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Ejecutivas de armas tomar

domingo, 07 de julio de 2013

Bernardita Aguirre
Economía y Negocios

Marisol Bravo, en la Fuerza Aérea; Catalina Cabello, en el Ejército, y Alejandra Varela, en la Armada, son parte de las primeras reservistas. B. A.

Si uno le pregunta a una ejecutiva por qué decidió formar parte de una institución militar, las respuestas son variadas: la intriga de conocer este mundo por dentro, saber por qué un militar tiene tanta pasión por su trabajo o las ganas de estar en campaña, volar un avión de la FACh o tripular un buque de la escuadra nacional están entre las respuestas. Pero tras vivir la experiencia, están el amor a la patria, el compañerismo y la admiración por la institución de la que formaron parte.

La Fuerza Aérea, el Ejército y la Armada han abierto sus puertas al mundo femenino, y para acercarse a la sociedad, han integrado a las mujeres reservistas que vienen del mundo civil.

La FACh partió en los años 30, integrando a mujeres piloto, pero de manera formal en el año 2000, con el primer curso al que se integraron tres reservistas femeninas. En el Ejército fueron tres también las que se incorporaron en el año del Bicentenario, y en la Armada, en 2011, catorce mujeres integraron la primera generación del Cornav, la Compañía de Oficiales de Reserva Naval (también existe el grupo CAOR Yates, del que solo se ha graduado una mujer).

En estos grupos de mujeres, las ejecutivas están haciendo historia. Gerentas que dejan atrás sus escritorios, le quitan tiempo a la familia los fines de semana, reorganizan sus viajes de negocio y por algunos días dejan de liderar para someterse a la voz de mando de un militar.

Se ponen sus uniformes, se recogen el pelo, se arrastran en puntas y codos, se tiran en paracaídas o disparan en un polígono. Vuelven a ser jóvenes universitarias que comparten con un curso y aprenden lecciones que marcan su vida e influyen en sus empresas. Y adquieren un compromiso de por vida con las Fuerzas Armadas de Chile.

Alejandra Varela: “La formación nos marcó y eso uno lo siente. Uno toma conciencia de que es chilena”
En tres oportunidades la subgerenta de finanzas de Clínica Las Lilas y guardiamarina de la Armada, Alejandra Varela, fue a la Escuela Naval de jueves a sábado en la tarde durante su formación como reservista de la Armada. Cuenta que se levantaba a las 5:30 de la mañana, salía a trotar, luego se duchaba y se formaba para tomar desayuno.

“Estuvimos en la fragata Prat y nos embarcamos e hicimos distintos zafarranchos (ejercicios) en el petrolero Montt”, recuerda Alejandra, que vivió un simulacro de incendio en el barco y entró a una cámara llena de humo.

A otras mujeres de las 14 que formaron parte de la primera generación femenina que hizo el curso de reservista de la Armada en 2011 les tocó simular el enfrentamiento de un ataque aéreo: algunas comandaron el barco, leyeron cartas de navegación y fueron parte de las distintas labores de este buque, uno de los más grandes que tiene la Armada.

“Para eso hubo preparación y entrenamos, fue súper profesional porque nos estaban mirando. La misma dotación del buque nos supervisaba y nos iba instruyendo, y cuando hicimos el ejercicio real, fue todo perfecto”, dice Alejandra.

Aparte de estos ejercicios en terreno Alejandra y sus “carretas”, como se llama a los compañeros en la Armada, tuvieron meses de instrucción los jueves y los sábados. Aprendieron teoría, a desfilar y a manejar la espada para la graduación.

“La ceremonia de graduación la practicamos mucho. Es una ceremonia que tiene mucho detalle, giros, la espada que no es fácil, el juramento es muy lindo. El día antes de la graduación, velamos las espadas y nos sentamos a meditar; algunos tomaron la palabra y salieron cosas muy lindas y significativas. La formación nos marcó y eso uno lo siente. Uno toma conciencia de que es chilena”, cuenta Alejandra Varela.

Su misión hoy es llevar la Armada a la sociedad. Está apoyando la logística de los operativos médicos que realiza esta institución, tienen proyectos de atención dental y están instalando bustos de Prat.

“El desafío es seguir adelante con el compromiso que hicimos de haber jurado a la bandera, uno se compromete a darlo todo por su país”, recalca.


Catalina Cabello: “Cuando tú dices daría la vida por mi patria, te emociona; realmente adquieres un compromiso que es de por vida” Catalina Cabello, directora regional de finanzas para Americas South, de Joy Global, empresa que abastece de equipos para la minería, fue parte de la primera generación de mujeres que hizo el Curso de Aspirantes a Oficiales de Reserva del Ejército (CAOR) en 2010.

“Me recomendó un amigo que lo había hecho el año anterior. Describió mi personalidad que era medio líder y pionera. Porque empezar a trabajar en el área de finanzas 30 años atrás era ser pionera”, cuenta Catalina.

Lo que ella más rescata de su generación es la unión entre los 24 compañeros que hicieron el curso el año del Bicentenario, y para graficarlo muestra que el calendario que utiliza en su escritorio es del CAOR, y en cada mes tiene marcados los cumpleaños de sus compañeros con caricaturas. Lo hicieron para celebrar su ascenso a subtenientes en 2012.

“Formamos una amistad distinta. En el curso conoces a gente bastante pública como persona, al final del día todos tenemos una pena, una inseguridad, una alegría, y somos personas que por haber llegado a ciertos puestos en la vida laboral, si nos hubiéramos conocido en otro ambiente, hubiéramos sido distantes, competitivos. Pero la relación que se da dentro del CAOR es impactante”, confidencia Catalina Cabello.

Dice que la amistad se fue dando de a poco durante su formación. En la campaña en Chena, la segunda noche la pasaron en vela conversando con sus escuadras (grupos). “Empezamos a contar todos ciertas cosas de la vida, y te das cuenta de que al final en estos puestos la gente puede estar medio sola, y al encontrarte con gente que pueden ser pares en lo intelectual y que son sobre todo cercanos en lo emocional, te acercas. Esto marcó a nuestra generación”, dice.

Durante seis meses asistieron a clases de instrucción física militar, marchas, campamentos, orientación diurna y nocturna, conocieron las distintas unidades del Ejército e historia militar.

“La graduación fue súper, súper emocionante. Es un antes y un después de jurar a la bandera. Cuando tú dices daría la vida por mi patria, te emociona; realmente adquieres un compromiso que es de por vida”, cuenta, y vuelve a emocionarse, con lágrimas en los ojos.

En la empresa debemos aprender del Ejército


Las empresas y el Ejército son parecidos, según Catalina. “Ambas partimos de la base de que los recursos son limitados y que hay que planificar en base a lo que quieres alcanzar. Existe la logística, y claramente la ejecución tiene que ser impecable. Las empresas deberíamos aprender mucho del Ejército, de lo que es una planificación fabulosa, una logística increíble, porque hay que darles de comer a los soldados cuando están en combate, hay que tener puestos de auxilio, hay que darles asistencia a las familias, hay que estar mirando cuál va a ser el siguiente combate, y la ejecución tiene que ser perfecta, porque si no lo es, pones en riesgo tu vida”, reflexiona.

Dice que la visión que ella tenía del Ejército como institución también cambió. “Tenemos un ejército prusiano, y uno tiene la idea de que es anticuado, pero es un ejército tremendamente moderno, internet en todas partes, software para los juegos de guerra en todas partes, el Instituto Geográfico Militar es un lujo, los oficiales son un lujo, todos hablan dos idiomas, la gente de la Academia de Guerra, el alto mando, son personas que en forma paralela en una empresa serían ejecutivos de lujo”.


Marisol Bravo: “Es un orgullo vestir el uniforme azul” El profesionalismo, la mirada con visión de largo plazo, la vocación de servicio, la excelencia por el trabajo bien hecho y la labor en equipo de la Fuerza Aérea, llamaron la atención de la gerenta de asuntos corporativos de CCU, Marisol Bravo. Ella formó parte de una de las primeras generaciones de mujeres reservistas de la FACh el año 2000 y hasta hoy sigue comprometida con la institución. Es teniente y aspirante a capitán.

Lleva un mes en un curso de información que espera a fin de año le permita ascender. No está estudiando sola, lo hace junto a su mamá, María Artemisa Léniz, ingeniera y piloto civil con quien también hizo el curso hace 13 años.

“Recuerdo cuando íbamos todos los sábados muy temprano a la academia de guerra al curso que duró varios meses, vestidas con uniforme de combate. Mis niños eran chicos y preguntaban por qué la mamá y la abuela se vestían de soldaditos y el papá no”, cuenta Marisol entre risas.

Su escuadrilla se llama Tifón, y la componen 13 hombres y tres mujeres, todos ejecutivos, empresarios y profesionales. Ella tomó el nombre de combate de Biónica, que comienza con la inicial de su apellido.

“Aprendimos sobre la Fuerza Aérea, su estructura y personal. Leímos libros de operación y de logística”, recuerda Marisol.

El estudio lo combinaba con ejercicios en terreno y lo que más le costaba a Marisol, era ir a disparar al polígono. “Es pesado y es algo muy lejano a mí, por eso cada vez que hay polígono, ahí estoy. Disparar un arma tiene todo un proceso, hay que saber escuchar, seguir cada orden y eso es una disciplina que se aplica en todo orden de cosas en la FACh. Eso te enseña mucho”.

La confianza y la relación de ayuda, cooperación y apoyo entre los compañeros de la escuadrilla Tifón fue fuerte y hasta el día de hoy Marisol dice que cuenta con su apoyo. “Eso lo transmite la Fuerza Aérea porque uno puede entregar la vida por el compañero. Eso se transmite en el trabajo, en tus equipos laborales, en la familia donde uno tiene que estar presente, apoyar y ayudar”.

De a poco en su entrenamiento Marisol fue haciendo el link con la empresa. “En la FACh hay una visión, una planificación estratégica, una estructura organizacional, son mucho más disciplinados, eso sí”.

Al final de la formación vino la graduación donde Marisol dice que sintió un orgullo inmenso de vestir el uniforme azul. “Se siente una cosa increíble, un orgullo de ser parte de una institución tan importante para el país, que trasciende en el tiempo. A quien me lo pregunta, yo le digo que haga el curso, uno siempre lo puede compatibilizar y es una vuelta de mano, dar tu tiempo, ofrecer tu tiempo por esta institución y la sociedad”.

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