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"La Divina Comedia" Entrevista al Premio Nacional de Literatura

Raúl Zurita: "Dante es la gran alegoría de la muerte de la poesía"

domingo, 20 de septiembre de 2015

Juan Rodríguez M.
Artes y Letras
El Mercurio

Primero en su infancia y luego en su obra -desde "Purgatorio" y "Anteparaíso"-, el trabajo de Dante es parte de la memoria del poeta chileno. En esta conversación, a 750 años del nacimiento del florentino, despliega las que para él son las claves "del poema más perfecto de la historia". Del poema que, también, anuncia la soledad del siglo XX.



Giovanni Boccaccio, el primer y tal vez más famoso biógrafo de Dante Alighieri (1265-1321), cuenta que la madre del poeta florentino tuvo un sueño en el que su niño se convertía en un pavo real. Habría sido una premonición de la gloria que, 750 años después de su nacimiento, todavía nos hace hablar del hombre que imaginó el más allá en su "Commedia", conocida luego, gracias al mismo Boccaccio, como "La Divina Comedia": el poema en tercetos que recorre el infierno, el purgatorio y el paraíso, y que Dante escribió, se cree, durante los últimos quince o veinte años de su vida.

No hay certeza sobre el día en que nació Dante, pero a partir de algunas alusiones del propio autor en su primera obra, "Vita Nuova", se estableció el 29 de mayo de 1265 como la fecha más probable para el alumbramiento. Por eso el mundo, y especialmente Italia, ha dedicado este año a celebrar al "poeta supremo", según lo llaman sus compatriotas.

Es por eso, también, que el poeta chileno y Premio Nacional de Literatura Raúl Zurita accedió a hablar sobre la obra que forma parte de su poesía. La obra que recita en italiano y que está traduciendo en rima, aunque -aclara- lo hace "sin un horizonte final de tiempo". Y sabiendo, primero, que es una tarea imposible "porque sin la tersa rima" se desarma y, segundo, que las vesiones en rima son ilegibles. ¿Y en prosa? "Entiendes el sentido, pero en Dante sentido y lengua, sentido y sonido son exactamente la misma cosa. De modo que al traducir el poema a prosa inevitablemente lo transformas en novela. Lo transformas en un género menor".

La poesía del italiano es para Zurita algo así como la fuente que una vez conocida siempre obliga a volver a ella. Sus dos primeros libros se titulan "Purgatorio" (1979) y "Anteparaíso" (1982). Y hay otro, "La vida nueva" (1994), que toma su nombre de la primera obra de Dante y que ya daba título al último poema de "Purgatorio" y al primero de "Anteparaíso".

Sin embargo, el encuentro del chileno con "La Divina Comedia" es anterior a su oficio de escritor.

La nostalgia de una abuela italiana

De una crisis a otra. Así fue el viaje que llevó a Josefina Pessolo, la abuela de Zurita, desde Italia a Iquique. La crisis del 29 la arruinó a ella y a su marido, así es que se vinieron a Chile en 1932, al norte, donde el bisabuelo o tal vez el tatarabuelo del poeta era dueño de unas manzanas de casas. Era la época del salitre, una promesa de nueva prosperidad, pero, como sabemos, la crisis bursátil también le pegó fuerte a Chile: "Se habían quedado sin nada en Italia, mi abuela era de Génova, había estudiado arte en una academia, y cuando llegaron, las casas no valían un peso, Iquique era una ruina. Tuvieron una vida muy dura, con mi madre de adolescente", cuenta Zurita.

Su madre tenía catorce años al llegar a Chile. Pasado el tiempo, se casó, lo tuvo a él y a su hermana, y enviudó luego de que su marido muriera a los 31 años. Sola, con su madre y sus hijos, le tocó salir a trabajar, y a los niños quedarse al cuidado de la abuela.

"Mi abuela fue una persona absolutamente nostálgica de Italia. Siempre le pareció que el país al que había llegado era una miseria. Nunca aprendió a hablar bien castellano", recuerda Zurita. "Y la forma que tenía, yo creo, de luchar contra su nostalgia era hablarnos permanentemente de Italia, a mí y a mi hermana cuando éramos niños. Hablaba de sus músicos, de Verdi, de Miguel Ángel, de Da Vinci, pero el que más aparecía era Dante. Nos contaba cuentos, y esos cuentos siempre tenían que ver con 'La Divina Comedia'. Los que más le gustaban eran los del infierno, se los sabía de memoria. Entonces, para mí, 'La Divina Comedia' nunca ha sido algo intelectual, ha sido una cosa biográfica, de vida, porque yo amaba a mi abuela. Nunca me pude sacar ese libro de encima, y cuando comencé a escribir empezó a aparecer la voz de mi abuela contándome sus cuentos, sus historias de Francesca y Paolo de Rímini, del conde Ugolino".

Zurita se detiene en esa historia, la del hombre encerrado en una torre -en el noveno círculo del infierno- que, según sugiere el poema, se come a sus hijos. "A mí lo que me impresiona es cuando el niño, el más chico, cree que el padre, por angustia, se quiere comer a sí mismo, y le dice 'padre, si es tanta tu hambre, por qué mejor no nos comes a nosotros'. Eso es sobrecogedor". Como lo es la frase que recibe a Dante en la entrada al infierno: "Abandonen toda esperanza, ustedes que entran".

"Es feroz", dice Zurita.

El cono invertido

Entre las cosas que más deslumbran a Zurita de la "Commedia" está su estructura. "La simetría" del poema, el terceto, el hecho de que cada una de las tres partes termina con la palabra estrella. Y "ese cono invertido que describía mi abuela", el que lleva a Dante por el infierno, hacia el purgatorio y finalmente al paraíso.

"El dibujo arquitectónico de 'La Divina Comedia' es impresionante y nos muestra que la estructura de un infierno, un purgatorio y un paraíso, a lo mejor, está anclada en el inconsciente. Es casi como la estructura de la mente o del pensamiento", dice. "Me fascina, siempre me fascina".

"Es el poema más perfecto en la historia de la poesía, más perfecto que la 'Ilíada', que la 'Odisea'. No sé si sea el mejor, pero sí es el más perfecto estructuralmente. Y, más encima, posiblemente sea el único de los grandes poemas que no decae absolutamente ni un segundo, incluso para nuestra mentalidad del siglo XXI. Es impresionante cómo el tipo logra mantenerlo durante catorce mil y tantos versos. La rima, como se encabalga".

"Es un prodigio de sentido, de sonido. Parece que hubiera sido escrito por un río, no parece una obra humana, por la naturalidad con la que fluye, permanentemente, aunque esté hablando de las cosas más abstractas. Fluye como si fuera lo único posible de decir", explica -asombrado- Zurita.

Un cruce de miradas

Leemos en "Vita Nuova" de Dante: "Luego de mi nacimiento, el luminoso cielo había vuelto ya nueve veces al mismo punto, en virtud de su movimiento giratorio, cuando apareció por vez primera ante mis ojos la gloriosa dama de mis pensamientos, a quien muchos llamaban Beatriz".

Dante la vio solo dos veces, y el único contacto que tuvo fue un cruce de miradas. Pero bastó para que la vida del poeta se revolucionara, para que se enamorara de ella. Para que, luego de que la joven muriera, imaginara el paraíso donde podría encontrarla, guiado por Virgilio, previo recorrido por lo que Zurita califica como "un gran retrato de todas las pasiones, emociones, pulsiones y gestos humanos". Un "fresco", dice, "solamente comparable con Shakespeare. Yo me quedo con Dante".

-¿El poema es una alegoría?

"Si fuera así, ya no se entendería, porque todos los referentes han muerto. Creo que la vigencia del poema va por otro lado. Es el gran poema de la soledad humana. Un ser que se enamora de una muchacha a la que ha visto dos veces, a la que no le habló. Esa muchacha se muere, y él escribe una cosa tan increíble, tan absolutamente colosal como 'La Divina Comedia' nada más que para escuchar que Beatriz le dice que lo ama, que está preocupada de él. Ahí tú entiendes que toda gran obra literaria, aunque tenga cientos de personajes -como 'La Divina Comedia' o 'La guerra y la paz'- o tenga uno solo -como los poemas de Cavafis o de Ungaretti-, toda obra literaria es un monólogo. Siempre eres tú hablando contigo mismo. El poema de Dante es el gran monumento a un cruce de miradas. El cruce de miradas es el acto más básico del ser humano: te miras con otro, cruzas las miradas, y ahí se construye una sociedad, se construye todo. Dante cruzó la mirada con una niñita y hace algo tan impresionante como 'La Divina Comedia'".

-¿Qué representan el infierno, el purgatorio y el paraíso?

"Lo que te decía, son estructuras casi mentales. Que en ese momento, claro, tenían una verdad social absoluta, en el mundo del medioevo, del tardo-medioevo, donde el cristianismo al mismo tiempo que alcanza su apogeo como creencia, comienza también su despedida. Al final del poema, Dante ve a lo que se supone es Dios, porque no lo dice, pero dice que tiene el color del semblante humano, el color de nuestras caras. La interpretación inmediata es que se trata de Jesús, pero yo me he permitido otra lectura: no es que vea a Dios, ve su propio rostro y lo ve con el fondo infinito de las estrellas; o sea, la suprema soledad. Se dice usualmente que la 'La Divina Comedia' es el poema máximo del cristianismo; yo no creo, yo creo que es el poema que marca el momento en que Dios se retira de la historia humana. Y hay que suplirlo como sea. No sé si se me entiende. El 'Cántico Espiritual', de san Juan de la Cruz, es una oración tan diáfana con su creencia, no necesita demostrar la presencia de Dios, está atravesado por ella. Dante, en cambio, con esa tremenda construcción que es la 'La Divina Comedia', es como si quisiera disimular que Dios no está, y suplirlo con las obras humanas".

-¿"La Divina Comedia" se puede comprender en un mundo secular?

"Si te fijas en el arte del siglo XX -en el cine, en películas como las de Bergman, o autores como Jean- Paul Sartre-, nunca en la historia humana se produjo un arte más desolado, más desencantado. Se ha retratado el horror, la tragedia, la pena, pero la desolación, el desamparo, la desilusión es el gran arte del siglo XX. 'Dónde va toda esa gente sola', dice John Lennon; o sea, desde Lennon hasta Sartre se trata de la soledad, de la absoluta sensación de vivir unas vidas vacuas. El mismo Sartre decía que vivir era como tomarse un vaso de agua sin tener sed. Bueno, Dante es el que adelanta ese panorama. Antes que Nietzsche, es el gran profeta del desierto o de la soledad del cielo estrellado".

La agonía de la palabra

Para Zurita, "un poema siempre es la lucha a muerte entre lo que un ser humano, el poeta, quiere decir a través de la lengua y lo que la lengua quiere decir a través del poeta. Generalmente, los grandes poemas representan el triunfo de la lengua sobre la voluntad individual. Fíjate en Neruda, las 'Alturas de Macchu Picchu' -'Sube a nacer conmigo hermano / Dame la mano desde la profunda / zona de tu dolor diseminado'- es un poema cristiano, es el gran mito de la resurrección, y quién lo escribe, un poeta absolutamente ateo, marxista, que no tiene ninguna fe ni sueño de una trascendencia, no le importa, no lo considera. Y sin embargo escribe lo que a mi juicio, tal vez, sea el poema más grande que ha producido el cristianismo después de san Juan de La Cruz".

Ese triunfo de la lengua es lo que ocurre con Dante y su amor por Beatriz. Y al parecer es lo que olvidaron los poetas: en su ensayo "Poesía y nuevo mundo", Zurita dice que el dolor y el amor que exceden la palabra son, respectivamente, el infierno y el paraíso de la poesía; el purgatorio es el lenguaje. Meditación que se completa en "Los poemas muertos" (reunido con el primer título por Libros de la resistencia), donde habla del colapso de la escritura y de la "agonía de las lenguas y los mundos".

-¿En qué reconoce esa agonía?

"Yo creo que la poesía es un lenguaje que está en retirada. Es un gran arte que se está apagando, que está muriendo. Nicanor Parra lanzó su famoso 'los poetas bajaron del Olimpo' y fue leído como una celebración, cuando en realidad era la gran derrota. La intuición de Parra es genial como lo es él, es la gran intuición de un genio, pero lo que estaba anunciando era algo absolutamente feroz. Entonces, lo último que se les puede pedir a los poetas es que, okei , bajaron del Olimpo, ya se lo farrearon todo, ahora vayan de vuelta para arriba a entonar los últimos cantos de un gran arte que muere".

-¿Por qué muere?

"Porque la poesía, tal como se ha venido practicando, le ha dado la espalda al mundo, no tiene nada que decir de él. Está sepultada bajo toneladas y toneladas de poesía autista, poesía del 'yo, yo, yo'. Si viniera un marciano y la única información que tuviera del mundo fueran los libros de poesía de los últimos cien años, llegaría a la conclusión de que en la Tierra no pasa absolutamente nada, que todo se reduce a los problemas de soledad, de desencanto amoroso y del 'yo, yo, yo'. La poesía se transformó en una artesanía menor, insignificante, de sonrisas tardías y de poemitas histéricos".

-¿No son el monólogo, el amor ni la soledad de Dante?

"El yo, esa gran construcción de la cultura, se construye a partir de Homero, a partir del Éxodo. Moisés ve la zarza ardiendo y Dios le dice: 'Descálzate porque estás en tierra sagrada'. Y el tipo le pregunta: '¿Quién eres?, para decirles (a los israelitas) quién me está ordenando que los libere del cautiverio de los egipcios'. Y él le dice: 'Yo soy el que soy'. Por lo tanto, Moisés deberá contestar 'yo soy' me mandó a liberarlos. El yo, hasta la gran deconstrucción rimbaudiana, es un otro. Pero ese yo no tiene nada que ver con el de la poesía actual. El 'yoísmo' es precisamente la renuncia al vértigo y a la grandeza del 'soy el que soy'".

-Al comienzo de "La Divina Comedia" Dante les pide a las musas que "renazca la poesía muerta...".

"'Que renazca la muerta poesía'. Es un tema increíble. Dante es también la gran alegoría de la muerte de la poesía, pero se adelanta seis siglos. En el fondo, los personajes del infierno están ahí porque no pudieron verse más que a sí mismos. Ahí está la analogía con esos poemitas -aunque hay excepciones grandiosas-, con esas montañas de poemas que solamente pueden verse a sí mismos, que le dan la espalda al mundo".

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