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Los dos mundos del carbón

jueves, 14 de febrero de 2019

Economía y Negocios Online


Gustavo Lagos Profesor UC

Hay un mundo dividido para el carbón. Por un lado, están los países que impusieron medidas para reemplazar su uso en la generación de electricidad, y por otro están los países que fomentan su consumo para dicha actividad.

Las centrales eléctricas en base a carbón generaron el 38% de la electricidad global en 2017, constituyendo la segunda fuente de emisión de CO2 después del petróleo utilizado en motores de vehículos de transporte. En 2017 su consumo se elevó 1% después de haber caído por dos años consecutivos.

El reemplazo del carbón en la generación eléctrica se transformó en el objetivo principal de las políticas sobre el cambio climático desde la reunión de París en 2015, y una mayoría de países anunciaron medidas para promover las energías fotovoltaica y eólica, las que habían reducido su precio en 70% y 25% desde 2010 respectivamente, constituyendo una alternativa económica para reemplazar el carbón. El combo de medidas para lograr esto incluye sistemas de emisiones transables, regulaciones para reducir las emisiones de partículas y gases, y planes para el cierre de las actuales centrales térmicas en base a carbón.

Australia y el Reino Unido implementaron programas para sacar de producción las centrales térmicas de carbón a 2030, ello a pesar que Australia es el quinto mayor productor de carbón global. En Europa Occidental en 2023 solo Alemania tendrá aún centrales con carbón.

China produce el 45% del carbón global y consume el 48% de este. En 2016 anunció un congelamiento de la construcción de plantas eléctricas en base a este combustible hasta 2018. Nuevamente, en octubre 2017 anunció que estaba deteniendo o postergando la construcción de 150 plantas de potencia de carbón las que costaban 60 billones de dólares, las que podrían alimentar la totalidad de la electricidad de Alemania y Japón juntos. Las medidas adoptadas en 2016 produjeron problemas de suministro eléctrico en varias partes del país debido a menor oferta que demanda, y por ello, el consumo de carbón para electricidad aumentó en 2017. El plan es que durante los próximos cinco años China reducirá su consumo de carbón en 0,5% anual.

China tiene un incentivo adicional para reemplazar el carbón en su matriz eléctrica, y este es la industria de vehículos eléctricos que desea liderar globalmente. El mayor estímulo ambiental para introducir los vehículos eléctricos al mercado es eliminar las emisiones locales de la combustión, y reemplazar el petróleo por fuentes limpias de electricidad. Cuando la matriz eléctrica es dependiente del carbón y de otros combustibles fósiles, reemplazar el motor de combustión por la matriz eléctrica no significa una ganancia importante. En 2018, el SING y el SIC, ya unificados, reportaron un 40% de contribución del carbón, demasiado poco atractivo aún para aprovechar las importantes ganancias ambientales del vehículo eléctrico.

El balance entre la oferta y la demanda de carbón duplicó su precio desde 2016. Mayores precios del carbón favorecen su producción, pero reducen su demanda. Desgraciadamente para los productores, las energías limpias obtienen una ventaja competitiva cuando aumenta el precio del carbón.

En Estados Unidos el consumo de carbón bajó 44% desde 2007 hasta 2017, periodo en que se cerró el 36% de las centrales eléctricas en base a este combustible. Ello se debió a los bajos precios y subsidios que impulsó el Presidente Obama para las energías renovables no convencionales (ERNC), y al auge del gas natural, con menores precios, debido a la nueva tecnología de extracción en base a fractura hidráulica en EEUU. Este combustible está desplazando al carbón a pesar de tener costos más altos ya que genera menos emisiones de partículas y de gases efecto invernadero y además tiene ventajas sobre el carbón en la operación acoplada con fuentes renovables como las energías fotovoltaica y eólica, por cuanto pueden suministrar electricidad mucho más rápido que las centrales de carbón cuando falta energía en la red.

Entre 2007 y 2017, EEUU redujo la producción de carbón en 50%, pasando desde segundo a tercer productor global después de China e India. Las estimaciones de la Agencia Internacional de Energía (IEA) es que la reducción del consumo en EEUU continuará en los próximos cinco años. Esta proyección es contrapuesta a la elaborada por la Administración de información sobre la energía (EIA). Los esfuerzos del Presidente Trump para detener la reducción del consumo interno han sido infructuosas, a pesar de la relajación de múltiples medidas ambientales de emisión y el intento de subsidiarlo bajo el pretexto que esta fuente proveería un suministro eléctrico más confiable. La Casa Blanca no ha podido doblarle la mano a Comisión de Energía Regulatoria Federal, la que es un organismo independiente. Hay que recordar que la recuperación de la industria del carbón fue uno de los aspectos más importantes de la campaña presidencial del Presidente Trump. Según Bloomberg, sin embargo, el Presidente “eligió una batalla interna que casi seguro no puede ganar, mientras destina copiosos recursos de la administración para ello”.

Lo que sí logró la casa Blanca es elevar las exportaciones de carbón a casi el doble a países en desarrollo, y también a Europa.

Además de EEUU, hay un grupo muy importante de países que no adoptaron medidas para mitigar el carbón en la energía eléctrica. India está a la cabeza de estos países, aumentando el consumo 4,4% en 2017 y siendo el mayor importador de carbón de los EEUU. También están ahí Indonesia, Pakistán, Bangladesh, Filipinas y Vietnam, con una población conjunta de 800 millones de personas. Más los países de Europa del Este y Japón. Este último debe reemplazar sus reactores nucleares desde el Tsunami de 2011. Paradojalmente, India es, a la vez, uno de los mayores impulsores de la energía fotovoltaica.

El cambio hacia un mundo sin carbón es más lento que lo que muchos quisieran, pero pareciera ser una tendencia sin retorno, según sugieren diversas encuestas de percepción sobre el carbón en muchos países.

Una encuesta nacional realizada a fines de 2017 por la Universidad de Michigan en EEUU indicó que el 49% de los norteamericanos apoyaban el retiro paulatino de las fuentes de electricidad con carbón, un 11% era neutral, y el resto se oponía. Encuestas pasadas señalan que la oposición a la industria del carbón ha ido en aumento.

El periódico The Guardian del Reino Unido del 20 de agosto 2018 informó que una encuesta nacional indicaba que el 60% de los ciudadanos quería instalar paneles solares y baterías en sus casas para proveerse de electricidad, y un 68% quería que el gobierno dividiera a los seis grandes proveedores de energía del país, para favorecer la construcción de centrales renovables pequeñas.

En Canadá en 2016, según una encuesta CSEE, un 78% de la población manifestó estar de algo de acuerdo y muy de acuerdo con eliminar las centrales de carbón. Estas opciones fueron mayoritarias incluso en las provincias que tenían minas de carbón. Según una encuesta del Instituto Lowy de Australia de marzo 2017, el 81% de los ciudadanos quería que el gobierno se focalizara en fuentes de energía limpia, tales como solar y eólica, incluso si ello significaba pagar más para asegurar el suministro.

En Chile, el sentimiento sobre el carbón era inequívoco ya en 2012, como lo demuestra la encuesta nacional Minerobarómetro. La respuesta a la pregunta: “de la siguiente lista de centrales generadoras de energía, ¿cual le gustaría a Ud. que se instalara en su comuna, o no le gustaría que se instalara ninguna? La respuesta de los chilenos fue categórica. En 2014, parecido a lo expresado en los dos años anteriores, 43% indicaron que preferían fuentes solares, 24% eólicas, 8% hidroeléctricas, 3% geotérmicas, 3% termoeléctricas, 1% nuclear,11% ninguna, y 7% no sabe no responde.

La industria del carbón ha lanzado, demasiado tarde, una campaña mundial anunciando “cero emisiones”, prácticamente sin partículas, con enfriamiento completo de agua, y sepultando el CO2. Demasiado tarde, porque es casi imposible que recupere la confianza del público, y porque además tiene al mercado como enemigo número uno. Lo que sí podría lograr, posiblemente, es prolongar el uso del carbón en India, Japón, en un puñado de países asiáticos y en Europa del Este. China estaría en este grupo, ya que, al ritmo actual de reemplazo, tardaría muchas décadas en deshacerse de las centrales de carbón que están en funcionamiento.

La eliminación del carbón como combustible en la generación de electricidad a nivel global parece ser una cuestión zanjada en las próximas décadas, aunque no se dará sin una dura batalla por su sobrevivencia por parte de esta industria y de muchos países que lo producen en la actualidad.

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