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El renacer de Aguas Claras

domingo, 10 de mayo de 2015

Economía y Negocios

El Mercurio

El borde costero que rodea a Cachagua tiene un sorprendente bosque relicto con especies típicas de la selva valdiviana. Hoy, en el sector de Aguas Claras existe un parque de 600 hectáreas especialmente diseñado para disfrutar de él y, de paso, practicar diversas actividades al aire libre. Como esta.



Aguas Claras puede ser un nombre conocido para los visitantes de los pueblos costeros aledaños a Cachagua, en la Región de Valparaíso. La gente, locales y turistas, ha ido a ese sector desde siempre para hacer paseos a caballo y excursiones en bicicleta. Pero lo que pocos saben es que, recientemente, el sector se estructuró y hoy existe allí un lugar que vale la pena conocer: el Parque Aguas Claras.

Hace unos años, las constantes llegadas de veraneantes al lugar para hacer actividades al aire libre puso a Nemesio Vicuña, dueño de los terrenos, en una encrucijada. Las visitas significaban, muchas veces, daños al terreno y basura, lo que lo llevó a preguntarse: ¿Cerrar o no su fundo?

Finalmente, Vicuña dio en arriendo 600 de las 1.200 hectáreas que conforman su fundo a Outlife, una empresa que se dedica al desarrollo y operación de parques outdoor. Ellos ordenaron el lugar en términos de acceso y circuitos, y en 2013 abrieron un parque diseñado y orientado al deporte. Hoy, éste cuenta con tres circuitos de mountain bike de distintos niveles y tres senderos de trekking. Hasta la fecha, entre 20 mil y 25 mil personas han visitado el parque. Se trata de un bosque nativo relicto con especies de selva valdiviana que sobrevivieron a la última glaciación. Ecosistemas de este tipo están presentes solo en otros dos bosques relictos: Fray Jorge y Santa Inés, ambos en la Región de Coquimbo. Hoy, el bosque de Aguas Claras se mantiene por las características geomorfológicas del entorno: el ambiente húmedo, generado por la camanchaca, permite su supervivencia.

De los tres senderos de trekking que existen en el parque, el más atractivo es el Sendero Columbia, de cinco kilómetros de distancia, ya que parte en el bosque costero, pasa después por un tranque y termina en una cumbre donde se tiene una linda vista hacia el mar y Cachagua.

Desde la entrada el sendero está señalizado con maderas de color azul, las cuales demarcan el camino a lo largo del trayecto. Al comienzo se comparte el camino con el sendero para niños, el que se separa hacia la izquierda aproximadamente a los 500 metros. La caminata, fácil, va acompañada por gigantescos bellotos del norte -monumentos naturales desde 1995-, olivillos y peumos. La mayoría de las especies de flora y fauna están indicadas con fichas interpretativas, lo que resulta muy didáctico. Animales que se pueden ver son zorros, tucúqueres, llacas (un pequeño marsupial), e incluso gatos huiñas, si se tiene suerte. Hay algunos que dicen que han visto pumas en la parte más alejada del mar. En términos de aves, los jilgueros, carpinteros y chirihues son habituales.

A los 20 minutos de haber comenzado el trekking se llega a una especie de túnel en la ladera del cerro que se encuentra tapada por maderas. Es una antigua mina de oro que se explotó en los años 50. Se continúa y pueden divisarse boldos, maitenes y litres. Pronto se comienza a bajar para llegar a una quebrada donde hay un estero. Pasado ese lugar, y pasados un par de arrayanes, se llega al lugar donde el sendero comienza a dar la vuelta (hasta aquí han pasado 45 minutos). Pero antes de volver está la opción de tomar un camino que lleva a un tranque entre los cerros. Éste, de 800 metros, es plano al comienzo y termina en una especie de zigzag en subida. Al llegar arriba, se tiene una buena vista del tranque.

El tranque es artificial y en él hay distintas aves, como patos yeco. Alrededor hay caballos, burros y vacas; y es común ver ciclistas recorriendo partes del Sendero Merrell de mountain bike (aunque el más atractivo y extenso es el Sendero Rockford, con 13 kilómetros). El ambiente es calmo y los visitantes, pocos.

Una media hora después de caminar en altura, divisando romerillos y peumos, se llega a un mirador, el mejor punto de todo el trekking. Desde ahí se tiene una panorámica de la costa, con vista al pueblo de Cachagua y al hito conocido como Isla de los Pingüinos, Monumento Natural que acoge a pingüinos de Humboldt y Magallánicos. Durante el descenso, se vuelve al mismo camino por el que se partió. En 20 minutos se estará de regreso en la entrada, con ganas de descansar. Afortunadamente, la playa está a unos pocos minutos.

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