condiciones. Es muy interesante.

Desde entonces, Isabel Behncke siempre vuelve al festival. Estudia lo que llama "rituales sociales concentrados" con la misma dedicación con la que observa a los bonobos en El Congo. Ambos escenarios son similares, porque le permiten describir el comportamiento social en un medio natural. Cree que en un festival de esa envergadura se dan relaciones sociales de alta intensidad.

Esa fue una de las observaciones que hizo de los bonobos en Wamba, cuando se dio cuenta de que las relaciones de baja frecuencia, pero de alta intensidad, eran propias de las especies altamente sociales. Si bien era relativamente poco el tiempo que los bonobos dedicaban a jugar, su juego, típicamente sexual, era intenso y riesgoso, lo que terminaba afiatando lazos en la misma comunidad. De esas interacciones emanaban risas tan contagiosas que a ella misma la habían hecho reír.

Los videos de esos juegos y de esas risas, hoy los exhibe en sus conferencias sobre innovación. Primero para mostrar que la risa es un mecanismo evolutivo muy antiguo. Segundo, que el juego es fundamental para que los adultos construyan la confianza y la capacidad de adaptarse.

-Hoy las tecnologías digitales sirven para demorar el decaimiento de las relaciones sociales, pero los saltos cuánticos en su calidad siempre dependerán de las actividades que se realicen cara a cara.

Biodiversidad interna

Radicada en Oxford, Isabel Behncke intenta pasar -en un modelo de baja frecuencia y alta intensidad- dos meses en Chile, cada año. Le gusta ir al sur y visitar los bosques. A veces la acompaña su pareja, el neurocientífico inglés Beau Lotto, a quien le ha llamado la atención la baja autoestima de los chilenos.

-Cuando le pregunta a los chilenos "¿cómo es Chile?", le responden: "Somos fomes, no hay innovadores,, nadie tiene ganas", y ahí Beau me dice, "qué divertido, cada chileno que me dice eso es exactamente lo contrario". Yo siempre he creído que somos un país mejor de lo que creemos. En Chile ha aumentado el odio y ha disminuido la confianza. Tenemos tremendas rupturas internas emocionales que tienen consecuencias prácticas gravísimas, pero tenemos alineamientos ricos e ingredientes muy buenos.

-Hoy se habla de la gran crisis de la ciencia en Chile.

-Sí, es un problema básico de que se necesitan recursos para explorar y producir innovaciones. Yo esto lo vi súper claro en la selva, en cuanto a la cantidad de recursos. Cuando hay condición de alta fruta, se permite más exploración, más creatividad y más actividad social rica, pero cuando hay poca fruta, no se puede. Pasa lo mismo con la ciencia y la exploración cognitiva, geográfica, científica e intelectual. La condición de alta fruta es cuando hay recursos. Es el PIB de los países y la cantidad de calorías que tiene un organismo para poder gastar. Es su presupuesto de energía. El presupuesto de energía para la ciencia en Chile es paupérrimo comparado al de países de la OCDE. Al mismo tiempo, lo más irónico es que obviamente el discurso de los políticos chilenos hoy es que "la ciencia es muy importante". No me cabe duda de que así lo piensan, pero no veo que haya ninguna consistencia con las declaraciones de que la ciencia y la tecnología son el futuro de los países. Obviamente lo son y hay que invertir e
n eso, porque si no se invierte, no hay presupuesto de energía ni de tiempo. La innovación es cara para los sistemas.

-¿Qué opina de la creación del Ministerio de Ciencias?

-Me parece fantástico. Tenemos muchos talentos nacionales e interés. Hay una aventura de las ideas y del conocimiento y ojalá pudiéramos excitarnos más con esta aventura, porque al final le conviene a todos. No creo que haya una apatía. En ese sentido, tenemos que "salir del clóset". Pero nadie se atreve a nada. Si quieren ciencia, tecnología e innovación, se tiene que aumentar el presupuesto. Obviamente hay muchas maneras de hacerlo más eficiente.

-¿Cuáles son las diferencias de hacer investigación fuera y dentro de Chile?

-La principal diferencia son los fondos. En Chile, el paisaje de posibilidades se achica mucho si no tienes fondos. La ciencia es una labor colaborativa y si no puedes tener un equipo, no puedes proyectarte a un mediano plazo. Que se hagan las ciencias con los pocos fondos que hay es una tremenda gracia.

-¿De qué manera sus hallazgos la han ayudado a conocerse mejor?

-Me ha servido en muchos niveles, pero lo fundamental es cómo haces las paces con la diversidad de comportamientos y de emociones. Lo bonito de estudiar complejidad y evolución es que te das cuenta de que las cosas no son binarias, hay múltiples interacciones, y no se puede estar feliz todo el tiempo, no podemos pretender estar en un solo estado emocional. Es como empobrecer la riqueza existencial del ser humano. Verlo así te permite hacer las paces con el miedo, la desolación, la maravilla, la ansiedad, la tristeza, el cansancio, el amor y el desamor. Te das cuenta de que eres un sistema complejo y esa experiencia caleidoscópica de la vida es parte de la complejidad del sistema. Yo quiero complejizarme, no simplificarme. No quiero arrancarme de la complejidad de las emociones ni quitarme esa riqueza ni esa biodiversidad interna que es tan fantástica. Hoy todo se higieniza, se limpia, se homogeneiza, y yo no quiero que me quiten la capacidad de asombrarme. Tal vez se hace más probable que me caiga y me rasguñ
e las rodillas, como un niño, pero rasguñarse las rodillas también te hace resiliente. ya

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