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Riesgo muy dudoso

miércoles, 23 de enero de 2019


Editorial
El Mercurio




Un estudio publicado por la revista Science of the Total Environment ha afirmado que las plantas desalinizadoras emitirían contaminantes tóxicos, tales como salmueras altamente concentradas y elementos como cobre y cloro, que crearían zonas muertas en el mar. La noticia es importante para nuestro país, pues el desarrollo futuro del norte depende de la existencia de plantas de este tipo. Ellas son necesarias para la minería, cuya expansión demanda el uso de agua con bajo contenido salino, y para el crecimiento y mejores condiciones de vida en las ciudades, multiplicando, por ejemplo, las áreas verdes. Si la desalinización generara serios problemas ambientales, como sostiene ese artículo, tal desarrollo sería imposible. Es importante determinar, por lo tanto, si los resultados del estudio podrían ser aplicables al caso chileno.

La desalinización extrae agua del océano y -mediante osmosis, en un proceso limpio- obtiene a partir de ella agua dulce, al mismo tiempo que genera, como desecho, salmueras. Estas no contienen más que las mismas sales antes disueltas en el océano, solo que concentradas; en algunos casos pueden contener también productos para reducir la calcificación, tema que debe ser estudiado. Si las salmueras se retornaran al mar cerca de la planta, podrá haber consecuencias nocivas, pues se dispersarían lentamente. Si, en cambio, se utilizan emisarios con orificios suficientemente espaciados y en aguas relativamente profundas (lo que en Chile se logra en las cercanías de la costa), las salmueras se dispersan sin producir efectos, salvo por el aumento de la salinidad en la vecindad de los orificios. Dado que enfrentamos el Pacífico, un océano con fuertes corrientes, esa dispersión es rápida y no tiene efectos ecosistémicos. Por ello, en el caso de nuestro país, una planta desalinizadora bien diseñada no debiera producir efectos ambientales negativos, lo cual constituye, sin duda, una buena noticia.

Es cierto que la desalinización consume mucha energía, pero también este potencial impacto ambiental indirecto puede ser limitado en el caso del norte chileno, en la medida en que se utilice la abundante energía generada por las plantas fotovoltaicas ubicadas en esa zona del país.

La preocupación de que da cuenta el estudio aludido puede haber surgido porque entre los países que más intensamente utilizan este mecanismo para proveerse de agua, están los que rodean al mar Rojo. Sus plantas son más antiguas y pueden ser más contaminantes. Asimismo, la energía que consumen es generada a partir de hidrocarburos, con el consiguiente efecto contaminante. Por último, el mar Rojo es un mar casi aislado del océano Índico debido a su acceso a través del golfo de Adén. Dadas las altas temperaturas y la consiguiente evaporación, su salinidad es muy alta. Posee además extensas plataformas de baja profundidad, con mucha vida acuática. En este caso, los efectos de las emisiones de salmueras contaminadas pueden ser dañinos para la fauna y flora marinas, y se comprende que la expansión de plantas desalinizadoras para utilizarlas en agricultura cause inquietud.

Afortunadamente, nuestra situación es muy distinta y sería un error no aprovechar las condiciones naturales que poseemos para recurrir a esta tecnología cuando su uso sea económica y socialmente conveniente.

En el caso de Chile, una planta desalinizadora bien diseñada no debiera producir efectos ambientales negativos.

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