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A Buenos Aires para recuperar recuerdos

domingo, 20 de enero de 2019

Entrevista: Irene Cereceda Ramos.
Mi Primer Viaje
El Mercurio

Antonio Skármeta, escritor y premio nacional de Literatura



"E l primer viaje significativo que realicé y que considero el viaje inaugural de mi vida, porque lo hice solo, sin mis padres, fue el año 1957, cuando partí a dedo a Buenos Aires, para después ir a Uruguay y Brasil. El único tramo que no hice a dedo fue de Santiago a Mendoza, porque me fui en tren.

"Quise ir a Buenos Aires porque era una ciudad en la que yo había vivido con anterioridad, cuando era pequeño, y que marcó una etapa decisiva en mi vida, porque en la escuela pública donde estudié tuve muy buenos profesores, que me enseñaron sobre excelentes libros que quedaron grabados en mi vida y que alentaron después mi creación.

"Como estaba en la etapa de la adolescencia en pleno, quería recuperar esos recuerdos de mi tiempo de niño en Buenos Aires. Volví a ver amigos que todavía estaban ahí y fue algo que me tranquilizó, porque quería saber qué había sembrado con mi propia vida allá en Argentina. Fue una alegría recobrar los viejos amigos y convivir con ellos.

"Recuerdo que en la frontera, para pasar de Chile a Argentina, quedó bloqueado el camino por una nevazón en la cordillera. El tren estuvo detenido un día entero y esa experiencia de haber estado asediado por la nieve me dio una dimensión nueva de la fuerza de la naturaleza y del privilegio de estar en un país como Chile, con estas montañas altísimas donde uno se quedaba desprendido de todo el mundo. Fue una experiencia emocionante.

"Buenos Aires me pareció entonces una ciudad fastuosa. No podía creer la dimensión que tenía, la cantidad de gente y de restoranes y bares. El tamaño de la estación Retiro y el reloj inglés. Quedé enamorado de una zona que se llama Barrancas de Belgrano, que está justamente en el barrio Belgrano, donde viví de niño.

"Fue un viaje en que no tenía ni un peso. Viví prácticamente de las amistades que me fui haciendo. En caso de emergencia, había que hablar con el amigo de los papás que pasaban algún billete para almorzar. Eran viajes de aventura; la palabra 'restorán' estaba completamente prohibida: el máximo placer que uno podía darse era comer un sándwich de mortadela con mantequilla.

"Estaba motivado por hacerme amigos, vivir la aventura sin dinero, con mucha literatura, con cuadernos vacíos en el bolsillo que uno quería llenar; quería vivir la vida de escritor, estar expuesto a nuevas situaciones, riesgos, a conocer gente, a hablar otros idiomas y que me pasaran cosas.

"Después de esa primera experiencia, a dedo y solo, no paré de viajar y fui recibiendo la simpatía y la solidaridad de la gente que iba encontrando en el camino. Todos esos recuerdos los he puesto en parte de mi literatura".

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