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La desconfianza que nos separa del desarrollo

martes, 23 de octubre de 2012

Doctor en Economía de Harvard y Decano de la Facultad de Economía y Negocios de la UNAB
Jorge Marshall

Diversos estudios dan cuenta de los bajos niveles de confianza interpersonal en el Chile actual. De acuerdo al World Value Survey, sólo un 13% cree que en general se puede confiar en la gente, frente al 36% en los países de la OCDE.

Hasta mediados del siglo pasado, con mucha intuición y poco rigor científico, nuestro atraso económico se explicaba mayoritariamente por los aspectos sociales y culturales del país. Francisco Antonio Encina y Aníbal Pinto saltan a la memoria. Con el avance de la ciencia económica, el estudio del crecimiento se fue concentrando en variables tangibles, como la inversión, el capital humano y el progreso tecnológico, con lo que los aspectos sociales pasaron a un segundo plano.

En los años recientes, en cambio, la investigación económica ha distinguido entre estos factores tangibles y los determinantes "profundos" del crecimiento, donde se ha retomado la indagación sobre las condiciones sociales con una nueva perspectiva, fundamentalmente la capacidad de las personas de cooperar entre sí más allá de la familia, lo que se relaciona directamente con la confianza que expresan los ciudadanos respecto a sus relaciones sociales.

Diversos estudios dan cuenta de los bajos niveles de confianza interpersonal en el Chile actual. De acuerdo al World Value Survey, sólo un 13% cree que en general se puede confiar en la gente, frente al 36% en los países de la OCDE. A su vez, un 70% de los chilenos piensa que las personas tratan de aprovecharse de ellos, mientras que en países desarrollados esta respuesta alcanza a un 35%. Esta percepción también se manifiesta respecto de las instituciones y de las empresas, generando la brecha de confianza que hoy nos separa del desarrollo.

Las consecuencias de este fenómeno son relevantes para el crecimiento: la población demanda mayores regulaciones del Estado; las decisiones de inversión se evalúan con un escenario de mayor incertidumbre; las oportunidades de cooperación entre empresas o con centros tecnológicos son sometidas a una inspección más estricta; el trabajo se organiza en base a rutinas con poco espacio para la creatividad; y escasea el capital de riesgo.

El problema es que esta brecha se reproduce en el tiempo. Dado que los beneficios esperados de la cooperación dependen de las interacciones que ocurrieron en el pasado, las percepciones ciudadanas van perpetuando la sensación de desconfianza. Como he sostenido en ocasiones anteriores, los mecanismos más eficientes para producir confianza "desde arriba" son la modernización del Estado, la acción de los líderes prominentes y los acuerdos políticos. Pero estos mecanismos necesitan un complemento "desde abajo": la reputación de las personas y las prácticas de enseñanza.

Cuando las personas interactúan construyen una reputación en base al signo de sus interacciones -positivas o negativas- que informan acerca de posibles comportamientos futuros. Cuando esta reputación es visible suben las expectativas de reciprocidad y se incentiva el buen comportamiento. Esta es la base para establecer una relación de confianza entre las personas. Robert Axelrod define este hecho como la "sombra del futuro" que condiciona el comportamiento presente.

Cuando existen mecanismos que registran y difunden la información sobre el comportamiento de las personas (reputación) la estrategia oportunista de "golpear y correr" pierde fuerza y se rompe el círculo vicioso que reproduce la desconfianza en el tiempo.

Las nuevas tecnologías permiten capturar información relevante para la reputación y hacerla visible. Las empresas que se dedican a las transacciones en línea (E-bay) o el márketing del turismo (por ejemplo, tripAdvisor) han aprovechado rápidamente estas innovaciones. El desafío es adaptar estos mecanismos a otros ámbitos, incluyendo los lugares de trabajo y de estudio.

En segundo lugar, investigaciones recientes muestran que las prácticas de enseñanza tienen una influencia significativa en la confianza interpersonal. Los métodos verticales, en que el profesor diserta y pregunta, mientras los estudiantes toman apuntes, leen y responden tienden a reproducir los bajos niveles de confianza. En cambio, los métodos horizontales, en que los estudiantes trabajan en grupos, discuten y preguntan al profesor, permiten la cooperación que conduce a la creación de mayor confianza.

Estos dos mecanismos, que están siendo analizados desde una perspectiva académica en países desarrollados, debieran atraer nuestra atención para el diseño de políticas públicas, sobre todo las vinculadas al desarrollo productivo, en la generación de redes y cadenas de innovación y en todos los ámbitos de la educación. Sostener que basta con alcanzar un nivel de producto per cápita para cruzar el umbral del desarrollo implica desconocer la historia de Chile y los avances de la teoría del crecimiento, lo que en definitiva es no hacerse cargo del desafío que tenemos por delante.

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