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Los Rothschild y su asociación con Concha y Toro: ha sido un matrimonio formidable

domingo, 07 de abril de 2013

Camila Miranda
Economía y Negocios

La primera cosecha salió en 1998 y hoy Almaviva se comercializa en todo el mundo, con un precio de exportación que es el más alto de la industria chilena, según la firma ligada a la familia Guilisasti.

Son hermanos y se nota. La idea de uno la complementa el otro, bromean entre ellos, y a la hora de hablar de vinos -lo que los trajo a Chile-, ambos dejan claro por qué su familia lleva más de 150 años en esta industria, con vinos emblemáticos Chateau Mouton Rothschild o Chateau d"Armailhac, por nombrar dos de sus "grand cru classé", máxima categoría para los vinos en Francia. Son Philippe Sereys de Rothschild y Julien de Beaumarchais de Rothschild. Su madre, la baronesa Philippine de Rothschild, y Eduardo Guilisasti Tagle -el patriarca del clan, ya fallecido- cerraron en 1997 un acuerdo para crear un vino que mezclara lo mejor del viejo y del nuevo mundo. Nació así Almaviva, abriendo la categoría de los vinos de Primer Orden, o íconos, que equivalen a los "Grand cru classé" en Francia. Hoy se comercializa en todo el mundo, con un precio de exportación de US$ 800 por caja, el más alto de la industria chilena, según Concha y Toro. Su público, situado principalmente en Asia, los ha mantenido a salvo de la crisis, explican.

¿Cómo han sido estos 15 años de Almaviva? "De un crecimiento asombroso", responde Julien de Beaumarchais.

"No hemos tenido ninguna decepción. Queríamos hacer un gran vino y podemos decir que lo logramos", acota Sereys.

-¿Realmente temían que no lo fuera?
"Es una de nuestras preocupaciones cuando llegamos a un terroir que no conocemos. Tenemos una alta exigencia de calidad y una imagen de familia, pero estamos muy contentos, porque logramos un gran vino a fuerza de trabajo, de análisis, de ensamblajes más exigentes, de búsquedas de nuevas parcelas y de un trabajo extraordinario entre el equipo nuestro y el de Concha y Toro. Ha sido un matrimonio formidable.

-¿Sienten que por ser Rothschild la crítica espera más de un vino o puede ser más dura?
"No más dura, pero a nosotros sí nos importa la crítica, nos importa cómo es recibido un vino", responde Sereys.

"Y nos referimos a la crítica en general. Nos gusta de igual manera cuando un crítico nos hacer una buena crítica que cuando nos llama un amigo para felicitarnos porque probó un Almaviva o tomó otro vino nuestro. Y nos duele de igual manera cuando es al revés", añade De Beaumarchais.

-¿Tras 15 años de Almaviva, está entre sus planes hacer un nuevo vino, un blanco por ejemplo?
"¡No nos dimos cuenta cómo pasaron 15 años, tenemos una historia de más de 150 años y esto nos parece ayer. Entonces creemos que hay que esperar, por ahora estamos muy contentos con Almaviva, hemos trabajado muy bien. Los técnicos han cambiado, pero siempre han podido trabajar en conjunto... y eso no es fácil, porque son complicados, son artistas", bromean.

-¿El vino chileno sigue teniendo como principal atributo un buen precio en relación con la calidad, o se desprendió de esta imagen?
Philippe Sereys: "Es verdad que el vino chileno sigue teniendo la imagen de buen precio-calidad. Pero hoy no es solo eso. Hay muchos vinos, muy buenos, que no compiten por precio, gracias al esfuerzo de toda la industria.

-¿A eso contribuyó Almaviva?
"¡Esperamos que sí!".

El relevo en la compañía
Tanto Philippe Sereys como Julien de Beaumarchais tomaron el relevo de su madre, ya retirada, en todos los negocios vitivinícolas de la familia. Sin embargo, no están dedicados 100% a la empresa. Philippe Sereys se ha desarrollado en el mundo financiero y hoy es presidente de JoltTech Capital, una empresa de inversión en compañías de tecnología europeas. Julien de Beaumarchais estudió historia del arte y en 2004 fundó una empresa dedicada a grabados y dibujos del siglo diecisiete al diecinueve. ¿Se dedicarán completamente al negocio del vino? Ambos responden que no. El rol de la familia debe ser dar los grandes lineamientos, la mirada de hacia donde debe ir la compañía, pero no estar en las decisiones cotidianas, explican.

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