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"Banal o en qué pensabas mientras te demolían"

La voz como voto político

viernes, 27 de noviembre de 2015

por Andrea Jeftanovic
Teatro
El Mercurio

"Este texto original gana con la excelente dirección de la actriz y directora alemana Heidrun Breier".



Las mujeres han conquistado el derecho a voto, el acceso al mundo laboral, la participación pública pero no se han librado de la dictadura de la imagen física. Y quizás tampoco se han librado del mandato de la vida privada ("una mujer de bien"). Muchas veces la mujer queda reducida a un cuerpo que circula en calidad de mercancía, moneda de cambio, chivo expiatorio, cuerpo sacrificial, como lo vemos en los medios a diario. Y también alrededor de la mujer surgen fuertes industrias del embellecimiento, el antienvejecimiento, la moda y más. Sin duda, el mercado ha visto un nicho lucrativo en el mandato de "la buena presencia". "Banal o en qué pensabas mientras te demolían" (en el centro GAM) es una obra performance y un ensayo filosófico que alude con agudeza a esa violencia subterránea y cotidiana.

El teatro también puede ser un ensayo lúcido, sarcástico sobre el abuso de las mujeres como iconografía, mercancía y víctima. Curiosamente es una obra escrita por un hombre, el destacado dramaturgo y filósofo Mauricio Barría, que ya nos había deleitado con obras premiadas (por ejemplo, "El peso de la pureza", "Impudicia"), pero que ahora regresa a las tablas en otro registro. Barría es de esos autores que transita del análisis teatral a la creación, ida y vuelta, alimentando una producción relevante y contemporánea. La pieza expone de un modo descarnado que la prostitución no se acaba en la figura de una mujer parada en una esquina bamboleando una cartera, sino que "la trata" continúa en lugares más solapados, pero igualmente feroces: en la entrevista de trabajo, en la conquista amorosa, en la publicidad, en el desarrollo profesional, el entrenamiento físico, en el discurso médico y más.

Una solvente trilogía de actrices (Soledad Henríquez, Ana Laura Racz y Emilia Cadenasso) sostiene la tesis mencionada. Las actrices se ensamblan en cuerpos y voces ágiles, que desde distintas edades y cuerpos exploran todos los registros de la expresión femenina, transitando por la sensualidad, la ironía, la ridiculez, el sometimiento, el miedo, la inseguridad, el desenfado, el sentido del humor. A veces las tres mujeres se enfrentan en un ring de juicios cruzados de tres generaciones distintas, otras veces son aliadas para reafirmar la misma idea. Por ejemplo, cuando alegan graciosamente "las palabras no sirven cuando no van acompañadas de la tenida y la cartera adecuada". O bien, cuando rondan la violencia de género con la frase "la mano imprime en mi cuerpo su ley". También hay imágenes muy certeras y lúdicas como "la cartera de una mujer es extensión de su hogar".

Este texto original gana con la excelente dirección de la actriz y directora alemana Heidrun Breier, que ha contribuido con interesantes trabajos, traducciones y montajes a la escena nacional. Esta vez se aprecia una autoría madura en una apuesta que potencia el coro de mujeres en varios niveles. La mujer del coro griego, la mujer y el chisme colectivo, la junta de vecinas. De especial interés es cuando se trata de un grupo heterogéneo de féminas que emerge desde la audiencia y se suma, con cartera al hombro, al elenco entonando sus voces y reiterando parlamentos o canciones. Todas ellas miembro de los Coros Ciudadanos (la valiosa iniciativa de los hermanos Gopal y Visnu Ibarra y el GAM, que busca entregar herramientas sensibles a mujeres y niños a modo de reparación y estímulo posicionándolos no solo como receptores de arte sino también como agentes creativos) que se lucen con el oficio del canto, con las posibilidades de subir y bajar escalas y melodías.

El espectáculo se organiza en tres secciones: "La performance del producto", "Cartografía del cuerpo prostituido" y "Reality Show", dice que podría suceder en "cualquier esquina de una ciudad latinoamericana". La obra pertenece a ese teatro posdramático que no pretende contar una historia con desarrollo en una unidad de tiempo particular, es más bien un devenir de conceptos, interpretaciones que por medio del uso de medios audiovisuales y coreografías despliega recursos y lecturas presentes. Así se suceden cuatro cuadros dinámicos de un grupo de mujeres picando cebollas o posando como maniquíes.

El montaje también indica que alrededor de la mujer circulan poderosas industrias farmacéuticas para detener el paso del tiempo y eliminar todo tipo de marcas ("Sin marcas de juventud/Sin marcas que queden/Nada que no borre una buena operación") porque el cuerpo femenino está bajo el mandato de la uniformidad estética ("la delgadez es una condición necesaria pero no suficiente"). Algo así como una construcción artificial, a lo cyborg, con inyecciones, bisturí y ejercicios físicos extenuantes. Todo para aspirar a transformaciones que la sitúan casi en lo poshumano ("Glúteos electrotonificados", "Nada que no quite un buen lifting"). Y también se cuestiona el mandato moral, "ser mujer de bien", cuando al mismo tiempo, y de modo esquizofrénico, se muestra la dinámica de la farándula en la que se participa exponiendo la vida privada, no como un gesto descuidado, sino como un frío cálculo para escalar socialmente.

El derecho a voto, el poder emitir la preferencia política en un sufragio, no basta. El derecho a voz, no solo para cantar, sino para dar con el propio tono es también importante. Porque si bien "Banal" critica la docilidad de las mujeres para entrar en el mercado y aceptar el canon físico y de conducta, al mismo tiempo está diciendo otra cosa. Porque es indudable que este colectivo de mujeres, actrices profesionales y cantantes aficionadas, se empodera sobre el escenario y nos anima a salir de la actitud de rebaño, a salir del mercado y su fetichismo, a salir de la esquina chismosa, a salir del rótulo y de los mandatos para ir a buscar otros horizontes y perspectivas. Derecho a voto, pero con voz.

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