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Inéditos A 70 años del Nobel

Cien rezos para Yin Yin

domingo, 14 de junio de 2015

Roberto Careaga C.
Revista de Libros
El Mercurio

Fuente de múltiples leyendas, el sobrino que Gabriela Mistral crió como hijo también le provocó una de sus mayores heridas al suicidarse a los 18 años. Un nuevo libro de Pedro Pablo Zegers reconstruye a través de cartas, fotos y poemas la vida del niño, además de publicar por primera vez un centenar de oraciones que la poeta le dedicó.



Era la única mujer en la premiación de los Nobel ese 10 de diciembre de 1945. Llevaba un vestido negro de terciopelo que había conseguido al llegar a Estocolmo. Solo se puso nerviosa mientras volvía a su asiento, tras recibir de las manos del rey de Suecia la medalla del galardón. Antes, durante toda la ceremonia, Gabriela Mistral estuvo mirando a un niño sentado en un balcón de la sala que le recordaba a su sobrino. "Su recuerdo me daba fuerzas", escribió años después. Juan Miguel Godoy, su querido Yin Yin, había muerto hacía poco más de dos años. No podía olvidarlo. Nunca podría. Diez años después, en1953, despertó bruscamente de un sueño en que él la increpaba: "Me ha dicho que lo he olvidado", se lamentaba en una carta a Doris Dana.

"Yin Yin nunca desapareció de su vida. Gabriela Mistral convivió con ese dolor hasta su muerte", dice Pedro Pablo Zegers, que como director del Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional tiene a su cargo la administración del más preciado tesoro para un mistraliano como él: miles de manuscritos, fotos, documentos y objetos, un insondable material que ha sido llamado el legado de Mistral y que desde 2007 está en Chile, cuando fue donado por Doris Atkinson, la sobrina de Dana, la albacea de la poeta. En ese material Zegers ha encontrado textos inéditos para tres libros, entre ellos Niña errante (2009) . El último lo publica ahora Ediciones UDP y explora la trágica dimensión maternal de la autora. Se llama Yin Yin. El sobrino de Gabriela Mistral .

Fuente de innumerables leyendas, Yin Yin representó por años una zona misteriosa en la vida de Mistral: primero por completo ausente de su biografía, más tarde un tema tabú y luego, recién hacia los años 80, el origen de preguntas incómodas: ¿fue madre Gabriela Mistral? Y si lo fue, ¿quién es el padre? "Ella nunca dijo nada sobre el niño", cuenta Zegers, refiriéndose a sus declaraciones públicas, porque en las privadas sí que dijo. Es desde esa área de donde el investigador toma el material que reconstruye la vida de Juan Miguel Godoy, a través de cartas, poemas, oraciones, apuntes de sueños, fotografías, documentos. La ruta empieza en Francia, cuando con un año de vida, en 1926, fue adoptado por la poeta y Palma Guillén, amiga y secretaria, y termina en Brasil, cuando a los 18 años, en 1943, se suicidó.

Un "pésimo nacimiento" que lo habría dejado con secuelas, una frustrada adaptación a la realidad brasileña e incluso drogas fueron algunas de las explicaciones que Mistral se dio ante la decisión de su sobrino, y fueron las que entregó en cartas con fecha cercana al hecho. Fue insistente en aludir a algún tipo de acoso: "Una banda de malvados que le maltrataban de palabra en un colegio odioso", dijo, para agregar que "le trabajaron el cerebro hasta enloquecerlo". A su amigo Eduardo Frei Montalva le dijo, más enigmática, "las dos serpientes que muerden el mundo lo buscaron en la calle". En otra misiva, adelantó: "Estaré insensata y no tocaré fondo de estabilidad para mí misma mientras no entienda el absurdo".

Según cuenta Zegers, Mistral llegó a la insensatez. "Es real que Gabriela Mistral estuvo siete días loca. Se perdió del mundo en un estado de shock que la dejó invalidada de hacer nada", cuenta el investigador. Después de ese período escribió. Completó numerosos cuadernos que completó fervorosamente con rezos en los que pide a Dios que acepte a Yin Yin. Limpiadlo, esclarecedlo, purificadlo, ruega en un flujo místico despojado de literatura.

"Recibid, Señor, el alma de vuestro siervo Juan Miguel y dadle / la salvación eterna, que él solo puede esperar de vuestra misericordia. / Así sea / Librad, Señor, a Juan Miguel de todos los peligros del infierno; / de sus lazos, de sus penas, y de las otras tribulaciones que a esta hora / pueden afligirlo. Así sea", anota en "Domingo Trin, Oremus", aparentemente el primer rezo de más de 120 que Zegers reproduce en el libro y en que no aparece la poeta de los "piececitos de niños", mucho menos la del Nobel de Literatura. Esta es la madre católica que ruega desesperadamente por su hijo.

La llama dulce

Dos noches antes de morir, Yin Yin abandonó el Baile de los Estudiantes antes de que terminara. Llevaba casi tres años viviendo en Petrópolis junto a Mistral, a quien llamaba madre, y nada había sido fácil. Se fue de la fiesta nervioso, abrumado por el acoso de un grupo de compañeros, algo bebido, y junto a un amigo se instaló en un local de la playa a seguir tomando. Vomitó ahí mismo. Al día siguiente Yin Yin le contó a Gabriela lo mal que lo pasó en el baile: "Me habló del muchacho que lo avergonzaba delante de las muchachas decentes, diciéndole: ¿Así es que ahora te gustan las muchachas decentes y no las prostitutas como antes?", escribió semanas después, recordando las horas previas a la muerte de su sobrino.

Mistral se instaló en Brasil en 1940 en su calidad de cónsul vitalicia de Chile, tras casi 15 años en distintas destinaciones en Europa. Venía con una reputación literaria consolidada -en 1938 público su tercer libro, Tala - y como una intelectual de envergadura. Pero lo más decisivo que le dio Europa fue una visita que recibió en Fontainebleau, una ciudad en las afueras de París, en 1926: su hermanastro Carlos Godoy, hijo de su padre, llegó acompañado con un hijo que bordeaba el año de vida, Juan Miguel Godoy. Venían desde España, donde había muerto la madre del niño a raíz de una tuberculosis. Según cuenta Zegers , Mistral aceptó la tuición legal del pequeño junto a Guillén "con la condición de que nunca le reclamen al niño en el futuro".

En adelante, Yin Yin, como lo llamó Gabriela, vivió fundamentalmente al alero de Guillén y entra y sale de diferentes colegios e internados. Cuando llega a Petrópolis es donde realmente establece un lazo de cariño con la autora. Un lazo lleno de sobresaltos. "Tenía muchos intereses. Quiso ser aviador, escritor, artista. Es un adolescente típico. Un chico que a los 16, 17 años, lo tiene todo, bienes, dinero. Es un chico mimado con una vida privilegiada. El hijo de una diplomática que nunca se adaptó bien a la realidad brasileña y estableció una relación de amor-odio con sus compañeros de colegio", dice Zegers. "Y como cuenta Palma Guillén en sus cartas, fue bastante duro y cruel con Gabriela", agrega.

Siguiendo una docena de cartas de Guillén a Mistral y a Yin Yin, enviadas entre septiembre de 1942 y agosto de 1943, desde México y Cuba, aparece entre líneas el estallido de un adolescente incontrolable. Según Palma, Juan Miguel es un muchacho de "temperamento nervioso y débil", que difícilmente podrá ser aviador: "Con ese cuerpo laxo y débil no debe tener las condiciones físicas requeridas". Y aunque lo impulsa a seguir sus deseos de escritor, se entera de actos -no sabemos cuáles- que la llevan a decir a la poeta: "Cuando se tiene esa vanidad, ese cinismo y ese mal gusto no se es ni artista verdadero ni inteligente. Juanito es un vago y un vanidoso, simplemente (...) Ese muchacho vago y perdulario que gasta a manos llenas, que se cree un genio y que no estudia; que se cree un hombre y anda entre mujerzuelas".

Acaso por datos que le entrega Mistral, Guillén sospecha que alguien "está actuando sobre él", para quedarse con su dinero. "Por ningún motivo debes aceptar quedarte sola con él", le advierte a la poeta en abril de 1943. En su carta a Frei, la escritora agregará datos nebulosos al caso: una joven alemana de "medio pelo" de la que se enamoró, "dos integralistas nazis" que lo buscaban. Como sea, desoyó a Palma y desde mediados de junio se quedó sola con Yin Yin: "Quedamos solos en este caserón y vivíamos una especie de idilio. Él tomó consciencia de golpe de mi enfermedad y me cuidaba con un primor, con una tal delicadeza, Frei, que nunca le vi más tierno para mí", le escribió.

Salvad a Yin Yin

El idilio no fue suficiente para Juan Miguel. El 14 de agosto de 1943 escribió con lápiz grafito: "Creo que mejor hago en abandonar las cosas como están. No he sabido vencer, espero que en otro mundo exista más felicidad. Cariñosamente tu Yin Yin. Un abrazo a Palma". Momentos después, ingirió una cantidad de arsénico que lo tuvo agonizando una noche en el hospital. "De este destrozo íntimo yo no podré rehacerme: él era el aroma y, sin metáfora, la llama dulce de mi vida", le escribió Mistral a Eduardo Frei.

Después vino la oración. Mistral llenó cuadernos de todo el repertorio posible de rezos: letanías, jaculatorias, antífonas, salmos, himnos, elogios, credos, etc. "Espíritu Santo, rasgad las tinieblas en torno de Juan Miguel / si lo rodean aún./ Esclarecedlo de una vez y dejad su alma a salvo de todo error y de toda caída", pide. "Virgen María, Madre de los niños que corren los valles y / de los otros que murieron en su flor: busca a Juan Miguel, búscalo / y dale la mano", anota. Después: "Dios Padre, sustentador del mundo, salvad a Yin Yin". Y siete meses después de su muerte, sigue escribiendo: "Alégrate, vida mía, de ser eterno y de ser hijo de Dios; alégrate / de ser el heredero de la redención que trajo Cristo a la Tierra".

Las oraciones ocupan casi la mitad del libro Yin Yin , y ni siquiera están todas las que Mistral escribió de su puño y letra: Zegers dejó fuera las repeticiones y también las citas a la Biblia. Estas últimas permiten entender que esos cuadernos fueron más que piezas íntimas y tuvieron también la función de guiar jornadas de plegarias que la escritora alojó en su casa para pedir por su sobrino, a la que se sumaban invitados y conocidos. No hay datos para saber hasta cuándo Mistral continuó con los rezos. La noticia del Premio Nobel habría terminado con el duelo; después de recibirlo, de hecho, no volvió a Petrópolis. Pero su hijo la siguió. Apareció en poemas, cartas y sueños. Se sentó en su cama una noche de 1953 y, en un "tono nada cariñoso", ella le oyó decir: "Te vas a olvidar de mí".

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