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Dunas de la costa de Iquique:

Plantas develan los secretos de la camanchaca en los últimos 3.500 años

jueves, 24 de diciembre de 2015

Richard García
Vida Ciencia Tecnología
El Mercurio

El análisis de capas muertas, superpuestas como fósiles, revelan la lucha de la naturaleza con el desierto. Aunque la humedad ha crecido durante todo el período estudiado, el cambio climático amenaza con revertir la tendencia.



Pocos ecosistemas en el mundo están tan concentrados como los que se desarrollan en torno a los claveles del aire o tillandsias del desierto costero del norte de Chile. Solo existe vida en torno a estas plantas, las que crecen gracias a la neblina o camanchaca de la zona.

Así lo asegura Claudio Latorre, paleoecólogo del Centro del Desierto de Atacama (CDA) de la Universidad Católica y del Instituto de Ecología y Biodiversidad, quien desde el año 2007, por invitación del ecólogo Pablo Marquet, se ha dedicado a conocer en profundidad (literalmente) la historia que esconden estas singulares plantas en el entorno de Iquique.

Cuando los investigadores excavaban en las dunas de la zona para estudiar el desarrollo de la Tillandsia lambekii , la especie de planta más común en el área, se encontraron con numerosas capas de ellas superpuestas, enterradas bajo la arena como si fueran fósiles. La abundancia fue tal que decidieron datarlas.

"Nos dimos cuenta de que contábamos con un registro que nos permitía reconstruir la historia de la camanchaca durante los últimos 3.500 años, que es la edad que tienen las capas más antiguas", cuenta Latorre. Bajo todas ellas hay una costra de sal, tal vez evidencia de un antiguo salar, por lo que es probable que las plantas hayan migrado allí solo cuando comenzó a formarse la duna.

Cada capa de tillandsias representa poco más de cien años de crecimiento de estas plantas. "Hay como siete u ocho niveles de esta planta separados entre sí por capas de arena, lo que revela que hay períodos en que no se formaron tillandsias en la duna".

Eso demuestra que no es una población permanente, sino que intermitente. "Lo que pasa es que el tillandsial (que es como se conoce al ecosistema que conforman estas plantas) muere cuando es enterrado por la arena ya que, con el tiempo, la duna va creciendo en altura.

Estas plantas son parientes de las lianas, que crecen como parásitos sobre otros árboles en las selvas tropicales o bosques templados. Pero las que viven en el desierto se han adaptado a crecer directamente sobre las dunas, sin raíces.

"Se han especializado tanto a niveles microscópicos, macroscópicos e incluso de paisaje, para maximizar la captación de la neblina", destaca Latorre.

Es así como estas tillandsias , parecidas a guirnaldas, se distribuyen en forma de una densa malla y emplean los tricomas -unos apéndices que tienen las hojas-, para capturar en forma eficiente el agua.

Además, son capaces de controlar la apertura de los estomas, que son los pequeños poros de las hojas por donde liberan oxígeno y captan dióxido de carbono. En el resto de las plantas, estos están abiertos durante el día y cerrados en la noche, pero en las tillandsias ocurre lo opuesto, lo que les permite minimizar la pérdida de agua durante el proceso de fotosíntesis. "Es un metabolismo parecido al de las cactáceas y por eso son tan resistentes".

No solo obtienen agua de la neblina. También nutrientes como el fósforo y el nitrógeno.

Justamente, este último elemento químico ha sido el indicador que han empleado para reconstruir la historia de la camanchaca en los últimos 3.500 años.

"Lo que vimos es que en ese período la cantidad de agua que les ha estado llegando es cada vez más. Ha habido una progresión lenta hacia un aumento de las neblinas", explica Latorre.

Pero con el cambio climático el escenario está cambiando. "Lo que se ha visto en los últimos 50 años es que esa tendencia se ha revertido, de hecho incluso hay lugares del Norte Chico donde había cactus y que hoy están completamente secos. Sin embargo, es una escala temporal que no podemos detectar todavía con las tillandsias ".


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