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Álvaro Casanova Zenteno:

Enamorado del mar

sábado, 15 de agosto de 2015

Economía y Negocios
Perfil
El Mercurio

Durante años se desconoció la autoría del Castillito del Parque Forestal, pero hace algunos días en sus gruesos muros de ladrillo se instaló una placa que rinde homenaje a su creador, Álvaro Casanova Zenteno. Hoy, completamente remodelado, es un restaurante tan francés como la inspiración que guió a este militar, diplomático, arquitecto, mueblista, constructor de barcos, navegante y músico, más conocido como el mejor marinista chileno.



 

 

Nació como la casa del capitán de puerto de la laguna del Parque Forestal. Así concibió el Castillito su autor, Álvaro Casanova Zenteno, quien cuando lo construyó formaba parte de la Dirección de Parques y Jardines de la Municipalidad de Santiago. Inspirándose en los castillos del Loira, que conoció en Francia, diseñó este que se hermana con otros dos que construyó para su familia, y que aún se mantienen en pie.

Hasta hace poco se desconocía su autoría, pero Juan Antonio Casanova Mora sabía que era obra de su bisabuelo. Se contactó con el Instituto de Conmemoración Histórica de Chile, presidido por Sergio Martínez Baeza, y después de una completa investigación, esa entidad, junto al Consejo de Monumentos y la Municipalidad de Santiago, determinó que el Castillito del Parque Forestal sí era obra del artista, y lo hizo público mediante la instalación de una placa homenaje en su fachada.

Esa inspiración francesa la recogió Casanova Zenteno personalmente durante su estadía en ese país, donde llegó con 23 años a estudiar construcción naval y de fortalezas; una experiencia que marcó cada una de las labores que desempeñó.

Los inicios del maestro

Era 1857, año en que se
inauguró el Teatro Municipal de Santiago. Los faroles a gas comenzaron a reemplazar los velones que hasta entonces iluminaban la ciudad, y en la casa del matrimonio Casanova Zenteno nacía Álvaro. Sus padres, el abogado Rafael Casanova y Casanova y Adelina Zenteno Gana, venían de familias fuertemente vinculadas al servicio público. El abuelo paterno del recién nacido había sido ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Joaquín Prieto; su tío Mariano Casanova, quien por entonces recién se ordenaba sacerdote, sería el cuarto arzobispo de Santiago. Por el lado materno también había connotados políticos, como su abuelo José Ignacio Zenteno del Pozo y Silva, ministro de guerra de O'Higgins, creador de la Primera Escuadra Nacional y responsable del diseño de la bandera actual.

Álvaro y Rafael, su hermano, estudiaron en el Valparaíso Artizan School -que más tarde se transformaría en el colegio Mackay-, donde trabajaba el destacado pintor inglés Thomas Somerscales como profesor de dibujo. Entonces no imaginaban que años más tarde se reencontrarían, serían grandes amigos y compartirían la temática marina que les apasionaba.

Admirador de la vida militar, a los dieciocho años Álvaro Casanova Zenteno se integró a la Guardia Nacional, "un regimiento cívico integrado por civiles que se instruían los fines de semana y, eventualmente, servían en unidades militares", explica el profesor de historia y subdirector del Museo Histórico y Militar Álvaro Casanova Mora, bisnieto del pintor. "Al inicio de la Guerra del Pacífico, él y su hermano sortearon suerte para combatir en altamar; le tocó a Rafael. Álvaro se quedó en tierra, y como artillero de marina quedó a cargo de la artillería de costa", agrega.

A fines de 1879, Casanova Zenteno se dio a conocer como artista pintando la captura del monitor peruano Huáscar, como telón de fondo para el Teatro Municipal. Al abrirse las cortinas, el público aplaudió de pie la victoria nacional en el Combate Naval de Angamos y el talento pictórico del joven artista.

Desde entonces, nunca dejó de pintar. Lo suyo eran las escenas de mar: buques, goletas, bergantines, fragatas y corbetas en plácida navegación o en feroces combates. Hacía perfectos barcos a escala; los situaba en posición de batalla y luego traspasaba la escena a telas de grandes formatos. Sus conocimientos de construcción naval le permitían reproducir las naves con todo detalle. "Investigaba mucho cada buque, su origen e historia. Incluso, cuentan que muchas veces se amarró al bauprés para sentir de cerca el mar", sostiene Álvaro Casanova Mora.

Militar y servidor público

Estando en Europa, el entonces Presidente de Chile Domingo Santa María lo nombró agregado militar y le encomendó una misión secreta bajo las órdenes del embajador chileno en Francia, Alberto Blest Gana, tío de Casanova Zenteno. "Cumplió funciones de espía, compró armas en Bélgica y Alemania, pidió ayuda a países europeos e intentó bloquear la compra de acorazados por parte de Perú", señala Álvaro Casanova Mora.

A su regreso a Chile, la Guerra del Pacífico había terminado y el ambiente resultaba favorable para profundizar sus conocimientos pictóricos. Tomó cursos con Pascual Ortega, Onofre Jarpa, Enrique Swinburn y retomó su contacto con Thomas Somerscales. Una importante producción le permitió exponer en la casa de música Kirsinger en 1886, año en que ocurrieron sucesos que de alguna forma incidieron en el futuro del artista: asumió la Presidencia de la República José Manuel Balmaceda; su tío Mariano Casanova y Casanova fue nombrado arzobispo de Santiago y Sarah Bernhardt vino a Chile. Esto último no es solo una anécdota; Casanova Zenteno la conoció cuando debió actuar con ella reemplazando a uno de los actores y, según cuenta otro de sus bisnietos, el museólogo de la Universidad Internacional del Arte de Florencia, Italia, y quien inició la investigación sobre la autoría del Castillito, Juan Antonio Casanova Mora, "él la siguió a Francia".

Al cabo de un tiempo volvió, y un día de misa, a la salida de la parroquia del Sagrario conoció a Cecilia Vicuña Subercaseaux con quien se casó a los 30 años, en 1888. Magdalena, Alfonso, Mariano, Adelina, Juan y Manuel fueron los seis hijos del matrimonio.

 Antes de casarse, Casanova Zenteno había sido nombrado subsecretario de Marina por el Presidente Balmaceda, y su padre se había convertido en ministro de Justicia; cargos que casi les costaron la vida la noche del 29 de agosto de 1891, cuando Balmaceda dimitió.

Todos vivían en la casa situada en la esquina de Alameda con calle Castro -hoy, Manuel Rodríguez- una hermosa casona proyectada por Victor Henri Villaneuve en 1885. "Esa noche llegó el embajador de Estados Unidos; los cubrió con la bandera de ese país y los llevó al palacio arzobispal para salvar sus vidas", relata Álvaro Casanova Mora.

Relegado a Puerto Montt, Casanova Zenteno siguió pintando, y cuando en 1894 pudo volver a Santiago presentó su primera exposición de conjunto con alrededor de treinta telas. Ese mismo año comenzó a participar en el Salón Nacional -que anualmente reunía lo mejor de la plástica local- y obtuvo importantes reconocimientos, pero esos éxitos no fueron suficientes para decidirse a abandonar su carrera de servicio público.

Con el cambio de siglo, Casanova Zenteno aceptó diversos cargos. Fue asesor de la Municipalidad de Santiago y como tal participó en la Dirección de Parques y Jardines, así como en la Comisión Centenario, que evaluó proyectos para celebrar esa fecha. A los 47 años fue nombrado subsecretario de Marina y más tarde, director de Gendarmería y prisiones. En ese cargo creó un taller para que los reos trabajaran en la elaboración de muebles que él mismo diseñaba. Dentro de sus funciones, también debía trasladar prisioneros al sur, y en muchos de esos viajes comandaba la goleta "Alejandro Selkirk", que diseñó para el servicio marítimo de prisiones.

Hombre de múltiples talentos, Casanova Zenteno era también un gran músico y fue el fundador de la Academia Musical de Chile. Esa afición también la traspasó a sus hijos, con quienes formaba una notable orquesta, tocando él la tuba y el trombón. Era en Zapallar, en la casa que él construyó en 1912 a la manera de un castillo normando, donde más disfrutaban de ese gusto compartido. "Era una construcción más bien escenográfica; un castillo de tres pisos con torreones y un puente levadizo decorativo", dice Juan Antonio Casanova Mora.

Un poco antes de cumplir sesenta años en la administración pública, Álvaro Casanova Zenteno jubiló y se dedicó de lleno a la pintura; una actividad que lo acompañó hasta la muerte. Prueba de ello es el cuadro "Recuerdos del Mediterráneo", una magnífica obra que quedó inconclusa al morir el artista en 1939.

Carlos Ossandón Guzmán ? -autor de la mejor biografía del artista- cuenta en su libro que este privilegió el servicio público por sobre la pintura.

"Era un padre cercano,? que transmitió a sus hijos ?el amor por las artes; algo que se mantiene en la familia", dice?n sus bisnietos.

  

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