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ENTREVISTA Anhelos y angustias del hombre contemporáneo:

35 ensayos para discutir la modernidad

domingo, 10 de mayo de 2015

Economía y Negocios

El Mercurio

Carlos Peña publica "Ideas de Perfil", un ejercicio monumental de pensamiento, síntesis e ilustración. Son filósofos y sociólogos, más algunos psiquiatras y poetas, que han pensado la modernidad desde las más disímiles circunstancias y puntos de vista, y que tienen en común hacerse cargo de la conciencia ambivalente que esta tiene de sí misma.



"Yo soy un periodista", afirma Carlos Peña, cuando se le pregunta por sus preferencias en materia de pensamiento filosófico, a pesar de su doctorado en dicha disciplina. Esquivo ante la pregunta, el rector de la Universidad Diego Portales se atreve a deslizar su simpatía con todos aquellos pensadores que quieren salvar al 'sujeto ilustrado', desde Kant a Slavoj ?i?ek, el eslovaco de vida extravagante, que desafía al posmodernismo que anuncia la disolución de toda identidad. En este nuevo libro de Peña -"Ideas de Perfil", Hueders- parece abrumadora la cantidad de pensadores que se analizan. 30, entre filósofos y sociólogos, más tres poetas, un novelista, dos psiquiatras y un científico. ¿Hay un hilo conductor oculto que los reúna? ¿Pensadores de la modernidad? ¿De la filosofía política?

"A pesar de estar distanciados por los diversos avatares de la vida -dice Peña-, las disciplinas que cultivaron y el estilo con que escribieron, todos esos autores reflexionaron acerca de algunos de los problemas que están presentes en la cultura de la modernidad. Al leer sus libros, husmear sus cartas o asistir a las polémicas en las que participaron -que es lo que hice al escribir este libro- es posible encontrar agudas reflexiones acerca de asuntos que subyacen hoy en la cultura pública. Cada uno de ellos se ocupó, por supuesto, de muchos problemas, problemas tan disímiles como la paradoja de las clases, la existencia del inconsciente, la comprensión de la locura, las funciones del sistema escolar o del lenguaje de la ciencia; pero en medio de todos ellos siempre pareció rondar la pregunta de si existía o no algún sentido o significado que orientara la existencia en las sociedades modernas, y en caso de haber una respuesta afirmativa, cuál sería y en qué se fundaría".

Puede ser un número de autores intimidante a primera vista, pero Peña salva esa primera aprensión con su estilo llano, narrativo, ensayístico, ameno, incluso, en la explicación de ideas oscuras o abstrusas, pues mantiene siempre un afán pedagógico y de polemista, que hace que el lector se sienta en un vivo debate, urgente, sobre el mundo actual.

"El destino de estas casi 600 páginas -afirma Peña- es lo que el Dr. Johnson llamó un common reader : alguien que no es ni un académico ni un crítico, pero que tiene interés en el mundo de las ideas, que sabe que para pensar por sí mismo hay que hacer el esfuerzo de conocer lo que otros han pensado. Son ensayos que discurren y exploran conexiones de diversa índole a partir de los libros y la circunstancia de quienes los pensaron. El resultado, espero, es una muestra del tipo de problemas que configuran parte de la cultura de nuestro tiempo". Un libro sin prólogo ni prefacio, que va directo al grano.

-En casi todos los textos se recurre a la biografía de los autores a la hora de fijar su aporte al pensamiento. ¿Es un recurso narrativo, o la biografía es inseparable del acto de pensar y de elaborar una idea con pretensión de universalidad?

"Las flechas del destino -así llamaba Freud a los acontecimientos que hacen a una vida humana- sirven a veces para comprender lo que alguien pensó. A fin de cuentas, lo universal siempre se inscribe en lo particular. Pero sobre todo ayudan a ver un misterio: que vidas tan disímiles puedan, no obstante, haberse preocupado por lo mismo ¿Qué hizo que Spinoza, mientras pulía lentes en Rjinsburg, lograra imaginar al mundo más o menos como lo vemos hoy y que, al leerlo, nos parezca casi un contemporáneo? ¿Por qué Schmitt, jurista del Reich, atisbó problemas que orientan a la izquierda de hoy día? ¿Qué explica que Aristóteles describa el deseo humano de manera similar a ?i?ek? Los detalles de la vida ayudan a comprender que hay muchos sujetos biográficos y que entre todos ellos parece haber, sin embargo, un mismo sujeto del discurso. Es el misterio de toda literatura: la inscripción, insisto, de lo universal en lo particular".

-¿Cuál es a su juicio la posición del filósofo, o del pensador, en sentido amplio, en el espacio público de las sociedades contemporáneas? ¿Ha tenido épocas mejores, de mayor influencia? Este libro pareciera buscar, entre otras cosas, volver a ponerlo en el centro del debate político. ¿Es así?

"El pensador y el filósofo han tenido épocas mejores, sin duda (es cosa de recordar la de los mandarines, a Sartre a Aron) pero entonces las sociedades eran más elitistas, las utopías aún no se apagaban y el libro era todavía el medio fundamental de comunicación. La masificación de la vida, el fracaso de los grandes relatos y los nuevos medios cambiaron las condiciones de la esfera pública; ahora el intelectual debe ser capaz, si quiere influir, de hablar el lenguaje de la comunicación masiva. En esto sigue valiendo el consejo de Ortega: el intelectual debe ser capaz de ser un aristócrata en la plazuela; es decir, en los medios, capaz de hablarle a todos. Esa es la única forma que la mera indignación sea sustituida por la reflexión; la queja moral por diagnósticos e ideas, y los gritos por el diálogo. Quizá este texto pueda contribuir a eso".

-¿Qué atributos esenciales definen la modernidad en este libro y que atraviesan el conjunto de los escritos aquí expuestos?

"El que mejor la define quizá sea la conciencia ambivalente que ella tiene de sí misma. Ninguna otra época ha afirmado con mayor entusiasmo la libertad y la autonomía de los seres humanos, pero, ninguna, tampoco, ha tenido una conciencia más aguda de sus problemas y de sus límites. Ninguna época humana ha expandido la libertad política y el bienestar como lo han hecho las sociedades modernas, pero tampoco ninguna otra ha inventado formas más eficientes y crueles para amagarlas. En fin, ninguna otra época ha experimentado el progreso como lo ha hecho ésta, pero tampoco ninguna ha vivido tan amargas desilusiones cuando lo alcanza".

-En la lista hay solo un pensador derechamente cristiano, Ratzinger, aunque es un invitado relevante que está puesto al último, a manera de conclusión, haciendo coincidir su diagnóstico de la sociedad capitalista actual con el pensador marxista ?i?ek. ¿Más allá de esta coincidencia -la falta de límites para ejercer la libertad que hace que ésta no tenga un "telos", un sentido- no hay más aporte de esa corriente de pensamiento a la modernidad?

"Bueno, Kant también era conscientemente cristiano. Y Ratzinger me parece a mí que representa mejor que ningún otro un aspecto fundamental del problema contemporáneo: la necesidad de contar con un sentido sin sacrificar el pluralismo. La sociedad humana (y en esto es donde Ratzinger coincide con ?i?ek) tendría la estructura de los cuentos de hadas. Es lo que Chesterton (converso al catolicismo, dicho sea de paso) llamó la estructura condicional del goce. Cuando los habitantes de las sociedades contemporáneas preguntan por qué deberían aceptar que su voluntad esté limitada por reglas o principios, su pregunta es tan absurda como si Cenicienta preguntara por qué debe irse de la fiesta a las doce. Cenicienta no se da cuenta de que ella no estaría en la fiesta si no debiera irse a las doce. El deseo humano está estructurado sobre la base de una prohibición o, si se prefiere, de un sentido".

-Un rasgo que asoma en Ortega y Gasset y Arendt, por ejemplo, es la tendencia a denunciar la crisis de lo público, del ámbito donde se desarrolla la política y donde el hombre es genuinamente libre y se realiza como individuo. La sociedad de masas moderna estaría haciendo peligrar gravemente la existencia de ese espacio público, haciendo de la vida un mero automatismo reproductor sin sentido. ¿Es un diagnóstico reversible?

"Buena parte de los bienes de que disponemos en las sociedades abiertas -la libertad de expresión, los procesos democráticos, el respeto por la autonomía- descansa en la idea de que los seres humanos somos capaces de trazar planes de vida y adecuar nuestros actos y nuestras decisiones a ese plan. Este ideal de autogobierno, cuando se hace colectivo, requiere de un ámbito donde todos se reconozcan mutuamente como iguales y puedan deliberar acerca del mundo que tienen en común. Ese ámbito -el ámbito público- es una espacio hasta cierto punto artificial, del que forman parte los medios, las universidades, las iglesias. Allí se encuentran los diversos mundos de la vida -las diversas formas de vida- y se esfuerzan por discernir un modo de vivir en común. Se trata de un ideal normativo cuya realización no es, por supuesto, sencilla; pero él debe seguir orientando los esfuerzos por la construcción de un genuino espacio público distinto del Estado y del mercado. Arendt pensó que el Estado y el mercado diluían y ocultaban lo público (sustituyéndolo por lo social) y Ortega creyó que cuando el espacio público se apagaba el intelectual dejaba de influir y la realidad se empobrecía. Pero ninguno dejó de pensar que ese ideal normativo seguía siendo orientador. Hoy día por ejemplo cuando parte de la sociedad -los jóvenes, algunos intelectuales- se rebelan contra la naturalización de la vida, contra la creencia en que el modo de vida que tenemos es el único posible, están mostrando también que ese anhelo de autonomía colectiva sigue inspirando. Cambiar las cosas, mejorar el mundo que tenemos en común, requiere un horizonte normativo que oriente el esfuerzo. Por eso puede afirmarse que ese ideal de lo público -a pesar de todos sus tropiezos que diagnosticaron tan bien Ortega, Arendt; entre nosotros Lechner; u Octavio Paz- sigue vigente".

-Jorge Millas es el único filósofo chileno elegido por usted para hablar de las promesas y de las trampas de la modernidad en este libro. ¿Es el único genuino para usted en este sentido?

"No, es probable que haya otros. Giannini entre ellos, García de la Huerta a propósito de la política, Carla Cordua en la esfera de la cultura. Pero Millas es, a mi juicio, una figura notable porque, si descontamos su elocuencia, vivió esa modernización rápida y fue capaz al mismo tiempo de advertir sus peligros, sin ceder a ninguna beatería, sin nunca inclinarse ante el coro del instante. Él hizo de los desafíos de la modernización -o de la sociedad de masas como prefirió decir- el objeto explícito de una reflexión que es simplemente brillante, llena de aciertos y de guiños también para lo que vivimos hoy".

-Otro de los peligros que ve usted para la política y el ejercicio de la libertad es la entronización del mercado y la ilusión de las soluciones técnicas que plantean los economistas para resolver la pregunta sobre el cómo debiéramos vivir...

"No, no pienso que el mercado sea culpable de todos los males. El mercado es capaz de producir muchos bienes. La expansión del consumo, desde luego, contribuye a ampliar la experiencia de la autonomía y borra en parte los signos externos de estatus. El problema es la ideología del mercado autorregulado que favorece el imperio total de la técnica, y ocurre (como sugiere Schmitt y con él Weber) que la técnica no es capaz de producir sentido. El resultado entonces es una naturalización de la vida, donde todo parece regirse por leyes que sólo podemos inteligir, pero no cambiar, y donde la política es sustituida por las políticas públicas, y el político, por el experto ¿Acaso eso no es algo de lo que subyace en el malestar contemporáneo?"

-Usted le da gran importancia al psicoanálisis de Freud y sus sucesores a la hora de hacer un diagnóstico fructífero de la sociedad contemporánea. Pero el psicoanálisis y su gran invento o descubrimiento como afirma usted, el inconsciente, ha tenido épocas de mayor prestigio que la que tiene ahora...

"Desde luego, la cuestión de si el psicoanálisis es o no relevante depende de lo que entendamos por él. Si el psicoanálisis intentara comprender al ser humano como un ente manejado por pulsiones oscuras que deben ser reconciliadas con la realidad (el viejo juego del principio del placer con la realidad) usted tiene razón y habría perdido, en efecto, su vigencia. Pero si lo entendemos como el intento de examinar el lugar que la ficción y los textos poseen en la condición humana (según Lacan, ese fue el descubrimiento de Freud: entender el inconsciente como un lenguaje) no cabe duda de que el psicoanálisis es indispensable para comprender la cultura y la manera en que los seres humanos constituimos la realidad. El psicoanálisis intenta confrontar al ser humano con el núcleo que lo constituye -un deseo imposible- y la manera en que la cultura intenta encubrirlo".

-¿Por eso quizás en su libro se trata de manera sucesiva a Spinoza, Freud y ?i?ek? ?i?ek representaría el vínculo entre Freud y Lacan. ¿Pero cuál es el vínculo entre Spinoza y Freud?

"A pesar de que Freud no fue muy dado a reconocer sus deudas, declaró alguna vez que "todo se lo debía a Spinoza". ¿Por qué? La razón deriva del hecho que Spinoza siempre pensó que la única libertad que estaba a nuestro alcance era lo que él llamaba "la comprensión de la necesidad". No podemos escapar, pensó Spinoza, a la gran cadena de la causalidad de la que nosotros y nuestros actos no eran más que un eslabón; pero sí somos capaces de entender nuestra posición en ella. Y cuando esa comprensión se alcanza, las pasiones que nos agobian se transforman en afectos. No otra cosa es el trabajo psicoanalítico: no podemos escapar de las sombras del pasado o del texto que, sin saberlo, nos teledirige; pero si lo comprendemos podremos, paradójicamente, liberarnos de su tiranía. Freud es pues spinoziano como el que más".

-Con ?i?ek y Lacan el psicoanálisis se convierte en una herramienta renovada a la hora de plantear una crítica al capitalismo, a partir de una redefinición del concepto de ideología. ¿En qué consiste este planteamiento?

"En una frase: se trata de que la realidad está constituida como una ficción. La ideología (el sueño sería el equivalente freudiano) constituye a la realidad y lo hace para diferir o postergar lo que Lacan llama el real, el vacío, la traumática verdad que acecha al deseo de las cosas. La ideología es una construcción fantasiosa que hace de soporte a nuestra realidad: ella estructura nuestras relaciones sociales efectivas y encubre así ese núcleo que se resiste a toda simbolización. La ideología no nos ofrece una huida de la realidad, sino que nos ofrece la realidad misma como el escape de un núcleo que sabemos traumático".

"Las diferencias con la visión marxista de la ideología saltan a la vista. En las versiones más populares, la ideología ofrece una visión parcial y falsa de la realidad (una falsa universalidad); en la versión de Lacan-?i?ek, en cambio, la ideología es una visión total que estructura la realidad y borra las huellas de su propia imposibilidad".

-Usted sugiere que Wittgenstein y Russell -dos pensadores lógicos y cercanos a la filosofía del lenguaje- pudieron encontrar en "lo religioso", especialmente el primero de ellos, una salida a las dudas y el enjaulamiento que plantean los límites del conocimiento racional. ¿Cuál es la relevancia de este punto de vista en la actualidad?

"Russell quiso fundar las matemáticas en la lógica. Ese esfuerzo tenía para él un sentido casi religioso: era una forma de acreditar el orden y el sentido del mundo. Pero no fue posible. Sus investigaciones, que compartió con Frege, lo llevaron a la conclusión de que ni siquiera las matemáticas, la forma de discurso y de conocimiento que la cultura humana llegó a tener como más fiable y más segura, podían eludir la inconsistencia, un incómodo vacío. La famosa paradoja de las clases -una versión sofisticada de la paradoja del mentiroso: todas las líneas de esta entrevista son falsas- mostró a Russell que el tranquilo cielo que habían soñado "los santos y los poetas" no se encontraba en las matemáticas, el refugio al que él había huido escapando de la soledad. Wittgenstein, hasta cierto punto su discípulo, tuvo también una aguda conciencia de esa ruptura y de ese vacío. Tanto el "Tractatus logico-philosophicus", como las "Investigaciones filosóficas", su gran testamento, compartieron una misma convicción: somos seres atrapados en el lenguaje, que es a la vez nuestra casa y nuestra prisión. El mundo-tal-como-es-en-sí-mismo, y el sentido que lo orienta, está fuera de nuestro alcance. El resultado es que la condición humana arrastra un resto, un residuo fracturado, un vacío que la cultura trata de llenar y al que quizá sólo podemos asomarnos mediante el silencio, como sugirió Wittgenstein, o mediante el sueño de los santos y los poetas, como dijo Russell. No es posible comprender la literatura contemporánea -pienso en J. Butler, ?i?ek, Badiou, Putnam- sin conocer esos puntos de vista".

-¿Hay relación entre la poesía de Parra y Zurita, otros dos autores comentados, con todo lo anterior?

"Sí, sin duda. Tanto la poesía de Parra como la de Zurita se asoman a ese residuo, a ese vacío que la cultura intenta, pero nunca logra del todo, suturar. Parra muestra que las palabras prometen y a la vez defraudan, que mediante ellas formulamos preguntas que nadie responde y Zurita subraya la condición significante y por eso mismo paradójica que para el ser humano tiene el tiempo: el tiempo arrebata la experiencia, pero, al arrebatarla, lo sabe bien Zurita como lo sabía Hegel, la constituye".

''El destino de este libro es lo que el Dr. Johnson llamó un common reader: alguien que no es ni un académico ni un crítico, pero que tiene interés en el mundo de las ideas".

'' Ratzinger representa mejor que ningún otro un aspecto fundamental del problema contemporáneo: la necesidad de contar con un sentido sin sacrificar el pluralismo".

'' Russell quiso fundar las matemáticas en la lógica. Ese esfuerzo tenía para él un sentido casi religioso: era una forma de acreditar el orden y el sentido del mundo".

'' El psicoanálisis intenta confrontar al ser humano con el núcleo que lo constituye -un deseo imposible- y la manera en que la cultura intenta encubrirlo".

''El problema es la ideología del mercado autorregulado que favorece el imperio total de la técnica, y ocurre que la técnica no es capaz de producir sentido".

'' Tanto la poesía de Parra como la de Zurita se asoman a ese residuo, a ese vacío que la cultura intenta, pero nunca logra del todo, saturar".

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