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Estudio del MIT y la Universidad de Harvard analizó 68 clases virtuales por dos años:

Los cursos en línea no han logrado su objetivo de democratizar la educación

domingo, 13 de diciembre de 2015

Margherita Cordano F.
Educación
El Mercurio

Aunque prometían ser una opción para que más personas accedieran a aprender, la mayor parte de quienes se inscriben y certifican en estas plataformas gratuitas son usuarios que ya poseen un título y tienen un mayor capital social y financiero.



Siguiendo la tendencia internacional, hace algunos años las universidades chilenas comenzaron a ofrecer cursos masivos en línea: clases gratuitas y abiertas a cualquier persona con acceso relativamente constante a internet. A través de ellos, académicos de las distintas instituciones enseñan haciendo uso de lecturas y videos interactivos, mientras que las evaluaciones se relacionan con entregas vía web.

Solo este año, universidades como la Católica, de Chile y de Santiago ofrecieron cursos enfocados en la introducción de prácticas constructivistas en el aula, la obtención de herramientas para la publicación de datos y la capacidad de gestionar información en redes sociales.

"Es esencial entregar esta opción para asegurar el acceso y la igualdad de oportunidades a todos, como también para tener una ciudadanía informada y una fuerza de trabajo capacitada", explicó a "El Mercurio" la estadounidense Alexandra Pickett durante su visita a Chile hace dos años. La académica -profesora del magíster sobre educación web que ofrece la Universidad de Albany- indicó entonces que "el aprendizaje en línea es una forma de democratizar la educación".

Pero a pesar de que hace unos años esta parecía ser la promesa implícita detrás de los cursos gratuitos en línea, lo cierto es que esa sentencia no se está cumpliendo. Así lo plantean los investigadores John Hansen, de la Universidad de Harvard, y Justin Reich, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en la revista Science, donde publican un estudio que analizó 68 cursos virtuales ofrecidos entre 2012 y 2014 por las casas de estudio en las que ejercen.

Los académicos notaron que los usuarios de estas clases contaban con más recursos y educación que el estadounidense promedio, lo que contradice la idea de que los cursos masivos en línea permiten que la educación llegue a muchas más personas, en comparación a la opción universitaria pagada. La hipótesis es que las variables dinero y educación permiten conocer sobre la existencia de estos cursos. Sin estas dos cosas, es difícil interesarse.

"Los datos sugieren que un ingreso adicional de 20 mil dólares al año -cerca de 14 millones de pesos chilenos- aumenta las probabilidades de participación en 27%. Por cada año adicional de escolaridad, las probabilidades de inscribirse en un curso en línea aumentan en 69%", indica el estudio.

En la revista se explica que los adolescentes cuyos padres tienen una licenciatura universitaria aumentan 1,75 veces su posibilidad de terminar un curso en línea, en comparación a los hijos de papás que no poseen título.

"Las personas con mayor capital social, tecnológico y financiero suelen tener la opción de acceder antes a las nuevas tecnologías educativas, lo que les permite sacarles mayor provecho", comenta Hansen desde Estados Unidos. "No tiene mucho que ver con el acceso a internet. Eso puede que sea parte de la historia, pero no es lo principal. Simplemente se relaciona con el uso que se le da a esta herramienta", plantea.

Para Cristian Ocaña, director ejecutivo de Edutic, asociación de profesionales chilenos ligados a instituciones de Educación Superior y cuyo objetivo es potenciar la innovación en el aula, el fenómeno es uno que puede asociarse al país. "Un estudio que no conduzca a un título -los cursos en línea suelen entregar certificaciones- desalienta a seguir en él. En Chile no tenemos la cultura de aprender por aprender, tenemos la idea de que un título significa más renta", indica.

Por esta razón, bajo su mirada, "quienes cuentan con una formación superior no sufren tanto del paradigma cultural ni del peso de lo que significa un título como los que no lo poseen, por lo que tienen una conciencia más predispuesta al aprendizaje". Es decir, a inscribirse.

Usuarios tempranos

Consultados respecto a los resultados de la publicación, representantes de Coursera (plataforma de educación virtual desarrollada por la Universidad de Stanford) y MiríadaX (proyecto español con más de 45 universidades asociadas y que supervisa la Red Universia) dijeron que no es raro que ciertas tecnologías demoren en llegar a todo el público. Ambas entidades hablan del usuario temprano -"early adopter"- al referirse a esto. "Es mucho más probable que estas personas vengan de ambientes aventajados", comenta Daphne Koller, presidenta y cofundadora de Coursera.

"Es normal que con los cambios tecnológicos los primeros en adoptarlos sean los del gremio, luego los usuarios avanzados y después el resto", agrega Pedro Aranzadi, director corporativo de Conocimiento en Abierto de Universia. "En cualquier caso y aunque en términos porcentuales su representatividad sea todavía menor, en términos absolutos cientos de miles de desfavorecidos acceden al día de hoy a conocimiento inalcanzable para ellos hace unos pocos años", indica.

Bajo la mirada de Koller, el estudio publicado en Science puede complementarse con otro dado a conocer por Harvard Business Review y en el que participaron las Universidades de Pensilvania y Washington. "Entre los latinoamericanos que se inscribieron a Coursera para continuar aprendiendo, 92% reportó beneficios. Más importante aún, aquellos que venían de contextos desaventajados o no tenían un título, sentían tener más beneficios", dice sobre la investigación.

De ahí que la postura de ambas plataformas sea seguir trabajando y darse a conocer ampliando sus redes de difusión (ver recuadro).

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