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Chile y Finlandia estudian cómo aplicar este modelo en colegios:

El aprendizaje práctico ayuda a crear mayores vínculos con la ciencia

lunes, 21 de enero de 2019

M. C.
Educación
El Mercurio

El entusiasmo por estudiar esta materia en clases ha ido disminuyendo en muchos países. Generar interés a través de la indagación -y no el dictado de materia- muestra resultados alentadores.



Según los resultados de las pruebas PISA, entre los años 2006 y 2015 el número de escolares que dijeron disfrutar aprendiendo ciencias disminuyó en países como México, Japón, Francia, Uruguay y Holanda. Chile no quedó fuera de esta tendencia. "No tiene que ver con la competencia de los alumnos; en Finlandia los estudiantes son muy capaces en el área científica, pero su nivel de complacencia es baja", indicó Jari Lavonen, jefe del Departamento de Matemáticas y Ciencias de la Facultad de Educación de la U. de Helsinki.

Invitado por el Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE), de la U. de Chile, la semana pasada el académico visitó el país para participar en un seminario sobre el compromiso emocional de los estudiantes en clases STEM (sigla en inglés de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas).

En el encuentro se dieron a conocer los primeros resultados de un estudio que desarrollan en forma conjunta ambos países, con el objetivo de ver cómo se puede motivar a más escolares con estas áreas. Durante su presentación, Lavonen mencionó que se ha descubierto que, para captar el interés, antes es necesario generar compromiso entre los alumnos y la materia, fomentar las actividades prácticas y favorecer la indagación entre compañeros. "La comunicación es trascendental en ciencias. Las prácticas científicas no son aisladas, se trabaja de forma conjunta y se comienza en base a preguntas que las personas se hacen unas a otras", comentó el académico, aludiendo al trabajo que día a día realizan los profesionales ligados a estas áreas. Ese -continuó- es el esquema que también debiera replicarse en clases, algo que en Finlandia se ha ido probando a través de la metodología del Aprendizaje Basado en Proyectos, o ABP.

El modelo funciona con una pregunta que conduce el trabajo que se va a realizar por una o dos semanas: por qué ciertos objetos caen más rápido que otros, qué alimentos son más sanos para mi propio organismo, o qué tan buena es la tierra en la que crecen las plantas del patio, ejemplificó el profesor.

"Estas preguntas orientadoras contextualizan y aumentan la curiosidad", comentó. Porque, más que entregar materia, obligan a los jóvenes a crear planes, generar hipótesis y testear empíricamente a través de pruebas que se realizan junto a otros compañeros. Por ejemplo, aprovechando el invierno nevado de Helsinki, Lavonen mencionó que los niños de su país trabajan analizando los movimientos de los trineos, con lo que van aprendiendo conceptos de Física. Es otra de las ventajas del ABP: como el aprendizaje es más práctico, se crean vínculos mucho mayores con la materia.

"El problema es que este tipo de aprendizaje toma mucho más tiempo. Absolutamente", advirtió. Esto porque el profesor no entrega respuestas de forma inmediata, y los niños pueden errar en sus asunciones al generar hipótesis, indicó.

En ocasiones a los profesores también les toma más tiempo planificar las actividades, pero las investigaciones hasta ahora muestran resultados positivos. En el estudio supervisado por la U. de Helsinki, por ejemplo, al implementar el ABP entre los años 2016 y 2017, se vio un incremento en el número de alumnos que dijeron sentirse comprometidos con las clases de ciencias.

Las pruebas que se han hecho en Chile también apuntan a generar este mayor vínculo. Para ello, se trabajó con cursos de 1° medio en cuatro colegios de dependencia municipal y particular subvencionada, a los que se les introdujeron clases indagatorias que entremezclaron contenidos de Física y Biología. Por ejemplo, con dos lupas se les pidió construir un microscopio y luego, con el mismo material, hacer un telescopio.

Al analizar qué ocurría en clases mientras se desarrollaban estas actividades, se vio que los alumnos reportaban estar definiendo un problema y haber trabajado más en grupo en comparación con otras ocasiones.

Cuando no hay un reto, los estudiantes se comprometen menos.

Jari Lavonen, de la Facultad de Educación de la U. de Helsinki.

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