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No es mi mascota es mi hijo

sábado, 29 de agosto de 2015

Por Carla Ruiz Pereira foto Sergio López Isla
Crónica
El Mercurio

En apenas cinco años, revolucionaron no solo el mercado, sino que también a la familia chilena. Perros y gatos son cuidados como un miembro más, con pieza propia, alimento gourmet y hasta isapre. ¿Cómo explican sus dueños esta devoción?



Como todos los días, Marité Abeleida y Pablo Martínez estaban listos para ir a dormir. Eran las once de la noche. Habían apagado el televisor y a Julieta (3 años) se le cerraban los ojos del sueño. Marité la tomó con delicadeza, la acurrucó en sus brazos y la envolvió con su manta de polar. Pablo le abrió la puerta.

La pieza de la más pequeña de la casa estaba a la temperatura justa. Una hora antes, Marité se había preocupado de dejar el calefactor eléctrico encendido. Entraron con Julieta en brazos y, con mucho cuidado, la acomodaron en su pequeña cama. A su lado, pusieron su juguete regalón: Lalita, una jirafa de peluche. Apagaron la luz. Salieron de la pieza casi en puntillas y desde el umbral miraron a Julieta dormir. Con sigilo cerraron la puerta.

La gata Julieta ronroneaba de felicidad.

Personas como Marité y Pablo ya no ven a sus mascotas como una simple compañía. Hoy, perros y gatos viven adentro de las casas, se alimentan con productos premium y sus dueños están preocupados 24/7 de ellos. Los llamados doglovers y catlovers, además, vienen revolucionando hace años el comercio. Según Euromonitor, si en 2009 el mercado chileno para mascotas era de US$ 385,7 millones en ventas, en 2014 la cifra alcanzó los US$ 582,2 millones. Doscientos millones de dólares más, en tan solo cinco años.

Explicaciones para este fenómeno hay varias. De acuerdo a datos del INE, la cantidad de solteros va en alza y llega a las 6.055.287 personas. En tanto, los hombres se casan, en promedio, a los 32 años y las mujeres, a los 30. La tasa de fecundidad también ha cambiado. Si en 1979, el promedio de hijos era de 2,7, para 2012 bajaba a 1,8.

La familia chilena ya no es la misma. "Uno ve cómo se modifican las relaciones familiares incluso por los cambios que hay en torno al cuidado de los perros y gatos domésticos", dice Carmen Luz Barrios, coordinadora del diplomado en etología clínica y bienestar animal de la U. Mayor y coordinadora del área de animales menores de la Sociedad Chilena de Etología.

Con el boom de las mascotas en Chile, la etología fue uno de los campos que se desarrolló. En palabras simples, los etólogos son quienes estudian el comportamiento animal. "Hay dos motivos por los que las personas llegan a mi consulta: la mascota está con un problema en el entorno o los dueños quieren entenderla mejor. Antes, si el perro daba mucho trabajo, la persona abría la puerta y lo soltaba. Eso hoy no pasa", explica la etóloga.

El primer hijo

Marité Abeleida es veterinaria. Hace tres años con su marido vieron en Facebook el aviso de una gatita en adopción. La gata, Julieta, había sido abandonada en una plaza de Ñuñoa.

Julieta vive cómodamente en Maipú. Sus dos camas de espuma, su rascador de arpillera y sus juguetes están en su propia pieza. Hasta la casa está acondicionada para ella. La puerta principal tiene una puerta de vaivén para que pueda entrar y salir cuando quiera.

Vacunas, antiparasitarios, champú especial para prevenir hongos y otro de avena para el cuidado de su piel, alimento premium para gatas esterilizadas y distintos collares, son algunos de los cuidados de los que goza Julieta.

Pero hace cinco meses, la vida de los Martínez-Abeleida cambió una vez más: Marité se enteró de que estaba embarazada. Y lo primero que hizo fue tomar en brazos a la gata y darle la noticia: "Juli, vas a tener un hermanito".

Con cinco meses de embarazo, Marité explica: "Nosotros nunca tuvimos la conversación de qué hacer con la gata ahora que vamos a tener un hijo. Ni siquiera pasó por nuestra mente. Julieta es nuestra primera hija. Baltazar se va a criar junto con mi gatita, porque ella es parte de nosotros".

Otto

El día de su cumpleaños número 25, el padre de Constanza Anguita escondía un secreto bajo su chaqueta. De repente, el bulto de 20 centímetros empezó a ladrar. Era Otto, un perro salchicha.

Tal como pasa con un hijo, la mascota fue motivo de alegrías y discusiones entre ella y su pareja, Nicolás Tagle. "Peleamos harto. Teníamos visiones diferentes de lo que queríamos con un perro. Las primeras discusiones eran porque se subía a la cama, porque se comía cosas, porque ladraba mucho", explica Constanza.

Ahora es distinto. "Esta es su casa y somos sus papás", comenta ella. Aunque Otto se comió innumerables pares de zapatos y libros, hoy incluso duerme en la misma cama que sus dueños. Los Tagle-Anguita cuentan que antes de adoptar a Otto investigaron a los perros salchicha. Por lo mismo, compran comida especial para evitar la aparición de hernias discales, muy comunes en los dachshund. Además, es una raza friolenta, por lo que al principio le compraron casacas de chiporro, capas de lana y chaquetas de polar. Hasta que se dieron cuenta de que era alérgico. Ahora usa solo polar o tela de buzo. Nicolás Tagle le compró un obsequio para el Mundial de Brasil: una polera de la selección chilena, que también utilizó durante la Copa América. "Otto Valdivia", le pusieron en Instagram.

Sin embargo, tener a Otto igual ha significado sacrificios para la pareja. El perro come cada 12 horas, por lo que nunca ha estado solo más de ese tiempo. "Hemos renunciado a irnos de vacaciones por él. Si viajamos, lo tenemos que dejar con alguien, nunca en un hotel", dice Nicolás.

"Cuando tenga hijos, va a cambiar la cosa, porque uno pone los amores más en perspectiva. Pero ahora Otto cumple el rol de mi hijo y lo amo. Él depende de ti y tienes que responderle responsablemente, pensar siempre en lo mejor para él", comenta Constanza.

Límites (casi) establecidos


Kika, una cocker, fue la primera perra que llegó a la casa de Ángeles Tagle, con la idea de que ella superara su fobia a los perros. Cuatro años después llegó otra cocker: Clarita. Las dos se transformaron en el alma de la casa. Como si fueran verdaderas guaguas, Ángeles y su hermana las paseaban en los coches de sus muñecas. Incluso llevaron a Kika a clases. "¿Cómo se llama el perro?", le preguntó un día el cuidador del colegio a Ángeles. "Kika Tagle", respondió ella. 

"Para nosotros, ellas son de la familia. Son Kika Tagle y Clarita Tagle", explica.

Durante los almuerzos, Kika y Clara se sientan a la mesa. Sin hacer desorden, se acomodan en las sillas mientras los demás comen. En la casa, gran parte de la vida gira en torno a los perros. Se puede ver en casi todas las esquinas potes metálicos donde tienen su comida y juguetes repartidos por todos lados. En las piezas guardan los chalecos y los chales eléctricos que usan cuando tienen frío. Por las noches, para dormir, ocupan sus pijamas de polar.

Hace poco murió Kika.

Estuvo 12 años con la familia.

Le habían descubierto cáncer intestinal hace solo dos meses. Aún cuando las dos cocker estuvieron inscritas en una isapre animal y se les hacía controles mensuales, la enfermedad de Kika fue descubierta tarde. Hicieron de todo para que se mejorara: exámenes, remedios, medicinas mapuches. Pero nada resultó. "Me la traje a la casa para darle una despedida de verdad. Cuando la dormimos fue súper fuerte -explica Ángeles-. Ellos te unen como familia. Pero no reemplazan a nadie, sino que agregan. Y cuando no están, restan".

No son muebles

Para Fernando Vásquez, ingeniero comercial y consultor de imagen, el bienestar de sus dos gatos -Pippa, una balinesa, y Vittorio, un siamés- es fundamental.

Al entrar a su departamento, lo primero que se ve es un centro de juegos donde sus mascotas pueden rascar y entretenerse. En uno de los asientos del living, ratones de colores, pelotas y peluches. Más adentro está el baño de los gatos -donde está su caja de arena- y la pieza de Pippa y Vittorio: ahí tienen sus correas, sus tres cepillos para pelo y las camas que no utilizan. Porque ellos duermen con Fernando, debajo de las sábanas.

"No basta con tener una mascota y solo alimentarla. Quien piensa en el bienestar de ella va más allá. Si tienes una en tu casa, debes darle dedicación, porque son seres que sienten", explica Fernando.

Al año, cuenta, gasta alrededor de 600 mil pesos entre los dos gatos. La comida, la veterinaria, la arena y, por supuesto, los premios. Una vez a la semana, Pippa y Vittorio disfrutan de un plato casi gourmet: salmón a la fiorentina. La comida, que viene en lata, se la traen desde Estados Unidos a Fernando. "Les encanta", dice.

Según cifras de la Subsecretaría de Desarrollo Regional, en Chile la población total de animales de compañía alcanza los 4 millones 300 mil. De esa cifra, 1,2 millones corresponde a gatos domésticos y 545 mil a perros supervisados. El resto son animales abandonados.

En parte, la designación que tienen los animales en el marco legal actual hace difícil que se pueda avanzar en temas de abuso, maltrato y sanciones. Según el Código Civil, los animales son calificados como "bienes muebles", lo que entrampa la posibilidad de protegerlos en términos legales.

"No son muebles, no son cosas, no son objetos ni simples artículos de propiedad privada. Los animales son nuestros amigos, incluso algunos son parte de nuestra familia". Esta es parte de la campaña #NoSonMuebles, impulsada por diversas ONG animalistas, que se lanzó hace dos semanas y que pretende que se considere a los animales como seres sintientes. La campaña ya ha logrado más de 20 mil firmas.

La etóloga Carmen Luz Barrios opina:

"Humanizarlos no es bueno. Un ser humano es distinto a los perros y a los gatos. Puede ser como un hijo para ti, pero desde el momento en que entiendes que tiene requerimientos distintos. Antes de tener una mascota hay que informarse: qué es lo que realmente necesita y no lo que yo quiero que necesite".

"Yo amo a mis gatos, pero son mis gatos. No estoy llenando ningún vacío con ellos. Ellos están ocupando el lugar que les corresponde: un lugar dentro de mi familia", dice Fernando.

Carmen Luz agrega:

"Es válido la persona que quiere reproducirse y tener una familia, pero también hay que respetar la opción de otros, ¿por qué lo normal es que una familia sea solo del modo tradicional? He escuchado gente que dice: "Si no hay niños, no es familia", ¿realmente es así?, ¿tiene que ser así? No lo creo".

"Hay dos motivos por los que las personas llegan a mi consulta:  la mascota está con un problema en el entorno o los dueños quieren entenderla mejor"

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