El texto de la novela Respirar bajo el agua , publicada por Karen Codner Dujovne, está formado por dos monólogos que a pesar de desarrollarse de manera paralela son de distinta naturaleza y van orientados hacia opuestas situaciones. Uno es un discurso de duelo, el discurso de una mujer insomne, Jennifer Goldstein Klein, que habla a su empleada doméstica fallecida seis meses atrás. Su movimiento avanza desde la vida hacia la muerte durante un tiempo, cuya cronología está señalada con minuciosidad: se inicia a las 2:55 de la madrugada y termina a las 6:37 con la salida del sol. El segundo monólogo es un discurso de consolación: pertenece a Mirna Hueico, la empleada doméstica que también conversa con su antigua patrona en un tiempo no sujeto a precisiones temporales porque se enuncia desde la existencia de ultratumba y cuyo movimiento avanza, en consecuencia, desde la muerte hacia la vida. El orden alternado de ambos monólogos provoca la influencia recíproca necesaria para crear una nueva dimensión de realidad que, como indica el título de la novela, se manifiesta en la imagen surrealista que muestran las cosas cuando se respira bajo el agua. El motivo del diálogo de los muertos no es desconocido en novelas de autores españoles e hispanoamericanos. Tres relatos vienen inmediatamente al recuerdo: Cinco horas con Mario , de Miguel Delibes ; Pedro Páramo , de Juan Rulfo y La amortajada , de María Luisa Bombal. El motivo sirve con frecuencia para sacar a la luz situaciones de inequidad o de desequilibrio, de ausencias, heridas, olvidos o debilidades humanas que existen en el mundo de los que permanecemos aquí. El propósito de Karen Codner es diferente: descubrir las secretas y silenciosas correspondencias y afinidades que unen a dos mujeres de origen, educación y posición social diametralmente opuestos: Jennifer pertenece a la tercera generación de una familia judía observante que emigró a Chile huyendo de los pogromos en Europa; Mirna es una mapuche analfabeta que ha abandonado tu tierra original, Lanco, para trabajar en Santiago. La voz escrita de Jenny y la que musitaba Mirna en medio de los dolores provocados por un cáncer terminal no traen a la memoria del lector esa dialéctica del amor y el odio que menciona Jacques Lacan o el mimetismo paródico de que habla Homi K. Bhabha cuando analizan las relaciones entre amos y servidores. El texto de Karen Codner privilegia, por el contrario, una relación de perfiles tradicionales, dominada por afectos no declarados y desprovista de asperezas, donde los refunfuños de la patrona se diluyen en la imperturbable paciencia de la empleada. Es un vínculo que se fortalece durante los trece años que Mirna alcanzó a servir en casa de la familia Goldstein Klein, sito en una dimensión afectiva que nada tiene que ver con los deberes y derechos estipulados en un contrato de trabajo entre una patrona y su empleada doméstica: "Algo me sucedió cuando te conocí, Mirna, dentro mío se fue generando un cambio. Tan pequeño que al comienzo ni siquiera lo noté. Fue un germen. Una semilla". A medida que avanza en la novela, el lector percibe que dicho vínculo nace del encuentro entre dos mujeres que ocupan lugares opuestos en la escala social, pero cuyas vidas interiores se identifican recíprocamente porque han sido marcadas por rigores, pérdidas, ausencias e insatisfacciones semejantes. Patrona y empleada han compartido el mismo silencio que, según declara Jennifer, la ha acompañado desde que tiene memoria. Respirar bajo el agua sorprende por la pulcritud de la mirada con que se observa un sector de nuestra sociedad poco conocido por los lectores; por su sobresaliente y fina calidad estilística, y por la impecable construcción de un argumento que conmueve y emociona. Es una novela que se conserva largo tiempo en la memoria, porque en ella la palabra narrativa escapa de sus límites buscando expresar lo incomunicable: la fuerza penetrante del duelo y la generosa respuesta de la consolación. Respirar bajo el agua sorprende por la pulcritud de la mirada con que se observa un sector de nuestra sociedad poco conocido por los lectores.