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Fuente Alemana
La fuente de soda


viernes, 23 de octubre de 2015

Ruperto de Nola
El Mercurio


Inexplicable nombre para una sanguchería. ¿Quizá algún "creativo" imaginó antaño un surtidor de agua gasificada que congregaba al gaznaperío a ingerir sus condumios? Onírico. Como "la fuente de la juventud" (eterna) y otras cosas igualmente improbables.

De las "fuentes de soda", la Fuente Alemana es el compendio y repositorio de virtudes y vicios de todas ellas. Uno pierde la cuenta de las décadas de historia santiaguina que abarca su existencia. Reconforta ver viejas caras de "maestras" que manipulan y fríen cosas en las viejas planchas y en esas especies de bateas con caldo donde cuecen el chancho. Igual que el primer día. Sólo que ahora, los lomitos y demás sánguches han añadido más de "un codo a su estatura": no los hay con menos de 8 o 10 centímetros de alto. Lo cual ha producido modificaciones en la bocaza del chilenito: se han relajado las coyunturas de las mandíbulas para abrirse todo lo necesario. Aunque, claro, el fruncimiento exige tenedor y cuchillo, que es ahora lo normal. Normal, pero contra natura. Y modificaciones también en el tracto digestivo. Porque quien hace 80 años se alimentaba de cazuelas, porotos con mazamorra y humitas, hoy ingiere una cantidad indescriptible de lípidos sobre lípidos.

¿La realidad?

Los lomitos completos traen una cantidad tan grande de palta y nívea mayonesa (no industrial), que la carne casi desaparece bajo su presión. Pero, "igual llenan", efecto no despreciable. Recordamos cuando la cantidad de mayonesa no era letal para el "habitué", y se podía todavía tomar el sánguche con las manos...

Las fricas (entiéndase fricandelas) son un excelente recordatorio de las antiguas croquetas que se comían en las casas; pero sólo eso. La que comimos ahora era demasiado seca y compacta, pedía más cebollita y, sobre todo, el indispensable perejil. Recordamos que las gordas antiguas eran más gordas y cortas. Y el churrasco mantiene el sabor, antiguo, tradicional, de carne frita en exceso, o sea, de delicadas láminas, saladitas, de suelas de zapato. Así eran las cosas antes; así siguen siendo. Viva.

El local ha incorporado nuevas preparaciones, como el Rumano, mezcla de carnes de chancho y de vaca, con abundante ajo. Bien. Y al almuerzo ofrecen algunos platos ("colación"), como riñones con arroz y otros similares. Todo esto a precios inverosímilmente bajos, que oscilan entre los $3.000 y los $6.000. Hay abundantes cervezas y, si se pide además una fanta, inmediatamente ofrecen un vaso extra para fabricar el "fanchop" con que estragan su paladar las masas. No hay postres. Lo más dulce, diversos jugos de fruta (no "vitamina", como llaman a los puros).

O sea, un viaje al pasado. Viaje de pie: cuesta encontrar dónde sentarse. Tener paciencia, o comer de pie. Pero la gazuza chilena de lípidos (palta, mayonesa) comienza a desvirtuar y arruinar los viejos sánguches. Cierra a las 10 de la noche. Av. Pedro de Valdivia 210, 2 2233 4705.

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