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Moda y tecnología:

Los textiles activos de Luz Briceño

martes, 26 de marzo de 2019

Por Sofía Beuchat. Fotos: Sergio López I.
Reportaje
El Mercurio

Nunca imaginó que sería empresaria y ahí está, liderando una compañía que exporta a Dubái, EE.UU., Colombia, Argentina y Brasil. Luz Briceño, conocida por su marca La Joya Design y por su rol como presidenta de la primera asociación gremial de diseñadores de moda en Chile, hoy trabaja en textiles con fibra de cobre. "Esto es science fashion ", dice, medio en serio medio en broma, sobre esta propuesta que une tecnología y estilo.



Subiendo y subiendo, casi al llegar al Santuario de la Naturaleza, en El Arrayán, está el santuario personal de la diseñadora Luz Briceño. Ahí, junto a la casa familiar, en medio de árboles, junto a perros, gatos y una envidiable huerta, levantó una cabaña-taller que es su centro de operaciones y su refugio. Los días martes y jueves recibe en este lugar a las novias y madrinas que le piden vestidos, oficio que le gusta porque se conecta con sueños, con momentos únicos, con celebraciones, con historias de mujeres reales. El resto de la semana se aboca a su nuevo rol como empresaria, a cargo de un innovador proyecto: The Copper Company, donde -en sociedad con Rocío Cassis, psicóloga y  coach , y Soledad Silva, ingeniera comercial- trabaja en el desarrollo de textiles con fibras de cobre. Telas antibacteriales, antihongos, antiácaros. En suma: telas funcionales. Textiles activos, le gusta llamarlos. O  science  fashion . Un nombre que le encanta y divierte. Porque suena como ciencia ficción, pero se refiere a la moda. Una moda, en este caso, más comandada por la tecnología que por el estilo.

Un par de años antes, su día a día era muy diferente. Luz llegó a tener dos tiendas en la calle Alonso de Córdova, en Vitacura, una frente a la otra: en la primera, junto a los zapatos de Bárbara Briones, vendía ropa especialmente pensada para ejecutivas estilosas; en la segunda, ofrecía vestidos de fiesta, compartiendo el local con la asesora de imagen finlandesa Kareen Linna. Las ventas funcionaban, de eso no se queja, pero recuerda esos días como un constante ir y venir de un lado a otro que se le hizo agotador, además de incompatible con la maternidad (tiene dos hijos, Vicente de 8 años y Nicolás, de 2). Finalmente, luego de cinco años de estrés, cerró.

-Me iba bien, pero estaba colapsada. Corría como una loca -confiesa, mientras enrolla un cigarro de tabaco en su terraza.

Luz pensó entonces en replicar el modelo de negocios que había aprendido en Europa: vivió varios años en Barcelona, donde su marca La Joya Design llegó a venderse en Alemania, Italia, Portugal y España. Lo caro y difícil, explica, es desarrollar una colección, no replicarla para nuevos mercados. Pero se encontró en Latinoamérica con un escenario muy diferente, donde exportar ropa no es fácil. También buscó oportunidades en regiones, pero no tuvo éxito: sus arquitectónicos diseños -que le dieron el premio a las mejores ventas en Moda-FAD 2006, Barcelona, y el segundo lugar como mejor diseñadora en la pasarela Raíz Diseño 2011, en Santiago- no parecían generar una clientela tan fiel como en sus tiendas capitalinas.

Esto fue el motor que la llevó a impulsar la creación de Moda Chile, primera asociación gremial de diseñadores de moda en el país, que aún preside y que busca ayudar a gestionar recursos a través del Estado para que los diseñadores puedan ir con sus marcas a ferias en el exterior. Hoy tiene 29 socios. Esta iniciativa la llevó a ser elegida, en 2014, entre los 100 líderes jóvenes de revista Sábado.

Pero, en paralelo, una sombra de duda comenzó a incubarse de a poco en la siempre inquieta cabeza de Luz. El diseño de vestuario -que aprendió primero en la Universidad del Pacífico y más tarde perfeccionó en la Escuela Superior de Diseño y Moda Felicidad Duce y en la Escola de la Dona, Barcelona- empezó a parecerle algo vacío, carente de sentido. No quería hacer más ropa solo por hacer ropa; no quería crear prendas que solo fueran un producto más de consumo. La idea de realizar vestidos de novias y madrinas, en esta línea, le hizo sentido: se trata de trajes especiales, para ocasiones especiales, de esas que quedan fijas en la memoria familiar por décadas. Pero no fue suficiente. La escena de la moda local, por otro lado, comenzó a aburrirla por su falta de innovación. Luz sentía que algo faltaba, en ella y en el mercado, pero no sabía muy bien qué.

La respuesta a esta inquietud llegó poco antes de que viajara a la feria Rooms, en Tokio, Japón.

-Me empecé a preguntar: ¿qué le puedo vender a un japonés? Y así nació la idea de trabajar con cobre.

A esa feria llevó una línea de ropa -vestidos y tops, principalmente- en los que el color negro se mezclaba con aplicaciones en hilos de cobre. Fue su primera aproximación al trabajo con este metal del que pronto se enamoró.

-Llevé dos colecciones: una de cobre tejido a máquina, más experimental, y una de básicos. Pensé: esto funciona, tengo que seguir dándole.

Pero, a poco andar, Luz se dio cuenta de que el gran tema del cobre no estaba en el diseño, sino en sus cualidades como agente antibacterial, antimicótico, antiolores y antiácaros. Ahí, pensó, es donde realmente se puede hacer una diferencia, sin dejar de lado la estética. Rápidamente se puso en contacto con el proveedor de fibra de este metal para la empresa Monarch, que ya entonces ofrecía calcetines antibacteriales. No encontró lo que buscaba. La fibra con la que esa compañía trabaja es muy gruesa y no se puede teñir, lo que dificulta la posibilidad de ampliar las opciones a la hora de diseñar vestuario. Después fue a tocar las puertas de la empresa Textil Cassis, donde el patriarca, Khalil Cassis, le presentó a su hija Rocío, hoy socia de Luz en The Copper Company.

-Le dije a don Khalil que la industria textil estaba a punto de caducar, y que esto podía hacer a su empresa más competitiva. Al tiro me dijo: ¡Me encanta! Y empezamos a desarrollar telas. Cassis tenía toda la infraestructura necesaria para la cadena productiva, desde embarrilar dos o tres fibras hasta mezclar la fibra de cobre con algodón o viscosa -cuenta Luz.

Ya con algunos textiles en mano, el siguiente paso fue pedir una reunión con el centro de innovación Codelco Lab. La recibió un grupo de ingenieros que se mostraron interesados, pero algo escépticos, con excepción de la única mujer del grupo, una francesa que, en palabras de Luz, "enganchó al tiro" y logró convencer al resto. Finalmente, Luz obtuvo el vamos por parte del laboratorio.

-Codelco Lab fue nuestra incubadora. Hicimos con ellos un contrato de mentoría. Les interesa todo lo que tenga que ver con darle otra identidad al cobre.

Moda científica

Luz y sus socias desarrollaron su línea de textiles inteligentes con el apoyo de varios fondos Corfo y de un equipo de científicos escogidos con pinzas: un biotecnólogo, un parasitólogo, un infectólogo, una nutrióloga molecular, un micólogo. Con sus investigaciones y certificaciones, lograron desarrollar una fibra de cobre que se puede teñir y ofrece cientos de opciones de aplicación. ¿Por ejemplo? Sábanas antiácaros para hoteles. Ropa de cama antibacterial -perfectamente blanca- para hospitales, que necesitan evitar la presencia de  Escherichia coli  y  Estafilococos aureus , las bacterias más presentes en ese entorno. Ropa deportiva luminescente, ideal para ciclistas. Primeras capas, para ropa  outdoor , con tecnologías antitranspirantes. Prendas con microcápsulas de vitaminas, las que liberan paulatinamente en la piel y son ideales, por ejemplo, para niños con piel de cristal. Todo lo cual puede, según la lógica de la economía circular, reutilizarse al final de su vida útil, por ejemplo, como material de construcción, como relleno de almohadas o como asientos de autos.

Hoy, The Copper Company trabaja en todas estas líneas de productos, a partir de nanopartículas de cobre. Tiene distribuidores en Argentina, Colombia, Dubái, Estados Unidos y Brasil. Además, acaban de ser contactadas por una fábrica china de zapatos, interesada en su tecnología antimicrobiana. La distribución, asegura Luz satisfecha, ha crecido más de 10 veces desde que empezaron a exportar. Mientras el negocio avanza, ella y sus socias están trabajando para obtener las validaciones clínicas necesarias para obtener certificaciones de la FDA y la Comunidad Europea.

-La industria textil nacional ha sufrido -acota Rocío Cassis. -Desde mi perspectiva, el aporte de nuestra empresa ha sido revitalizarla a través de la incorporación de nuevas tecnologías que aportan beneficios a los usuarios. Nuestros productos tienen un valor agregado que les permite acceder a mercados cada vez más exigentes.

Su socia, Soledad Silva, está de acuerdo.

-El cobre en las telas genera un impacto social importante, ya que incide directamente en la salud y el bienestar de las personas -agrega.

Con todo, como suele suceder, el negocio demoró un tiempo en tener el esperado retorno económico. Luz confiesa que, durante "un buen rato" tuvo que solventarse solo con los vestidos para novias y madrinas. Pero está convencida de haber tomado el camino correcto.

-Sigo con el ímpetu de que esto se va a disparar. Creo absolutamente en lo que estamos haciendo -concluye Luz, quien confiesa que nunca se imaginó que terminaría siendo empresaria.

-Además, estoy demasiado entretenida, trabajando con cabezas tan distintas a la mía. El futuro de la moda es el trabajo multidisciplinario. No puedes competir en el mercado global solo por calidad, precio o creatividad: tienes que darle valor agregado a lo que ofreces y para eso la única solución es unirte con gente totalmente disímil, que te abra la cabeza. El diseñador no se puede quedar solo con la pasarela, el fotógrafo, la modelo. Hay mucho más.

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