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Educación, I+D e inversión privada, las trabas para que Chile sea como Silicon Valley

lunes, 20 de octubre de 2014

Pablo Tirado
Economía y negocios

Expertos coinciden en que el país está bien encaminado, pero que es necesario mejorar aspectos como el desarrollo social y el apoyo empresarial.

Chile está de moda en el mundo de la innovación. Prácticamente todas las semanas es posible encontrarse en Santiago con un seminario de alguna eminencia internacional, leer acerca de un nuevo emprendimiento chileno que cruza las fronteras y, por supuesto, tropezarse con los cientos de extranjeros que han llegado al país gracias a Start-Up Chile, hoy por hoy la iniciativa local más reconocida en el mundo.

Eso, sumado a la fuerte inversión que el Gobierno pretende hacer en innovación y emprendimiento el próximo año (más de $370 mil millones de la cartera de Economía), hace que la pregunta parezca evidente. ¿Puede Chile convertirse en una especie de Silicon Valley de América Latina?

Un grupo de expertos internacionales que conocen la realidad local consultados por “El Mercurio” aseguran que el país tiene todas las herramientas para ser un polo regional, aunque debe esforzarse para lograrlo.

Steve Ciesinski, de la compañía de investigación SRI de EE.UU., por ejemplo, cree que las autoridades han hecho una excelente labor dando a conocer al país como un polo de innovación y creando conciencia acerca del espíritu emprendedor. Comenta que gracias a factores como la estabilidad económica y política y sus enormes recursos naturales, Chile tiene potencial para ser unos de los hub de innovación de América Latina. “Hay una abundancia de recursos naturales, empezando por supuesto con el cobre, pero incluyendo su impresionante línea de costa y tierras de cultivo. Esto se presta para la posibilidad de desarrollar innovaciones para la agricultura y la industria del vino”, dice.

De opinión similar es Cornelius Boersch, fundador del fondo Mountain Partners, quien ha hecho negocios en distintos mercados de América Latina y que, por lo mismo, dice estar convencido de que Chile puede ser un centro para toda la región. “Tiene enormes similitudes con Europa. Esto se refleja no solo en una infraestructura muy desarrollada, sino también en un sistema legal y financiero muy eficiente y transparente. Me da la sensación de que la generación más joven tiene un creciente interés en iniciar sus propias empresas y las universidades están alentando cada vez más el espíritu emprendedor”, asegura.

El país es visto también como un territorio fértil, con mucho potencial para seguir avanzando. Michael Barry, profesor del d.school, el instituto de diseño de Stanford, ha viajado a Chile e incluso ha realizado investigaciones para empresas norteamericanas en Santiago y sostiene que hay varias similitudes entre el Chile actual y lo que California era en los años 50, cuando se inició la revolución de Silicon Valley: “Hay recursos exquisitos, gente que es muy buena en lo que hace y que piensan outside the box”.

Su compañera de Stanford, Tina Seelig, quien es directora ejecutiva del STVP, experta en creatividad, innovación y emprendimiento y autora de más de una decena de libros, también tiene una percepción similar. “Chile es un lugar muy emocionante. Hay mucho potencial, es un país con un ecosistema impresionantemente diverso, un sistema educacional fabuloso para la educación superior y creo que tiene un potencial tremendo”, reconoce.

Temas pendientes



Pero aunque el ecosistema goza de buena salud, no todo es perfecto. La educación, la investigación y el capital de riesgo aparecen como los principales escollos para convertir a Chile en una potencia. Steve Ciesinski cree que es vital que se ponga más énfasis en la investigación y desarrollo (I+D): el país gasta menos del 1% de su PIB en ese apartado, mientras las naciones más innovadoras gastan sobre el 2%. Otra área que le preocupa es la falta de una industria de capital de riesgo. “Las grandes empresas chilenas podrían crear sus propios fondos de capital riesgo, como muchas lo han hecho en EE.UU. (Intel, Nike, UPS, etc.). Se llaman ‘capital de riesgo corporativo’ y están destinados a ayudar a las pequeñas empresas a crecer en industrias donde estas grandes corporaciones son actores importantes”, explica.

En una línea similar, Cornelius Boersch cree que es muy necesario que el sector privado entregue apoyo a iniciativas en fase startup. “He sido un inversionista ángel por casi 20 años y siempre he apoyado y financiado a jóvenes emprendedores. También he animado y convencido a otras familias con recursos de todo el mundo, para invertir en innovación. Me gustaría que también las familias más exitosas de Chile dedicaran un poco más de tiempo, esfuerzo y capital para este campo”, dice.

Otra de las falencias que tiene Chile de cara a convertirse en un Silicon Valley en América Latina es la calidad de vida y la educación. “Como en muchos países del mundo, en Chile existen cosas que hay que cambiar. Claramente el acceso a la educación superior y a una mejor educación primaria y secundaria, y creo que también una mayor protección del medio ambiente. Santiago, por ejemplo, es una ciudad hermosa y hoy enfrenta varios problemas medioambientales”, agrega Tina Seelig, quien asegura que la sociedad tiene que pensar en como “elevar la vara” en todos los aspectos.

Michael Barry, por su parte, considera que también es necesario que el país y su gente ganen más confianza. “Eso llega con la experiencia, con conexiones globales. Lo bueno es que creo que existe una enorme hambre en Chile, más de la que tenemos en EE.UU.”, dice.

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