Una sala que imita a una mina, o una cárcel o cientos de otros espacios son la base para que un grupo de gente resuelva en una hora un misterio. Son las salas de escape o escape room, por su nombre en inglés. Con el tiempo, las salas de escape han ido incorporando nuevas variantes, con el aporte de la ciencia y la teoría del flujo, que hacen más interesantes los desafíos. Hay salas exteriores y otras para niños.
Ya sea un grupo de amigos, una familia o compañeros de oficina, los grupos se someten a un período de una hora para resolver un misterio, enigmas o rompecabezas. Deben resolverlos en una hora, para poder escapar de la sala.
El juego comenzó en 2007, en Japón, en manos de un guionista de cine. Y con los años, se ha ido expandiendo por el mundo.
Se estima que en 2017 ya existían unas 8.000 salas de escape en el mundo, porque había facilidades para instalarse con varias de ellas. Hoy, debido a que el mercado está más saturado, los inversionistas deben poner más capital o adscribirse a una licencia, para obtener una retroalimentación de su trabajo y nuevos desafíos.
Los coach y entrenadores de grupos han encontrado en las salas de escape una interesante manera de evaluar tanto los liderazgos como el comportamiento individual y grupal de los individuos en un equipo de trabajo.
Muchas de las salas tienen cabinas que permiten monitorear a los participantes y, a partir de la información de sus resultados o de la rapidez con que se desenvuelven, se extraen conclusiones. Luego estas son traspasadas a las gerencias de las empresas para que puedan actuar de mejor manera con sus equipos de trabajo.
En Chile las salas de escape son bastante populares y las contratan tanto para eventos de empresas como para grupos que quieren divertirse y pasar un rato que imponga desafíos físicos y mentales.