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Un exmandatario marcado por sus enfrentamientos con Chile y sus acercamientos a Piñera

jueves, 18 de abril de 2019

José Tomás Tenorio Labra y Guillermo Muñoz
Internacional
El Mercurio

García mantuvo una mala relación con la dictadura militar y fue quien ingresó la demanda marítima en La Haya en 2008. Al final de su mandato, buscó mejorar la relación bilateral.



Durante sus dos mandatos (1985-1990 y 2006-2011), la relación de Alan García con Chile fue compleja. Hubo momentos de tensión, como cuando cerró la frontera o demandó al país ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya. Pero, al mismo tiempo, tuvo gestos de cercanía y amistad en el regreso a la democracia y décadas después en el primer gobierno de Sebastián Piñera.

García tuvo fuertes diferencias con la dictadura de Augusto Pinochet, debido a su ideología de centroizquierda. Incluso, entre noviembre y diciembre de 1989, el gobernante peruano decretó el cierre de la frontera, bajo el argumento de que había una "fuga de divisas y contrabando" en el límite entre ambos países, lo que perjudicó fuertemente a la actividad comercial ariqueña.

Su rechazo al régimen militar fue tal, que incluso cuando vino a Chile en marzo de 1990 para el cambio de mando de Patricio Aylwin -la primera visita de un Presidente peruano en 170 años- el entonces mandatario llegó tarde a propósito para evitar saludar a Pinochet.

Pese a cultivar una buena amistad con la izquierda chilena -en algún momento se había declarado admirador de la Concertación-, en su segundo mandato los lazos con el gobierno de Michelle Bachelet se tensionaron luego de que García presentara la demanda marítima ante la CIJ en enero de 2008. El hecho causó malestar en el gobierno de Chile debido a que el líder peruano había expresado que no tenía intenciones de seguir con esa idea, surgida en el gobierno de Alejandro Toledo (2001-2006).

En 2009, la relación entre Lima y Santiago vivió otro episodio complejo cuando García trató de "republiqueta" a Chile, en medio de acusaciones de un supuesto espionaje chileno a las fuerzas armadas de su país. Sus dichos generaron la respuesta del entonces canciller Mariano Fernández, quien dijo que "el Gobierno de Chile no practica el espionaje y no aceptamos imputaciones de ninguna parte respecto a estos asuntos". Por su parte, Bachelet aseguró que "las expresiones son ofensivas y altisonantes".

Cuerdas separadas

La llegada al poder en Chile de Sebastián Piñera -a quien García recibió en Lima cuando aún era candidato- marcó el inicio de un nuevo trato, caracterizado por muestras de mayor amistad entre ambos líderes. Con el litigio en La Haya aún en curso, el líder peruano impulsó la política de las "cuerdas separadas", para privilegiar los lazos económicos con Santiago y así mantenerlos al margen de la situación política.

La buena relación que el líder aprista logró con Piñera llevó a que en 2011 García fuera recibido en La Moneda por el Presidente chileno, quien lo condecoró con la Orden de Bernardo O'Higgins en el grado de Gran Cruz, la máxima distinción que otorga el Estado.

"Concluyo que García (...) nunca fue enemigo de Chile; siempre quiso negociar, pero que los manejos internos en ambos países lo obligaron a privilegiar una medida inamistosa", comentó a "El Mercurio" el diplomático José Rodríguez Elizondo. El también académico de la Universidad de Chile afirmó que la política de "cuerdas separadas" permitió "mantener la relación bilateral en buen pie" y "eso explica que, después, Chile y Perú se unieran en la exitosa Alianza del Pacífico".

"Teniendo en cuenta que la relación con Chile en sus dos gobiernos se manejó en momentos muy particulares, y que no podemos exigirle a un político peruano que renuncie a lo que considera parte esencial de su política vecinal, yo creo que Alan García se manejó con la debida prudencia", aseguró, por su parte, Samuel Fernández, diplomático y profesor de la Universidad Central.

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