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Petit Verdot:

La fierecilla domada del vino

viernes, 19 de diciembre de 2014

Economía y Negocios

El Mercurio

Es una cepa tinta robusta y salvaje, pero que en Chile muestra un lado inusualmente calmo y amable. Y aunque con pocos exponentes, los resultados son para considerarla en serio.



Tal como en otros ámbitos, en el mundo de las cepas para producir vino, también hay protagonistas y actores secundarios. Los protagonistas, obvio, ustedes los conocen: cabernet sauvignon, sauvignon blanc, pinot noir, merlot. Aunque estas y otras cepas pueden tener papeles secundarios, aportando en mezclas, lo normal es que sean protagonistas, sobre todo en sus zonas de origen, los sitios desde donde adquirieron fama. Borgoña para el pinot noir, Burdeos para el cabernet sauvignon.

Los actores de reparto, en tanto, viven su vida en un segundo plano. Si tomamos el ejemplo de Burdeos, tras el cabernet sauvignon (que rara vez va solo en los tintos bordoleses) siempre se encuentra algo de cabernet franc, algo de merlot y también, una variedad aún menos conocida, el petit verdot.

Germán Lyon es enólogo de la viña Pérez Cruz, en la zona de Huelquén, en el Alto Maipo, y desde 2005 que vinifica petit verdot, aunque sólo en 2008 tuvo éxito con la cepa. Ese éxito se llama Chaski y es hoy uno de los pocos petit disponibles en el mercado nacional.

Para demostrar el potencial de la cepa, Lyon organiza una degustación vertical de Chaski, desde esa primera cosecha de 2008 hasta la 2012. "Es una rareza", dice Lyon, definiendo al petit verdot. Una rareza y también una cepa complicada de producir.

En su natal Burdeos, es parte minoritaria de las grandes mezclas tintas del lugar. En un clima lluvioso y sin el suficiente sol para madurar, los recios taninos del petit verdot se vuelven salvajes. Sólo en los años más cálidos gana cierto protagonismo, aportando su personalidad. "El petit verdot es una variedad que ofrece vinos de gran estructura, de taninos firmes y también de acidez alta", dice Lyon, lo que significa que hay que tener cuidado si no se quiere obtener un tinto que dejará Knock Out la lengua.

Para calmar tal despliegue de intensidad, en Chaski se incluyen menores porcentajes de otras cepas, como el carmenere y el malbec, que aportan complejidad aromática, pero según Lyon, sobre todo una textura más suave. La última cosecha, de 2012, demuestra ese balance en un vino inusualmente suave, al menos para los estándares de la variedad.

Pero Chaski no es la excepción en estos domados petit verdot sudamericanos. Probar el petit en Burdeos, solo, antes de ir a la mezcla, puede ser algo doloroso. Sin embargo, bajo el sol de este lado del mundo (en Chile y también en Argentina) el petit parece domesticarse de una forma deliciosa. Sigue sin ser un vino especialmente aromático, pero sí con suaves aromas especiados. Y si bien es tánico, astringente, si se le compara con el merlot e, incluso, con el cabernet sauvignon, sigue siendo una versión mucho más amigable de la cepa.

Y, además, con gran potencial de guarda. La primera cosecha de Chaski, de 2008, hoy se bebe sin problemas, manteniendo su frescor y fruta juvenil como si nada y mostrando una textura inusualmente suave. Un gatito regalón en vez de la fiera que debiera ser.

Aportando al panorama varietal de Chile, el petit verdot puede que nunca se convierta en actor principal en nuestra escena de vinos, pero sí es una rareza que vale la pena probar.

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