Cómo hacemos con la mesada
Atención, papás
Las reglas de oro para la mesada
Los gastos al detalle
Alternativas para carretear
  Antes de entregar una mesada es bueno tener presente algunas cosas.
 

Las reglas de oro para la mesada

Administrar gastos es una necesidad: Debe ser entendido como parte del proceso de aprendizaje de la persona, en el que adquiere autonomía y dominio sobre cómo jerarquizar su estructura de gastos.

La periodicidad sí importa: Los especialistas sugieren entregar los recursos una vez al mes para que el joven anticipe cómo deberá distribuir sus recursos cuando empiece a trabajar.

Se deben definir conjuntamente los objetivos: Para que no se produzcan malentendidos, es importante que padres e hijos compartan la percepción sobre qué necesidades se cubrirán con la mesada asignada.

Se debe mantener coherencia: Si el monto de la mesada varía constantemente, los jóvenes pierden confianza en el sistema, y tienden a usar recursos emocionales para maximizar el dinero que entregan los padres.

Ambos padres deben compartir criterios: Cuando no es así, un hijo puede acostumbrarse a extorsionar emocionalmente al padre más generoso para obtener más dinero. Esta práctica desvirtúa la noción de los límites.

No es un sueldo: Al tener como objetivo satisfacer una necesidad, la mesada no debe usarse como vehículo de presión o premiación.

Es mejor compartir información: Cuando los ingresos familiares caen, los gastos se restringen. Es útil que los padres expliquen con claridad por qué deben reducir la mesada.

Sin distinciones: A pesar de que un hijo de un sexo puede requerir más dinero que el de otro, discriminar a priori puede incentivar una concepción machista o feminista sobre las finanzas personales.

Obligar a trabajar no es bueno, incentivar sí: Cuando se generan recursos se desarrolla la autoestima y se adquiere seguridad en las destrezas. Asimismo, se inicia una transición menos traumática a la vida laboral. Conminar a que el estudiante trabaje puede ser positivo, pero cuando se los obliga a trabajar no siendo estrictamente necesario se pueden obtener efectos contraproducentes, como rechazo a la vida laboral y descuido de la carrera.