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¿Cómo es vivir en una ciudad donde piensan que eres el asesino de un crimen del que ni siquiera te han acusado? Han pasado cinco años desde que Jaime Anguita encontrara el cuerpo de su mujer, Viviana Haeger, en la buhardilla de su casa en Puerto Varas, y pese a que un último informe del Servicio Médico Legal, al que tuvo acceso "Sábado", lo complica, el viudo sigue defendiendo su inocencia.

Entrevista Revista Sábado a Jaime Anguita: El viudo bajo la lupa

sábado, 18 de julio de 2015

Economía y Negocios
Rodrigo Fluxá

Reportaje
El Mercurio




-¿Somos felices?

Jaime Anguita está hundido en una silla, con las manos sobre los muslos, y tras hacer la pregunta mira a Susan, su hija de 12 años, que le hace cariño a un gato con sobrepeso. Y sí, es lo que se puede considerar una niña plena -toca viola, violín, piano, pinta, borda, practica nado sincronizado, es scout y tiene clases de alemán-, obviando un detalle: hace cinco años su madre, Viviana Haeger, de 42, apareció muerta en la buhardilla de su casa en el parque Stocker de Puerto Varas y aún nadie sabe con seguridad qué fue lo que le pasó.

Susan se acerca y muestra una caja para guardar cartas; es negra, salvo por un decorado en la tapa, dibujado sobre una servilleta que cuesta distinguir de la madera.

-Ella la hizo -dice.

Ella es su mamá. De ahí viene su lado artístico. Su lado intelectual, es primera del curso en el Colegio Alemán, viene de su padre, que la escucha del otro lado de un living de un dúplex ubicado en el centro de Puerto Varas. Es un salón amplio, alfombrado, con un teclado en un rincón, con las paredes llenas de dibujos, cuadros y manualidades, incluida una corona que Susan hizo para el día del padre que dice Rey Papuchi Mapi. Rey, por el rey de la casa, el significado de "papuchi" es más difuso y "mapi", un término que mezcla de papá y mamá. A la vista no hay referencias a Viviana Haeger, salvo una foto pequeña, en la esquina superior de una repisa de libros. Hay que mirar bastante para encontrarla.

-Yo soy feliz -dice Anguita-.  Si me preguntan por la mejor etapa de mi vida, esta es. He vivido un dolor enorme, pero me permitió un acercamiento a mis hijas que jamás hubiese tenido, no las hubiese disfrutado así.

En el segundo piso hay dos dormitorios, uno con un par de camas que nadie usa: la hija mayor, Vivian, de 19 años, vive en Alemania, y Jaime Anguita y su hija menor, cuenta él, aún duermen en la misma cama. Ambos se cuidan, se controlan los horarios y se cuentan las historias de cada día. Esta semana, por ejemplo, Susan ha estado practicando una coreografía en el colegio.

-¿La muestro?

Escoge una canción en el televisor, una especie de rap, y comienza a moverse de un lado al otro, tratando de no perder los pasos. Jaime Anguita la mira, siguiendo descoordinadamente el ritmo con un pie y aplaudiendo casi sin hacer sonidos, con sus palmas apenas tocándose una contra la otra.

-¿Somos felices?

-Muy, muy felices.

Jaime Anguita dice recordarlo claro: con seis años se plantó frente a su papá, abogado no titulado, y le dijo: "Prefiero ser un huaso con plata, que un ilustrado pobre". No le hicieron caso: su familia dejó Cañete y se instaló en La Cruz, cerca de Quillota, para que los nueve hermanos pudiesen educarse. Él era el quinto y siguiendo a los otros, estudió ingeniería en la Universidad Federico Santa María. Terminó la carrera en un año más que el planeado y partió a Puerto Montt a hacer la práctica en la oficina regional del Ministerio de Obras Públicas. Estuvo varios años viviendo la vida de soltero, en la misma casa de Patricio Monsalve, amigo de toda la vida, hasta que un conocido de la Intendencia le presentó a la hermana de su señora. Se llamaba Viviana Haeger. "Ella tenía muchas cualidades, era femenina, amorosa. Dije: es el momento de tratar de decidir quién va a ser mi compañera. Si sigo buscando, no me voy a decidir nunca, porque todas me gustan. Hay que tomar un decisión".

Los dos eran muy distintos, pero, asumían todos, complementarios: él, hosco y parco, ella llena de vitalidad. A Anguita le costó mucho convencerla de que se casaran. "Principalmente porque tenía un dominio enorme de la mamá, tenía que andar pidiendo permiso. La amenazaba con palos, si sabía que veía un hombre", dice.

Los Haeger venían de Río Frío, en la comuna de Los Muermos. El padre, como declaró la madre tiempo después, había muerto tras volcar un tractor en estado de ebriedad a los 36 años. Viviana y Magaly, su hermana melliza, aún no cumplían un año. La madre, sin tener mayores conocimientos, se hizo cargo del campo. No se volvió a casar, ya que le parecía imprudente meter a un hombre en la casa teniendo a cinco hijas mujeres.

Viviana Haeger se casó con Jaime Anguita teniendo 25 años, diez menos que él. Era su primer hombre. La fiesta fue en un salón de eventos de Puerto Montt, repleto por lo numeroso de ambas familias. 

La luna de miel fue en República Dominicana. Al poco tiempo Viviana Haeger quedó embarazada, pero perdió a su primer hijo antes del nacimiento. En 1996 tuvo a Vivian. Después un hombre, que falleció tras el parto. Alcanzó a tener nombre: José Pablo.

Tras más de una década, Anguita dejó el MOP para tomar el lugar de su amigo Monsalve como socio de la constructora Mónaco, que quebró un tiempo después. Tras eso trabajó a cargo de varias faenas, la mayoría lejos de Puerto Montt, lo que implicaba estar toda la semana fuera de la casa. "Pero Viviana me animaba", dice Anguita. "Yo trabajaba y ella disfrutaba de las cosas de la casa, eso la llenaba. Salvo pequeños inconvenientes, tengo muy bonitos recuerdos".

En 2005, Anguita ingresó con el 11 por ciento a la constructora Puerto Octay. Aún tiene esa propiedad, pero funciona solo en el papel: a los dueños les permitía acceder a mejores licitaciones del MOP tener a un ex empleado ministerial como copropietario. Al quinto año, según contaron sus jefes a la policía, incluyendo bonos, Anguita ganaba más de tres millones de pesos al mes. Estaba a cargo, además, de la supervisión de la construcción de cuatro centrales hidroeléctricas, proyectos que sumaban más de 1.700 millones de pesos. Por contrato, él se llevaba la mitad de las ganancias que dejaran las obras. Sus jefes y subalternos lo describieron, a coro, como un hombre tímido, pacífico y correcto.

Con el éxito laboral se construyeron una casa en el parque Stocker, a las afueras de Puerto Varas, camino a Ensenada. Era un escenario paradisiaco, parcelas amplias, construcciones separadas, al borde del lago Llanquihue. Viviana era vecina de su hermana Mónica. Tras trabajar largos años como contadora en la Coca Cola y en un banco, había decidido dedicarse a sus dos hijas, ambas alumnas destacadas. Tomaba clases de yoga. Hacía tejidos. Tenía tiempo para leer, para ver películas.

Cerca de la medianoche, el viento hace retumbar una construcción de madera en la zona de Puerto Chico, en Puerto Varas. Jaime Anguita recuerda todo eso y saca los cálculos de cuánto tiempo estuvo casado, en total.

-Del 92 al 2010, 18, 18 en total.

-¿Cuándo cumplían aniversario?

-¿Qué día es hoy? ¿7 de julio? Ah, para la corrida de San Fermín.¡El 8! O sea, mañana estaríamos de aniversario.

El viento sigue pegando fuerte contra la madera.

El acta de matrimonio dice que Jaime Anguita y Vivian Haeger se casaron un 15 de julio.

29 de junio de 2010. Declaraciones policiales.

Jaime Anguita:

Desperté alrededor de las 06:30 horas, oportunidad en que mi señora se levantó para preparar el desayuno a nuestras hijas, que ingresaban al Colegio Alemán a las 07:50. Alrededor de las 07:45 abordé mi camioneta. Una vez que las niñas se bajaron, tuve el deseo de regresar a la casa. Decidí llamar a Viviana a su celular y le dije que con el apuro no había alcanzado a despedirme, pero entendió bien y me dijo que no había problemas. Me dirigí a mi trabajo en Puerto Montt. Permanecí ahí hasta las 13:00 horas.

Mónica Haeger, hermana de Viviana:

Junto a mi esposo nos levantamos temprano ya que teníamos que ir a Puerto Montt. Como a las 09:00 horas, al abrir las cortinas de la cocina, miré hacia la casa de Viviana y vi las cortinas de su cocina cerradas.

Jorge Inostroza, empleado de un estudio fotográfico:

Cerca de las 09:25 horas sonó el teléfono, se trataba de una voz femenina que sin identificarse preguntó si tomábamos fotografías para visas para viajes.

Karina Altamirano, secretaria del Colegio Alemán:

A eso de las 9:30 horas, llamó la Sra. Viviana. Ella me dijo que se le habían perdido los frenillos a su hija menor, Susan.  

Emy Guzmán, amiga de Viviana Haeger:

Me llamó desde su celular, lo que habría sido antes de las 10:00. Hablamos de que a Susan se le había pasado la pena, porque no había ganado ninguna medalla en el campeonato de karate. Le pregunté si ese día martes nos íbamos a ver en la tarde en karate de los niños, a las 4 o 5 de la tarde, y ella me dijo que sí.

Rosa Lefin, asesora del hogar de la familia Grundwal, vecinos de Viviana Haeger:

Entre las 11:30 y las 12:30, recuerdo que mientras picaba cebollas mirando por la ventana hacia la salida del condominio, repentinamente vi a dos personas, no pudiendo distinguir si eran hombres o mujeres, que transportaban y guardaban unas bolsas blancas.

Roberto Araya, telefonista en el centro de llamados Ciber Fono Market, de Puerto Montt:

A eso de las 13:30 llegó al local una persona de sexo masculino, solo, de unos 35 a 40 años de edad, contextura gruesa sin ser gordo, de 1,75 a 1,80 metros de estatura, pelo corto en los lados, sin pelo en el resto de la cabeza. Ingresó rápido, notándolo un poco intranquilo, pero no nervioso, y desde uno de los bolsillos de su casaca sacó un teléfono celular desde el cual obtuvo un número que me dictó. Al digitar, esperé que respondieran, advirtiendo que era una voz masculina, a la que le dije: "No corte, le van a hablar", y traspasé la comunicación a la cabina. En nuestros registros figuró con una duración de 34 segundos. Advertí que el sujeto salió molesto de la cabina, en voz baja dijo un improperio parecido a "Puta la hue...".

Jaime Anguita, esposo de Viviana Haeger:

-Llegué al BBVA. Siendo exactamente las 13:34 horas, recibí una llamada, donde en primera instancia una voz femenina me dijo: "No corte, le van a hablar", e inmediatamente una voz masculina me dice la frase: "Si quiere volver a ver a su esposa con vida...", y yo corté la llamada. Hasta ese momento pensé que se trataba de una estafa telefónica. A las 13:58 horas me retiré del banco, en ese intertanto recibí una llamada telefónica de mi hija Vivian, quien me dijo que su mamá no la había ido a buscar al colegio y que iba caminando a la casa. Un par de minutos después, nuevamente mi hija Vivian se contactó conmigo, pero esta vez desde el número de teléfono de la casa. Rápidamente regresé a Puerto Varas. Antes pasé a la tenencia de Carabineros de la carretera para consultar los pasos a seguir para este tipo de situaciones, visitando luego la Brigada de la PDI.

Vivian Anguita, hija de Viviana Haeger:

Me di cuenta de que el auto de mi mamá estaba estacionado,  las llaves de la casa estaban en el asiento del conductor, pero las puertas del vehículo estaban cerradas. Subí al dormitorio, la cama estaba corrida desde el muro. En la cama estaban sus efectos personales que mantenía en la cartera, desordenadas, encima. Mi mamá obviamente tampoco estaba en la casa.

El 19 de junio, 10 días antes de su desaparición, Viviana Haeger arrendó Heaven"s burning en un video club de Puerto Varas. La película cuenta la historia de una joven japonesa, infelizmente casada, que decide aprovechar una circunstancia para fingir un secuestro y librarse de su marido. Algo de la historia la impactó: demoró en devolverla y terminó comprándola. La teoría del autosecuestro estuvo presente desde el principio. Se consignaron a dos amigas como posibles facilitadores: Margarita Soto y Emy Guzmán. La teoría tenía sentido, explicaba los dos principales cabos sueltos: que no apareciera el teléfono y una cámara de video de Viviana Haeger, ambos elementos de registro, y el extraño llamado que había recibido Anguita. Se hizo un retrato hablado del hombre del centro de llamados. Se le logró identificar, a lo lejos, en una cámara de seguridad, cuyos respaldos desaparecieron. Aún no es encontrado.

Pero fue un dato puntual el que puso a Anguita en el centro de todo. Tras recibir la llamada amenazante, hizo 53 llamados desde su teléfono celular, ninguno a su esposa. Los primeros días estuvo muy sombrío, incluso con sus hijas, que tenían 7 y 14 años. Les explicaba los detalles, sin mucho filtro. "Todo lo que hice estuvo bajo juicio. Si no llamaba, era sospechoso; si llamaba, era show", dice Anguita. "A mis hijas les dije: su mamá desapareció en extrañas circunstancias. Nunca les oculté nada, con mi criterio, que para muchos no es buen criterio; con mi filosofía, que para muchos no es buena filosofía; pero les dije todo al mismo tiempo que iba sabiendo. Yo no miento, no me gusta la mentira, me lo enseñaron a golpes, muchas veces. La verdad, aunque duela, es amiga duradera".

Para quienes no lo conocían, Anguita impactaba por lo racional y calmo. El abogado que contrató, Jorge Vásquez, en plena búsqueda, tuvo que decirle que fuera más acogedor con sus hijas, que las abrazara más. Incluso gente que lo quiere y que siempre le creyó, tiene un dicho para explicar su personalidad: "Si  Jaime está vestido de viejo pascuero, los niños corren para el otro lado".

Algunas actitudes suyas eran desconcertantes para la familia Heager. Confeccionó un afiche con el rostro de su mujer, ofreciendo cinco millones de pesos como recompensa, pese a que su cuñado le había ofrecido dinero para agrandar la bolsa. Lo más extraño es que el pago tenía fecha de expiración: dos semanas.

En los días posteriores a la desaparición, Anguita también rehizo varias veces los pasos que dio el 29 de junio, el día de la desaparición. En una de las paradas tuvo una discusión con un carabinero de la tenencia de Llanquihue, quien aseguraba que, en su denuncia inicial, Anguita había dicho que los secuestradores le habían cortado el teléfono a él y no al revés. El uniformado nunca retractó su versión.

Mónica Haeger, hermana y vecina de Viviana, declaró: "Jaime dijo en un punto que creía que nosotros habíamos tenido algo que ver con la desaparición para quedarnos con las niñas. Le pregunté y dijo que fue algo que se le pasó por la mente, sin darme un buen motivo para ese pensamiento".

La distancia entre Anguita y los Haeger fue aumentando. Humberto Newmann era el abogado de la familia Haeger: "Había una convicción grande de que algo tenía que ver, sobre todo de la madre de Viviana. Fue imposible coordinar el aspecto legal, habían intereses contrapuestos".

Contrario a lo que se ha repetido, Jaime Anguita tuvo participación activa en la búsqueda de su esposa, incluido el rastreo de perros. Un policía hizo anotaciones sobre actitudes sospechosas de él durante una de las jornadas: decía que estaba preocupado porque los perros finalmente llegaran a la casa, lo que ha sido uno de los datos que más lo lapidaron públicamente. La fiscalía le resta credibilidad a la anotación: el mismo Anguita pidió que los perros comenzaran por la casa, pero el equipo de búsqueda insistió en comenzar por el perímetro, cuando la orden era a la inversa.

Comenzando la segunda semana de agosto, Anguita partió un martes ayudando al GOPE a peinar los faldeos del volcán Calbuco. A las 13:30 fue a buscar a su hija mayor al colegio. Regresaron al parque Stoker caminando, a ver si recordaban algún detalle relevante. Almorzó con ella, con su madre, que lo estaba visitando, con una pareja de amigos y con dos carabineros que participaban en la búsqueda. A las 16:30 fue a buscar a su hija menor. Una hora después se fueron los uniformados. Tras eso, Anguita llamó a su cuñado, Ricardo, para coordinar las acciones del día siguiente. Según su declaración: "A las 18:34 subo al dormitorio matrimonial para descansar un poco. Siento un olor extraño, que había percibido el día anterior, pero ahora era más intenso. Entro a la buhardilla, veo veneno de ratón, yo suelo ponerlo. En ese momento algo pasó en mí, algo que me hizo mirar hacia el fondo. Alumbré".

Su madre: "Le había dicho que fuera a ver los cables, porque seguían echando olor. Diez minutos después oí unos gemidos, creí que se había electrocutado y subí. Dijo: ahí está".

Anguita tomó el teléfono. Estaba monitoreado. Llamó el comisario Muñoz, de la PDI:

Anguita: Aló, ¿don Jaime?

Muñoz: Sí.

Anguita: Mire, venga urgente a la casa.

Muñoz: ¿Cómo?

Anguita: Venga, venga urgente a la casa.

Muñoz: ¿Qué le pasó?

Anguita: Está aquí, en la casa.

Días después, la nana de la casa dijo no haber sentido ningún olor esa semana.

Muñoz: ¿Quién?

Anguita: Viviana.

Muñoz: No esté leseando, ¿está ahí?

Anguita: Pero está muerta.

Muñoz: ¿Dónde? ¿En la casa?

Anguita: En el entretecho.

Muñoz: ¡No esté leseando!

Era el 10 de agosto, la fecha límite para la recompensa en el afiche. Jaime Anguita lo explicó después en fiscalía: se trataba de una coincidencia.

En el living de su dúplex, Jaime Anguita revisa un alto de papeles, reportajes que se han publicado sobre su mujer y él. En uno dice: "El marido es una persona fría, carente de expresiones afectivas, calculador y estructurado". La oración está destacada con un marcador amarillo fosforescente.

-A lo mejor soy así, pero no me hace mejor ni peor que nadie. ¿Carente de expresiones? Falso, soy bastante sentimental. ¿Calculador? Bueno, soy ingeniero.

El día anterior, de noche, con el viento soplando dijo:

-Me acusan de no llorar en público, pero lloré en soledad. No tengo que estar llorando para la tele, ni para los parientes de mi mujer.

La aparición del cadáver de Viviana Haeger dejó al descubierto un grosero error de procedimiento de la PDI -entraron a la buhardilla, alumbraron, pero no la recorrieron- y solo apresuró el juicio público contra Anguita. Él comenzó a defender la idea de un suicidio ya en el funeral, en choque frontal con los Heager. Mónica Heager declaró: "Nos comentó que creía que habían entrado a robar y ella se había escondido ahí, asfixiándose". 

Pero la idea de un suicidio atentaba contra la lógica por dos puntos centrales: la llamada que recibió esa tarde Anguita y la desaparición del teléfono y cámara de su esposa. Ella, además, tenía planes: estaba sacando las visas para unas vacaciones familiares.

-Se intentó dirigir todo en mi contra. Y se trabajó muy minuciosamente en ese sentido, revisaron mi camioneta, mis llamados, tuve 18 días detectives viviendo en mi casa. Lo asumí como protección, lo agradecí. Si no hubiese sido por eso, me hubiesen linchado, la familia (Haeger) quería matarme.

-Pero bajo esas extrañas circunstancias, es muy poco usual que el familiar de una víctima se intente convencer de un suicidio, la salida más culposa.

-Siempre he pensado en forma racional: si alguien quiere quitarse la vida, hay libre albedrío. Es algo íntimo. Que te la quiten, es mucho más violento.

-¿No sería una casualidad muy grande que justo el día que ella decidió eso, lo llamaran?

-No sabemos si están relacionadas, las casualidades existen.

La investigación sí rompió el aura de familia feliz de los Anguita-Hagear. Ingrid Haeger, hermana de Viviana, declaró a la fiscalía: "No se llevaban bien. Yo le recomendaba a Viviana tener un amante. Una vez incluso Jaime pasó a la casa con dos mujeres del trabajo, se cambió de ropa y se fue a una fiesta, dejando a Viviana cuidando a las niñas. Él era muy distante de todo lo que pasaba. No sabía la ropa que tenía ella, el lugar de las cosas, las cuentas. Solo depositaba una cantidad de plata".

María Magaly, la melliza de Viviana, también habló con la policía: "En ocasiones, a mi me molestaba que fuera tan perfecta. Frente a su marido no decía garabatos, con nosotros se relajaba. Nos decía que Jaime la humillaba cuando veía a su familia del norte. Jaime es una persona muy calculadora, siempre está pensando en lo que va a pasar más adelante, analizando el presente y futuro. Debe saber algo más".

Todos los Haeger se detenían en un episodio particular. En 2004, Jaime Anguita había dejado la casa, con su segunda hija recién nacida, para irse con una antigua novia. Su esposa no lo tomó bien: vendió la cama matrimonial y mandó a fundir el anillo para hacer un collar con la figura de sus dos hijas. La amante de Anguita fue, en su momento, una línea de investigación prometedora. Su declaración, parte de la carpeta, fue desencajante y ayudó a perfilar la compleja psicología del esposo de la fallecida.

"El 84 conocí a Anguita con 18 años, él tenía 27 y trabajaba en la Carretera Austral. Recuerdo que un día me dijo que quería pasar el fin de semana en una cabaña del sector de Ensenada, diciéndole que sí, haciéndome aconsejar por mi hermana, ya que yo era virgen. Me compré ropa interior y pensé en eso varios días. Fuimos a la cabaña, nos tomamos un par de copas de vino y luego de un par de horas, al llegar a la media noche, me dio un beso en la frente y me dijo: "Mi negrita, usted se acuesta en esa pieza y yo en esta otra". Quedé anonadada (...) La relación duró poco, a los 19 conocí al padre de mis dos hijos. Cuando mi hijo mayor cumplió un año, Anguita intentó volver conmigo, al extremo que habló con el padre de mi hijo y le ofreció darle el apellido al menor. Ante lo cual mi ex le dijo que tenía que conquistarme a mí y después conversaban. Después me lo comentó y dijo que Jaime estaba loco".

Luego relató el reencuentro, ya con Anguita casado. "Volvimos a estar juntos, pero de nuevo fue muy poco creativo. Esto duró dos meses, vino a verme a Santiago, fuimos un fin de semana a Algarrobo, ahí me di cuenta de que no era mi hombre, no podía satisfacerme como mujer. Le dije que se preocupara de su señora que estaba embarazada (...) Es extraño, pero buena persona. Me regaló 3 millones de pesos para mi tienda".

Hoy Anguita dice:

-Me pegué un condoro. Una cosa breve, eso fue. Cuántos hombres han dado un mal paso en la vida.  Sentí que me había vuelto a enamorar. Le dije a Viviana: "Lo que pasa es esto, no podemos estar en el mismo techo". Me llamaban y yo decía: "Déjenme, alguna vez que actué con en el corazón y no con la razón". Yo le provoqué un daño enorme, no me cabe duda. A lo mejor a ella le afectó más. Después tuve la gracia de Dios y pude reaccionar y volver. Me costó seis meses reconquistarla, dormíamos en piezas separadas. Hasta que se normalizó y tuvimos lo que yo creía que era un periodo feliz.

Margarita Soto está en su tienda de ropa usada de Puerto Montt. Fue la gran confidente de Viviana Haeger. Son casi las diez de la noche, y al otro lado de la caja dice:

-Ella lo sufrió mucho, sobre todo por las razones que le dio: que ya no la quería, que necesitaba vivir de verdad y que ella era para él solo la madre de sus hijos. Ella quedó volando bajo.

Tras la desaparición de su amiga, Margarita Soto sabía algo que nadie más: Viviana también, tras esa decepción, había iniciado una relación, con un compañero en la Coca Cola. Margarita se juntó con él y le preguntó si sabía algo. Él respondió que nada, de hace semanas. Ambos quedaron de acuerdo en no ventilar la situación, de hecho Margarita lo dejó afuera de su primera declaración. Al día siguiente, viendo la gravedad del hecho, volvió para contar el resto:

"Ella se sintió culposa y le contó a su marido del asunto, terminando la relación. Jaime no le prestó importancia al tema, al punto que ni siquiera quiso averiguar quién era la persona. A ella le afectaban mucho las carencias afectivas de Jaime, a tal punto de cuestionarse como mujer (...). Debo decir que jamás ella habló de que hubiese sufrido violencia intrafamiliar".

El amante de Vivian Haeger también desfiló en fiscalía. Reconoció el romance, pero lo situó cinco años atrás y que había terminado por acuerdo mutuo. "Por dos años perdimos contacto, después lo retomamos, pero siempre con otras personas, en lugares públicos", declaró. Después fue confrontado por la policía: en el último mes de vida de ella, ambos habían hablado 10 veces por teléfono. Un testigo los había visto juntos, solos.

Había un dato aún más desconcertante que la fiscalía encontró tiempo después: cuando Anguita quebró, le traspasó el terreno de la parcela en el parque Stocker al ex compañero de su mujer, pese a haber declarado inicialmente que lo conocía apenas, muy por encima.

-Es efectivo. Cuando quebró la empresa, Viviana sugirió eso, para proteger el terreno. Dijo que era su amigo, hicimos el traspaso. A los dos años, la devolvió. Yo no sabía que ellos habían estado juntos. Me enteré leyendo la carpeta hace un año. Obviamente me afectó, me impactó.

-¿No siente que había una vida paralela a la que vivían, a la de matrimonio feliz? ¿No siente que, al menos, falló en eso?

-Pero, ¿quién te enseña a vivir? ¿Cuál es el matrimonio ejemplar? De los que conocía, pensaba que era el más feliz. Pensaba que yo era feliz, que ella era feliz. Nunca me hizo sentir lo contrario. Quizá ella no lo era, yo no viví esa mentira. La base para superar la depresión es decir la verdad. Quizá esa mentira la estaba atragantando, quizá no pudo encontrar el apoyo en mí para salir. Pero hay un abismo entre no ser comunicativo y pensar que la pude matar.

Jaime Anguita, pese a la insistencia de los abogados de la familia Haeger, nunca se ha sometido a un examen psiquiátrico. La única vez que estuvo frente a un psicólogo hablando del tema fue cuando el cuerpo aún no aparecía. Entonces, un grupo de especialistas viajó de Santiago para entrevistarse con la familia. Los apuntes del peritaje que incluían a Anguita siempre llamaron la atención de los investigadores. Dijo que cuando se casó, "la conversación con su mujer no era muy fluida. Conversábamos cosas, pero cortas, nada largo ni profundo". La describía como "una mujer muy preocupada, pero con una visión un tanto negativa". Al ser consultado sobre qué sentía por su mujer, dijo: "Yo siento que la amaba y que la amo a mi manera, sin embargo, el grado de amistad o amoroso no estaba". Y sobre su desaparición señaló abiertamente que "de todas las experiencias negativas hay que sacar algo positivo".

En las conclusiones, el peritaje señala: Se presenta como un padre, esposo, pareja y empleado sin dificultades, sin considerar elementos objetivos del entorno que evidenciaban una inadecuación del tipo de vínculo que establece, tales como reclamos por parte de su mujer por falta de relaciones sexuales, tanto en cantidad como en calidad, ausencia de comunicación, falta de compromiso con la familia de origen de su mujer.

Los psicólogos, además, analizaron material de la biblioteca de Viviana Haeger, la mayoría textos de autoayuda. Se centraron en uno: Matrimonio adulto, de Judith Viorts, y en la serie de subrayados que tenía.

 Página 142. "Estoy harta de ser tu cita los sábados por la noche".

Página 143: "Los terapeutas con que hablé recomiendan a las mujeres tener sexo aun cuando no estén interesadas"

Página 189: "Algunos de los hombres y mujeres que piensan seriamente poner término al matrimonio confiesan que preferirían la muerte al divorcio, pero no hablan de suicidio y no hablan de asesinato. En cambio, de lo que hablan es de una prematura muerte de un esposo por medio de un accidente fatal".

El camino para determinar la causa de muerte de Viviana Haeger ha sido largo y complejo, básicamente por los 42 días que transcurrieron hasta que se encontró el cuerpo. La autopsia hecha en Temuco, supervisada por el doctor José Belleti, de la PDI, indicó que había muerto asfixiada y descartó la intervención de terceros, pese a tener notorias marcas en la muñecas. La Brigada de Homicidios dijo que probablemente se debió a un herbicida encontrado en una despensa en la casa. El examen toxicológico lo descartó. Tras exhumar el cuerpo, la fiscalía le pidió a un equipo del Servicio Médico Legal de Santiago definiciones en siete puntos, para proceder en alguna dirección. La respuesta no fue concluyente: asfixia por causa indeterminada, muerte en estudio.

Entremedio, el fiscal Naín Lamas ha seguido una docena de pistas que incluían sospechosas cartas anónimas, el suicidio de la terapeuta natural que atendía a Viviana Haeger y un extenso seguimiento a un compañero de curso de la víctima que le había escrito en Facebook poco antes de morir, pero con el que ni siquiera se juntó. Se hicieron peritajes complejos, como dejar en la misma buhardilla, en la misma época del año, por 42 días, un trozo de pasto tierno similar al que Viviana Jaeger tenía incrustado en su bota cuando la encontraron. En el experimento, se marchitó. Humberto Newmann, abogado de los Haeger, intentó ir más lejos; solicitó una pericia para entender la poca descomposición del cuerpo, reemplazándolo por un cerdo. La familia lo resintió. Lo cambiaron por Sergio Coronado, ex fiscal, que a su vez pidió, en mayo de 2014, 38 nuevas diligencias, incluida un informe criminalístico integrado a la doctora experta del SML Vivian Bustos. Ella, tras cotejar la información del cadáver, la ropas, el sitio del suceso y lo elementos hallados, remitió un documento a principios de mes y es la principal novedad del caso en cinco años. "Sábado" tuvo acceso a sus conclusiones. Las principales son:

-La víctima presentó lesiones contusas en el cráneo, zona dorsal y miembros.

-Corresponde a una muerte violenta en la que existe participación de una tercera persona que interviene ocultando y accediendo al cadáver durante un período de 42 días.

-Hay hallazgos de la dinámica de sofocación por oclusión de orificios respiratorios, con un elemento blanco, contra una superficie dura.

-Se detecta la participación de una persona adulta con dominio de tiempo y espacio en la ejecución de las maniobras de ocultamiento.

El punto cuatro del documento es el más complicado para Jaime Anguita:

-Antes del hallazgo, el cuerpo fue intervenido, extrayéndole una amarra de ambas muñecas.

Anguita toma un respiro.

-¿Quién lo hizo, quién tuvo acceso? Estábamos mi madre y yo. Evidentemente ella no fue. No sé cómo han perdido cinco años en pericias científicas para llegar a esto. El caso está resuelto, según eso.

-¿Desató usted el cadáver de su mujer?

-No.

-¿Ella en algún momento le dijo que quería dejarlo, llevarse a sus hijas, por alguna razón?

-No.

Luego dice:

-Lo que prima son los hechos, no las interpretaciones, y los hechos están establecidos. Si todo lo que se hizo antes, que me hizo pensar en un suicidio, estaba mal hecho, que lo digan. La verdad de los hechos no cambia tan fácil. Una confesión de una persona, quizá, sí.

Tras conocer el informe, Anguita, aunque sigue defendiendo la tesis del suicidio, la ha complejizado: hoy asegura que su mujer sabía que había un plan para asesinarlo a él, que ella se enteró y, por eso, angustiada, se mató. Y que el llamado que le hicieron era para que fuera a la casa.

-Si lo hubiese tomado en serio, no estaría acá.

-¿Quién querría matarlo?

-No puedo decirlo. Ojalá esa persona se atreviera a hablar.

Anguita dice que ya le entregó la información a su abogado y al fiscal. Según fuentes consultadas, Anguita implicó al ex amante de su mujer. Este último no quiso participar de este reportaje.

Sergio Coronado, abogado de los Haeger: "El informe concluye de manera categórica que estamos frente a un homicidio. Y entrega elementos relevantes y fundamentales para determinar los responsables directos e indirectos. El informe inicial del doctor Belleti está construido en base a información errónea entregada por la PDI, en medio de un procedimiento ya cuestionado".

Jorge Vásquez, abogado de Anguita: "El informe nuevo es una suma de suposiciones. Es muy extraño que con los mismos datos y sin haber visto el sitio del suceso, la doctora llegue a una conclusión totalmente distinta. Ella, de hecho, había participado de la consulta previa de la fiscalía al SML. No hay ninguna prueba concreta que incrimine a Jaime. Ni siquiera ha sido formalizado".

Anguita se para a buscar jugo y dice:

-Ojalá hubiera un detector de mentiras.

Esta mañana, la nana de Jaime Anguita tuvo un encontrón mientras compraba; la acusaron de trabajar para un asesino. El mismo Anguita, tiempo atrás, vivió un episodio similar en una farmacia, con dos señoras. En Puerto Varas, el juicio paralelo ya operó; la mayoría cree que él intervino en la muerte de su esposa.

Susan, al lado del gato gordo, habla como un adulto:

-Enoja, porque si lo conocieran se darían cuenta que no. Se supone que es gente grande, con años, y son incapaces de analizar las pruebas que yo, siendo niña, puedo entender. Mi hermana se metió a un grupo de Facebook donde decían eso, que él mató a nuestra mamá. Se puso a escribir un mensaje, pero después vio que no vale la pena.

Vivian, la hermana grande de Susan, antes de partir a Alemania el año pasado, le pidió a los Haeger que pararan, que su padre estaba sufriendo, que la investigación le ha hecho mucho daño a la familia.

-Ellas ya escucharon de la boca de su abuela que yo era un asesino, saliendo del cementerio. Yo nunca tuve que explicarles nada, ellas saben que quería a su madre -dice Anguita.

Patricio Monsalve, su amigo, lo tuvo viviendo un año y medio en su casa: "Él vive para ellas. Lo ha pasado horrible. Acá todos lo miran con ojos de asesino. Al principio pensó en irse de Puerto Varas y el hecho que se haya quedado demuestra que es inocente".

Anguita, hundido, en la silla:

-Si me quieren meter preso, qué voy a hacer. En la cárcel está lleno de inocentes.

Susan levanta la mirada. Arquea su boca hacia abajo.

-Pero no te vayas preso, papá.

A ella le gustaría volver al parque Stocker, echa de menos los grandes espacios de la parcela. Hoy, la casa la arrienda un matrimonio dedicado al deporte aventura, casi a mitad de precio. De vez en cuando, la policía los molesta para ver la buhardilla.

El año pasado, Jaime Anguita y su hija viajaron a Europa. Visitaron una decena de ciudades en menos de un mes. Ella muestra un cuaderno con anotaciones sobre cada una. Sus tías dicen que mantiene siempre su mente ocupada para no recordar.

Entonces, Jaime Anguita le pregunta a su hija:

-¿Somos felices?

- Muy, muy felices -responde ella.

Y casi como diciendo algo malo, agrega:

-Pero sería un poco más si estuviese mi mamá. 

Colaboró: Carla Ruiz

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en manos de la fiscalía

"A lo mejor soy así, pero no me hace mejor ni peor que nadie. ¿Carente de expresiones? Falso, soy bastante sentimental. ¿Calculador? Bueno, soy ingeniero"

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