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Reedición La historia tras un poemario

La pasión terrible de Idea Vilariño

domingo, 04 de octubre de 2015

Roberto Careaga C.
Revista de Libros
El Mercurio

Figura central de la poesía uruguaya, en 1957 Vilariño publicó su libro más legendario, Poemas de amor , un volumen rabiosamente confesional inspirado en el intenso romance que tuvo con Juan Carlos Onetti. Ahora Ediciones UDP lo rescata.



Llevaban años sin verse. Más de una década. Más que cualquier cosa, se habían destruido. También se habían amado. Entonces Juan Carlos Onetti cayó enfermo en un hospital en Montevideo, y el 15 de marzo de 1974 entró a su pieza la poeta Idea Vilariño (Montevideo, 1920-2009). La esposa del novelista, Dolly, los dejó solos; sabía perfectamente que ella había sido su amante. En el cuarto pasaron del silencio a los reproches, luego a las aclaraciones, después bordearon el llanto. En el momento en que ella se acercaba a tocarle la mejilla, él se incorporó con desesperación, y le dio el "beso más tremendo" que nunca le habían dado a Vilariño. Tanto, que venía acompañado de un lamento. "Era lo de siempre; me tenía en sus manos, me partía en dos", recordó ella años más tarde. Cuando volvió Dolly, minutos después, él la saludó con otro beso en la boca. Idea dejó el hospital y esperó el bus de vuelta a casa con ganas de llorar. O morirse.

Vilariño no murió. Vivió treinta años más, consolidándose como la poeta más importante de su generación en Uruguay, la del 45, la misma de Mario Benedetti, Ángel Rama, Ida Vitale, y el mismo Onetti. También fue traductora, ensayista, crítica literaria, profesora, siempre sobresaliente. "Algún día seremos recordados como los contemporáneos de Idea Vilariño", dijo Emir Rodríguez Monegal, otro de la pandilla. Intensa, seductora e insobornable, hasta poco antes de su muerte siguió contando detalles de esa tormentosa relación que vivió con el autor de El astillero : "Yo no debí haberme enamorado nunca de Onetti. Era el último hombre que tenía que haberme gustado. (...) Éramos unos monstruos", le dijo a la periodista María Ester Gilio poco antes de morir. Si le preguntaban, era porque ella había puesto el tema.

Tras publicar cinco libros, en 1957 lanzó el más ineludible, el más rabiosamente confesional: Poemas de amor . La dedicatoria no daba lugar a dudas: "A Juan Carlos Onetti". Eran un puñado de poemas secos y nihilistas hechos al calor de ese amor frustrado. El volumen creció con los años, y justo al siguiente, el 58, sumó el más célebre, "Ya no". Es pura resignación: "Ya no soy más que yo / para siempre y tú / ya / no serás para mí / más que tú. Ya no estás / en un día futuro / no sabré donde vives / con quién / ni si te acuerdas. / No me abrazarás nunca / como esa noche / nunca. / No volveré a tocarte. / No te veré morir". Era el preferido de Onetti, quien se enojó al encontrar nuevas ediciones sin la dedicatoria original; porque Idea se la sacó y volvió a poner varias veces.

Según Milagros Ábalo, "Ya no" es el "poema-corazón-palpitante" del libro que ahora rescata Ediciones UDP. Ábalo lo plantea en el prólogo del volumen que acompaña a la nueva edición, en el que describe así el tono que ocupa Vilariño: "La primera palabra del primer poema, titulado 'Un huésped', es 'no': "No sos mío", parte diciendo ese texto, que fija las líneas de lo que vendrá en el resto de las páginas: el amor como huésped, como algo que va y vuelve, como pasajero en tránsito o, derechamente, como pura ilusión donde sólo queda "la soledad que es / la única certidumbre". El amor más como pensamiento que como realidad".

Toda una vida

La historia entre Vilariño y Onetti comenzó en un bar de Montevideo a principios de los años 50. Arrastrada por unos amigos de la revista Número, llegó a un encuentro con el novelista. Iba preparada para la peor impresión: lo tenía por un "cretino". Él, a su vez, creía que era una gorda buscando hombres para pasar la noche. Algo no calzó en los planes: Onetti se encontró con un "ser delicado con una sonrisa giocondina" y Vilariño con un "seductor muy inteligente". Tras ese encuentro, el escritor viajó a Buenos Aires e inició una insistente correspondencia que cuando no se encubría de mensajes para Número, era directamente para ella. Idea entendió más rápido lo que le pasó: "Esa misma noche me enamoré de él. Me enamoré, me enamoré, me enamoré", contó.

Ese amor iba a ser determinante en la vida de Vilariño, pero a esas alturas, en sus 30, ya era una mujer experimentada. Apaleada también. Tras la muerte de su madre, de su padre y de uno de sus hermanos, en un periodo de cinco años, a los 25 tuvo que hacerse cargo de sus dos hermanos menores. Uno de ellos era una enferma crónica que creció enyesada. Idea distaba de estar sana. Peor que su asma, fueron los eczemas: a fines de los 40, y por casi tres años, la primera capa de su piel literalmente era erosionada por un líquido interno hasta caerse. Esos antecedentes serían decisivos para la parte trágica de la leyenda Vilariño, que también tuvo una parte dura alimentada por su estricto compromiso político con la izquierda y una personalidad no del todo amable. Pero fue la pasión de monstruos que vivió con Onetti la responsable mayor del mito.

Ella misma lo contó. Después de las cartas empezaron una relación hecha a chispazos. Sin compromisos. "Había un hombre que llegaba a mi casa sin aviso, a cualquier hora. Cerrábamos las puertas y las ventanas. Se detenían todos los relojes. Ya no sabíamos si era de día o de noche o si era sábado. Nos transformábamos en enemigos, en parientes, en desconocidos. Era una experiencia de éxtasis", contó Vilariño, que también supo hablar del lado oscuro: en medio de una de esas jornadas, Onetti le contó que se iba a Buenos Aires, y ante la pregunta de ella ("¿por qué?"), él respondió sin inmutarse: "Tengo que casarme".

Onetti se casó en 1953 con Dorotea Muhr, Dolly, pero no dejó a Vilariño. No se preocupó de escondérselo a su esposa. Eran, siempre, visitas intermitentes. Ella trataba de olvidarlo; incluso empezaba relaciones con otros hombres, y de pronto llamaba Onetti: "Y se iba todo al demonio", contó ella. Una tarde de agosto de 1961, mientras estaban juntos, fue asesinado por error el profesor Arbelio Ramírez con una bala que iba para el Ché Guevara. Enterada, Idea se preparó para ir a una asamblea, y justo al llegar a la puerta, el novelista la detuvo: "Si te vas, no me ves más", le dijo. Ella dudó, pero se fue. Al regreso encontró una nota con insultos escrita por su amante. Solo volvieron a verse de nuevo en 1974 en el hospital. Después ya no hubo más.

Lo que vino fue la vida. Se casó, escribió otros libros, tuvo una activa vida política. También engrosó Poemas de amor . De la decena de textos que incluía la primera edición, con los años llegó a tener 67. No todos para Onetti. Fue su forma de "exhibir su corazón desecho", según dijo Idea, que tampoco había sido dócil con ese hombre: "Yo muy a menudo decía no". Lo trató de burro, de perro, de bestia. Les dijo que no a muchas cartas en que le pedía que volvieran a verse. Y desde esa negación también surgen los poemas. Así lo plantea Milagros Ábalo: "No, ni, nunca, nada, nadie. Vilariño es sistemática, casi obsesiva en repetir esos vocablos del no ser, como si ahí, en ellos, se ensamblara la historia de amor y desamor que aquí es pintada con sombría desolación mistraliana".

Vilariño se resigna a la soledad. Lo intenta. Y en ese tránsito escribe poemas despojados y musicales, que, por supuesto, puede leerse sin saber nada del destinatario. "Amor / desde la sombra / desde el dolor / amor / te estoy llamando / desde el pozo asfixiante del recuerdo / sin que nada me sirva ni te espere", escribe en "Te estoy llamando". En uno de los dos poemas llamados "Adiós" es definitiva: "Aquí / lejos / te borro. / Estás borrado". Pero en "O fueron nueve", dota a esos fogonazos que fueron su historia con Onetti como el corazón de su existencia: "Tal vez tuvimos solo siete noches / no sé / no las conté / cómo hubiera podido. / Tal vez no más que seis / o fueron nueve. / No sé / pero valieron / como el amor más largo / Tal vez de cuatro o cinco noches como esas / pero precisamente como esas / tal vez / pueda vivirse / como de un largo amor / toda una vida".

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