Datos personales

 

Fecha de nacimiento: 19 de enero de 1914

Estado Civil: casado con María Noseda Zambra

Número de hijos: no tiene

Religión: católica

Actividad/ nivel de educación de los padres: padre comerciante de trigo, madre dueña de casa.

Situación socioeconómica durante la niñez: buena.

Número de hermanos y su lugar entre ellos: mayor de tres hermanos.

Educación recibida: educación básica en Ferrara, Italia e ingeniería comercial en Eritrea, África

Sobrenombre: don Cleto

Rasgo dominante: bajo perfil público.

Diarios y revistas que leía: todos los que tenía a mano, además de prensa extranjera.

Capital con el que inició su primer negocio: US$100 mil

Fortuna personal estimada: para el 2003 en US$1.300 millones

Hobbies: la lectura

 

 

“Don Cleto”, como le decían sus cercanos, nació en Ferrara, Italia, el 19 de enero de 1914. Fue el mayor de tres hermanos y heredó de su padre y de su abuelo el interés por el comercio.

 

A los 22 años llegó a Abisinia –actualmente Etiopía- región que recién había sido anexada a Italia por Mussolini. Ahí pasó la Segunda Guerra Mundial junto a sus dos hermanos, Gino y Arturo. Comercializó sal, al tiempo que estudiaba ingeniería. Finalmente perdió todo y terminó en un campo de concentración, del cual logró escapar hacia Italia en un barco.

 

 

En 1936 las dificultades económicas por las qAnacleto Angelini junto a su esposa María Noseda. ue atravesaba su familia lo obligaron a salir a probar suerte en el mundo. A los 34 años llegó a Santiago junto a su amigo Antonio Franchini para instalar una fábrica de pinturas que llamaron Tajamar. A su arribo, se puso en contacto con la colonia italiana, donde conoció a Marta Noseda Zambra, hija de su amigo José Noseda, con quien se casó en 1959. No tuvieron hijos.

 

Angelini siempre tuvo un perfil sumamente bajo y una vida bastante sobria. Particularmente, pensaba que eran sus empresas las que debían mostrarse y no él. Su intimidad la defendió a fondo, tuvo muy poca vida social, alejado de las fiestas, de las entrevistas y de las fotos.

 

“Esto representa la antítesis de la función del empresario, el cual se hace sólo con imaginación, esfuerzo y perseverancia”, señaló en 1994, en una de las pocas entrevistas que concedió. En esa ocasión, accedió a hablar con El Mercurio, luego que el Presidente de la República, Eduardo Frei, le otorgara la nacionalidad chilena.

 

Era un hombre muy modesto. Tanto así que era capaz de negar rotundamente cualquier alusión que lo catapultara como una de las personas más ricas del continente. Para él, además de los negocios, un aspecto fundamental en su vida era preservar el tesoro más valioso que poseía: su familia. Recordaba con emoción a su padre Giuseppe Angelini y a su madre Adalgisa Fabbri.

 

También a su hermano Gino, que pese a ser más joven que él, murió en 1994. “Fue una pérdida que lo desgarró”, aseguran cercanos, quienes recuerdan que junto a él forjó su imperio .

 


Lectura y comida, sus placeres


Angelini era muy aficionado a la lectura. Aunque hizo deporte en sus tiempos juveniles, fútbol y bicicleta, estos pasatiempos no tuvieron cabida tras su irrupción en el mundo empresarial. Su sencillez también la llevaba a su hogar. Vivía en un departamento ubicado en Martín de Zamora con Las Condes, que ni siquiera era un penthouse. Este inmueble lo compró luego que su casa en La Reina quedara muy dañada por el terremoto de 1985.

 

Según la revista Forbes, para Angelini el máximo atractivo Anacleto Angelini.de su residencia era la terraza. Este era su lugar predilecto para tomarse un café y sentarse a leer, aunque su vista estaba bloqueada por otros edificios. Además de su departamento, el empresario poseía una casa en el balneario de las Rocas de Santo Domingo y también una villa en Italia, a las orillas del lago Como. Allá iba para visitar sus parientes.

 

A Anacleto Angelini le gustaba el centro de Santiago. Ahí se sentía cómodo almorzando en el café Paula. Angelini era de esos clientes que se sentaban en la barra y no en las mesas. Solo o acompañado por algún empleado de la compañía.

 

También era un amante de la comida, sobre todo de la italiana. Su restaurante predilecto del centro era el Due Torri. A este lugar iba con uno de sus principales amigos, Aquiles Portaluppi.

 

Angelini no tenía problemas para caminar por las calles céntricas o ir al banco a realizar trámites. Se movía sin guardias.

 

 

 

Bajo perfil

 

En 1999 la revista Forbes publicó el nombre de Anacleto Angelini como el primer empresario chileno incluido en la antesala del club de billonarios. En vez de llenarlo de orgullo, la noticia le desagradó profundamente. “Esto en nada ayuda a la empresa”, afirmó en ese entonces. Y es que gran parte de las historias, anécdotas y golpes de suerte que forjaron a este empresario que alguna vez dijo que “las fotos y los cócteles son la antítesis de un emprendedor”, se han mantenido bajo siete llaves.

 

Angelini cultivó hasta los extremos el bajo perfil, al punto que existía un pacto de silencio entre los ejecutivos de sus empresas para no hablar de su jefe. Por principio no asistía a fiestas ni a eventos sociales, prefería su rutina en la que después de la jornada laboral llegaba a su departamento y se sentaba en su terraza a leer.

 

Algunos fines de semana se arrancaba a su casa en Santo Domingo –un fundo de 400 hectáreas- y en el verano al lago Villarica. A Italia viajaba cada vez menos porque se cansaba de los aviones. Pero años atrás pasaba temporadas en la casa que heredó su esposa orillas del Lago di Como, en el norte de Italia, cerca de la frontera con Suiza. Angelini se preocupó de modernizarla y la convirtió en el centro de reuniones familiares. Este empresario –que en 1994 recibió del gobierno la nacionalidad chilena por gracias- le brindó contadas ocasiones a los medios de comunicación para renovar su archivo fotográfico.

 

El martes 28 de agosto de 2007, a los 93 años, Anacleto Angelini falleció en el Hospital Clínico de la Universidad Católica. El prestigioso empresario había ingresado pocos días antes en el centro de salud por una gripe, la cual se había visto agravada por un efisema pulmonar que lo aquejaba hacía algún tiempo.

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