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Entrevista El canon y la ciencia ficción del escritor argentino:

César Aira: "Lo digital es espectral, fugaz, feo y secundario"

domingo, 21 de abril de 2019

Juan Rodríguez M.
Revista de Libros
El Mercurio

La reedición de dos títulos inhallables -la novela El juego de los mundos y el Diccionario de autores latinoamericanos - es una oportunidad para hablar con el autor trasandino sobre internet y los libros; sobre la historiografía y la poesía chilenas; sobre Dios y la literatura.



Para César Aira (Coronel Pringles, 1949) una buena novela de ciencia ficción es una contradicción en los términos. Y sin embargo por amistad creó una historia de ese talante: El juego de los mundos , escrita para un joven amigo, seguidor de dicho género, quien la publicó el año 2000 en una pequeñísima editorial.

Casi inencontrable, 19 años después El juego de los mundos es reeditada por Emecé ($9.900), en una versión corregida por el autor. Por supuesto, la novela es más un artefacto airiano que una muestra de ciencia ficción: la historia tira hacia delante, reflexiona sobre la literatura, la verosimilitud, la lectura; estruja los géneros y sus convenciones, como hiciera Aira con la novela gótica en su obra más reciente, Prins .

La "nueva" obra es divertida, irónica, cuando no sarcástica, sobre todo mental. La acción transcurre en algún futuro muy, muy lejano; el narrador es un padre cuyos hijos, como la mayoría de la juventud, son fanáticos "impenitentes" de un juego -"El Juego de los Mundos"- que consiste en destruir otros mundos... reales. Es un tiempo sin libros, el "temple contemplativo" está extinto, la tecnología permite diseñar escenarios para pasar el momento y hace la vida sencilla, fácil, gracias a maravillas como el "Programador" y el "Desprogramador".

La idea de absoluto

Uno de los conflictos de la novela es la muerte y posible resurrección de la idea de Dios, "la idea de las ideas". Al preguntarle a Aira si Dios es algo así como el ideal de la razón literaria, el horizonte de toda ficción, responde: "En efecto, es una idea de absoluto, pero eso es lo contrario de la literatura, que es la travesía de los particulares. En la novela no lo pensé tanto en ese sentido como en el de la imposición de una idea dominante sobre todas las otras. Aunque los teólogos se las han arreglado para seguir delirando a gusto. Borges dijo que no hay idea tan absurda que no se le haya ocurrido a algún filósofo. Yo agrego que si hay alguna idea demasiado absurda hasta para los filósofos, se le ocurrirá a algún teólogo".

En el tiempo y espacio de El juego de los mundos , la imaginación ha muerto reemplazada por los "Sistemas Inteligentes" que "se hicieron cargo de nuestros procesos mentales". El protagonista y narrador es un nostálgico, que añora "los siglos de la poesía". ¿Lo es también Aira?, ¿cómo se lleva él con las nuevas tecnologías? "Es un poco triste calzar en el estereotipo del viejo nostálgico de los buenos viejos tiempos -responde-, pero no hay remedio. Yo hice mi obra, y viví, en la atmósfera de lo que se llama 'modernismo tardío', que no es lo mismo que 'retardatario', sino más bien lo contrario. Creo que en ese campo todavía queda mucho valioso por hacer, mucha promesa todavía incumplida".

-En el futuro de su novela también se ha perdido la lectura, reemplazada por combinatorias de imágenes. ¿Qué perderíamos si ocurriera algo así?

-Alguien invirtió la pregunta habitual por la supervivencia del libro en el mundo digital, y se preguntó si sobrevivirá lo digital en el mundo del libro. Yo apuesto a que no. El libro es un objeto precioso, que ha sido deseado y atesorado durante miles de años. Lo digital es espectral, fugaz, feo y secundario. ¿Quién quiere eso?

Un diccionario literario

Otro libro inhallable de Aira era su Diccionario de autores latinoamericanos , en el que revisa la obra de escritores nacidos antes de 1940. "Trabajo enteramente personal y doméstico -se lee en un texto de advertencia-, acumulación de comentarios de lecturas y notas de investigador aficionado, este diccionario lo es por estar ordenado alfabéticamente". Publicado en 1985, reimpreso en 2001, la obra vuelve gracias a la editorial chilena Tajamar ($39.500).

Leamos qué dice Aira de algunos chilenos: María Luisa Bombal, su obra es "algo lánguida y con pronunciadas caídas en la cursilería"; Nicanor Parra, "lo que ha escrito tiene el aire casual, displicente, del dilettante muy dotado, siempre a punto de dedicarse a otra cosa"; Marta Brunet, "con intenso sentimiento de la naturaleza, casi animista, pero nada romántica"; Braulio Arenas, su "obra de poeta y novelista es tan numerosa como excelente", inventó "su propia técnica, y la reinventó en cada libro"; Joaquín Edwards Bello, uno "de los grandes novelistas chilenos, quizás el mejor entre Blest Gana y Manuel Rojas"; y Gabriela Mistral, "hay en ella un horror al lugar común, del que huye corrigiendo cada verso hasta darle esa desarticulación de collage sonoro que caracteriza su prosodia, y la hace tan hermosa".

En una posdata, Aira explica que no actualizó la obra por falta de energía, pero sobre todo por la aparición de internet. "De modo que el Diccionario , pensado originalmente como obra de consulta, vuelve a los lectores como obra literaria".

-¿Qué diferencia hace?

-Creo que era su destino natural. Basándome en las opiniones y comentarios que recibí desde la primera publicación, me pareció que este Diccionario siempre había sido apreciado más por los valores de escritura de los artículos que por los datos que aportaba, pese a que al redactarlo yo había puesto el mayor empeño en incluir cuanta información pudiera, variada y exacta. De modo que cuando se planteó esta reedición, tomando en cuenta el enorme trabajo que llevaría actualizarlo, trabajo inútil por lo demás, porque ya todas las actualizaciones están en la web, la solución natural fue dejarlo como estaba, privilegiando su estatus de lectura.

Aira incluye autores de ficción y no ficción (historiadores, periodistas, cronistas), incluso a Hernán Cortés. "Pienso que un escritor es un escritor, escriba lo que escriba. Algunos lo hacen bien y otros no, esa es toda la diferencia. En el caso de Hernán Cortés y los cronistas de Indias, aunque escribieron sin intenciones literarias, su obra se incorporó de un modo u otro a la literatura del continente".

Chile, apunta Aira en la entrada que le dedica a Encina, es un país de historiadores; aunque también se ha dicho que es un "país de poetas". ¿Qué somos?

"De los historiadores chilenos leí bastante -cuenta Aira-, por curiosidad y porque los hay que escribían muy bien, pero cumplida esa tarea, me alejé. En cambio con los poetas es un continuo redescubrimiento. Un filón que no se agota nunca. Como me decía un amigo chileno, 'hasta los malos son buenos'. La colección de poesía que publica la UDP me sirve de recordatorio. Hace poco fue Rosamel del Valle: desenterré todos los libros suyos que tenía en mi biblioteca y pasé una temporada perdido en ese gran poeta".

-En "El juego de los mundos", la muerte de Dios, o de su idea, es provocada por la vanidad de los escritores, quienes quieren "saber cuál sería la suerte final de sus obras". ¿Le preocupa a usted la suerte de sus obras?

-No, no me preocupa y nunca pienso en eso. De hecho, dejo de interesarme en mis libros desde el momento en que los pongo en manos del editor. Ahí se termina el placer que me dio ese libro, y empieza el que me da el siguiente.

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