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La Federación Rusa:

Una economía herida

viernes, 21 de noviembre de 2014

Economía y Negocios

El Mercurio

Está más cerca de la crisis de lo que Occidente o Vladimir Putin creen. Su economía basada en el petróleo subió por el aumento del precio de la energía, pero ahora que el valor del crudo se ha desplomado Rusia se está haciendo daño.



A Vladimir Putin no le faltan problemas, muchos han sido creados por sí mismo. Está la hecatombe en Ucrania oriental, donde continúa echando leña al fuego. Están sus tensas relaciones con occidente, incluso con Alemania poniéndose en su contra ahora. Hay una insurrección islámica en sus fronteras y en casa hay quejas por los números en alza que dudan de la sabiduría de su política ucraniana. Pero un problema más podría eclipsar todos inconvenientes: la dañada economía rusa podría caer en crisis.

Algunas de las dolencias rusas son conocidas. Su economía basada en el petróleo subió por el aumento del precio de la energía; ahora que el petróleo se ha desplomado, pasando de un promedio de casi US$ 110 el barril en el primer semestre del año a menos de US$ 80, Rusia se está haciendo daño. Más de dos tercios de las exportaciones vienen de la energía. El rublo ha caído 23% en tres meses. Las sanciones de occidente también han causado dolor, en tanto los banqueros han aplicado restricciones, no sólo a los amigos del señor Putin, sino a un alto número de negocios rusos. En términos generales, años de cleptopía han tenido un efecto corrosivo. Mucha de la riqueza del país se ha dividido entre los amigos del señor Putin.

Todos esperan el estancamiento, pero la sabiduría convencional dice que el señor Putin es lo suficientemente fuerte para soportar esto. El rublo en caída ha hecho a algunas industrias exportadoras, como la agrícola, más competitivas. Estas exportaciones combinadas con el bloqueo a las importaciones y las sanciones en contra significan que Rusia aún tiene un pequeño superávit comercial. Cuenta con una reserva de divisas extranjeras, algo como US$ 370 mil millones de acuerdo a las cifras del Banco Central. Agréguele la resiliencia de los rusos, que también están inclinados a culpar de las miserias a los extranjeros, y la visión desde Moscú es que el señor Putin tiene tiempo para maniobrar. La gente habla fácilmente de dos años, o algo similar.

De hecho, una crisis puede llegar mucho antes. Las defensas de Rusia están más débiles de lo que aparentaban en un principio y pueden ser probadas en una sucesión de posibilidades: otra caída en el precio del petróleo, una fallida reprogramación de la deuda por las empresas rusas, más sanciones occidentales. Cuando las economías están en un curso insostenible, las finanzas internacionales muchas veces actúan como un botón acelerador, empujando a los países al límite de forma más rápida de lo que los políticos o inversionistas esperan.

Putin, derribando a un buen hombre

La preocupación inmediata es el precio del petróleo. El señor Putin está confiado en que se recuperará. Pero la oferta parece que aumentará, con la OPEP dispuesta a defender su porción de mercado. Agencias del gobierno estadounidense predicen que los precios del barril de petróleo promediarán US$ 83 en 2015, muy debajo del nivel de los US$ 90 que Rusia necesita para evitar la recesión (y para mantener su presupuesto en equilibrio). Si se debilita la demanda global -Japón ha caído en recesión desde la última ronda de predicciones-, el precio del petróleo podría caer más. Eso hará que los inversionistas rápidamente reevalúen las perspectivas rusas.

Luego está el pago de la deuda. Las empresas rusas tienen más de US$ 500 mil millones en deuda externa pendiente, con US$ 130 mil millones pagaderos antes de fines de 2015, en un momento en que pocos bancos occidentales quieren incrementar su exposición con Rusia. Incluso, firmas con ganancias en dólares pueden luchar para pagar sus deudas. Rosneft, un gigante petrolero, pidió recientemente al Kremlin que le preste US$ 44 mil millones. El señor Putin se ha resistido hasta ahora, pero no puede permitir a una empresa que es 70% de propiedad del Estado y que emplea a 160 mil personas falle. Hay un número creciente de empresas rusas en problemas. Los créditos vencidos estaban aumentando este año incluso antes de que las tasas de interés se elevaran a 9,5% para defender el rublo. Mientras tanto, los bancos rusos están confiados en su banco central para que reemplace los depósitos que sus clientes están pasando a dólares.

Directa o indirectamente, muchas de estas cuentas terminarán en el Kremlin, por lo que sus reservas serán vitales. Se están evaporando: bajaron US$ 100 mil millones el año pasado, seguidos de fallidos intentos para defender el rublo. Y el libro de contabilidad es poco confiable. De los US$ 370 mil millones de reserva, más de US$ 170 mil millones están en los dos fondos más ricos del país. Algunos de sus activos son dudosos, incluyendo varias participaciones en bancos rusos de propiedad estatal y la deuda emitida por Ucrania que la propia agresión del señor Putin está siendo inútil. Uno de los fondos se destina a las pensiones. En realidad, el gobierno ruso tiene tal vez US$ 270 mil millones de efectivo asequibles y utilizables sin demasiados recortes en otros lados, menos sus obligaciones externas de los próximos dos años. Todo esto huele a problema para Rusia, pero la política exterior merodeadora del señor Putin podría acelerar las cosas. Después de todo, es un hombre que ha invadido otros países y mentido sobre aquello. Una incursión más profunda en Ucrania podría llevar a fuertes sanciones por las naciones occidentales. Algunas de ellas, como bloquear a los bancos rusos del pago del sistema internacional (SWIFT), podrían frenar todo el comercio ruso. Un bloqueo parcial en las exportaciones de petróleo haría bajar la economía, tal como lo hizo con la iraní. Y mientras más problemas enfrenta, posiblemente más cartas nacionalistas podrá jugar el señor Putin. Eso es más incursiones internacionales y, por ende, más sanciones.

De Rusia a Río sin mucho amor

La crisis económica rusa más reciente, en 1998, llevó a un default del gobierno. Esta vez una cadena de quiebras bancarias, de empresas y una recesión profunda se ven probables.

Aún así, el dolor podría propagarse rápidamente al extranjero, tanto para los países que dependen del comercio de Rusia -las exportaciones a Rusia representan plenamente el 5% del PIB en los países bálticos y Bielorrusia- y por medio de un efecto dominó financiero. Los bancos de Austria y Suecia están expuestos. Y si las empresas de un país que produce commodities impulsadas por malas gestiones empiezan a dejar de pagar sus deudas en dólares, entonces los inversionistas se preocuparán por otros, como Brasil.

Si la economía rusa fuera a colapsar, inevitablemente habría llamadas en occidente para que las sanciones se reduzcan. Esta semana el señor Putin señaló que 300 mil empleos alemanes dependen del intercambio con su país. Pero Angela Merkel se mantuvo firme. Las acciones, debe finalmente aprender Putin, tienen consecuencias. Invada otro país y el mundo actuará en su contra. Y lo mismo pasa con la economía. Si Putin hubiese pasado más de su tiempo fortaleciendo la economía más que enriqueciendo a sus amigos, hoy no se encontraría tan vulnerable.

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