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Francisco Selamé: La Reforma Infinita

miércoles, 08 de julio de 2015


Socio PwC


La Real Academia de la Lengua Española define “infinito” como aquello que no
tiene ni puede tener fin ni término, y sin duda esa es y será la
característica principal de nuestra reforma tributaria, mientras no sea
entendida y efectivamente consentida por amplios sectores, como se espera en
un moderno Estado de Derecho.

Nació entre cuatro paredes, en el más completo aislamiento de un grupo de
iluminados, pasó por la Cámara de Diputados sin mayor análisis y en tiempo
récord y luego de una crítica que movilizó amplios grupos de contribuyentes
de diferentes colores y segmentos, y un trabajo arduo de la Comisión de
Hacienda, resultó aprobada por una abrumadora mayoría del Senado, pero
curiosamente dicha mayoría no le dio ni le dará a la reforma la estabilidad
esperada.

¿Cómo se explica lo anterior?

Simplemente porque se trata de una reforma bipolar, escrita con dos plumas
antagónicas, en que cada parte puso lo que pudo y se apresuró a aprobarla,
pensando que su visión tributaria quedaría relativamente a salvo.

Ya está haciéndose evidente que ninguna reforma y menos aquella tan
trascendental como la del sistema impositivo puede construirse de esta
manera si se quiere asegurar como corresponde su persistencia en el tiempo.
Seguir dilatando el reconocimiento de su disparatado carácter solo traerá
nuevos y mayores problemas. Ni la más hábil administración tributaria podrá
simplificarla, ni los tribunales más experimentados aplicarla sin tomar
partido por una u otra visión y así dejar en el camino a uno u otro de los
dos legisladores disímiles que la redactaron, y así las cosas ya no será la
potestad de la ley, sino el parecer de otras autoridades a quienes la
propia Constitución paradójicamente prohíbe establecer tributos, quienes
terminen definiendo con alcances limitados y probablemente muy variados,
las normas de la reforma.

Vulnerable como nunca esta nuestro sistema tributario y como nunca afectada
la certeza y seguridad jurídica de los contribuyentes. Como en el
inquietante grabado de Goya el sueño o abandono de la razón ha producido
monstruos.

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