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Rauss y la Orquesta Usach:

La otra Copa América

viernes, 10 de julio de 2015

Economía y Negocios
Cultura
El Mercurio




Como "Fiesta Latinoamericana" fue anunciado el concierto del lunes de la Orquesta de la USACh, bajo la conducción de Nicolas Rauss. Y eso fue una fiesta para celebrar en su Aula Magna el aniversario número 166 de la Universidad de Santiago.

No toda la música tiene que ser sesuda para que sea de calidad. El concierto significó una opción en que se abandonó momentáneamente el mundo de los grandes clásicos, románticos y modernos, para dar paso a un derroche de ritmos y colores, novedoso y refrescante; todas las obras, con matices y distintos énfasis, revelaban el propósito de los compositores latinoamericanos incluidos en el programa (dos brasileños, un mexicano, un chileno y un argentino), de acercarse a materiales folclóricos presentes en la música tradicional de sus distintos países. No como una transfiguración a lo Bartók, sino una estilización con oficio. El resultado, un festejo donde la entretención no está reñida con la llamada "música docta".

"Mourão", del brasileño César Guerra-Peixe (1914-1993), dio el vamos a la fiesta, y "Máscaras", para arpa y orquesta, del mexicano Antonio Márquez (1950), reveló un estilo ecléctico, a veces algo divagante, al borde de la sentimentalidad y con títulos enigmáticos como "La pasión de San Juan de Letrán" y "La pasión según San Marcos". No conocemos el origen y justificación de esos nombres, pero el vuelo de la imaginación nos hizo oír procesiones y hasta latigazos. El solista fue Manuel Jiménez, que ofreció una óptima ejecución, virtuosa y plena de musicalidad. El público fue recompensado con dos obras fuera de programa: una pieza del galés David Watkins y una "scarlattiana" sonatina del venezolano Moisés Moleiro.

El septeto de solistas que interpretó el "Chôros nº 7" de Villa-Lobos, tuvo un brillante desempeño, y dio vida al abigarrado estilo del brasileño, donde conviven lo docto de influencia francesa, el folclor y la serenata callejera. La ejecución de los "Tres aires chilenos" de Enrique Soro, demostró el brillo de su ampulosa orquestación, y la Suite de ballet opus 12 del ballet "Estancias" de Ginastera, culminó triunfalmente en el frenesí del "Malambo" final, que recibió grandes ovaciones.

Rauss es un magnífico director, cuyo aporte al medio musical chileno ha sido de fundamental importancia; la acústica de la sala es proverbialmente excelente; la orquesta exhibe un gran nivel, y el público -que no aplaude entre movimientos- es cálido y respetuoso. ¿Qué más se puede pedir para una fiesta?

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