Es habitual escuchar debates entre una derecha que defiende la eficiencia económica y una izquierda que aboga por la justicia social. Curiosamente, lo normal es que se terminen promoviendo fórmulas populistas que resultan injustas y a la vez ineficientes.
Se busca ayudar a las nanas con contratos más estrictos, pero en solo unos meses treinta mil se quedan sin trabajo. Se trata de “nivelar la cancha” empoderando a los sindicatos y entregando educación gratuita, pero trabajadores y estudiantes sufrirán las consecuencias de malos proyectos. Más cesantía y mayor segregación entre ricos y pobres.
Mientras que antes de aprobarse una ley no exista la obligación de demostrar con rigor los impactos económicos y sociales (como muchos en la OCDE), en Chile seguiremos repitiendo el dicho popular: “No me ayude, compadre”.