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Pedro Aranda, paciente de estudio clínico:

"Se está prolongando el tiempo de manera digna"

viernes, 11 de enero de 2019


Ediciones Especiales
El Mercurio




Pedro Aranda es dueño de una tienda de libros usados en Providencia. Es un espacio pequeño, donde se rodea de textos de lectura obligatoria en el colegio, fascículos de enciclopedias, revistas, diarios antiguos, clásicos de bolsillo o de tapa dura. Cuando era niño, en cambio, pasaba mucho tiempo al aire libre, escapándose a la playa en San Antonio, donde vivía, y cree que a eso puede deber el melanoma que le detectaron hace siete años en la parte superior de la cabeza.
"Antes no se sabía de los efectos dañinos de la radiación UV. Cuando ahora veo a alguien al sol le digo que se ponga a la sombra", comenta Pedro.

Al principio notó un lunar que no preocupó demasiado, pero que comenzó a crecer y supurar. Una biopsia determinó la presencia de un melanoma metastásico; con ese diagnóstico, le indicaron que en forma urgente debía buscar atención especializada. En ese duro trance y sin saber qué hacer, recordó que más de 10 años atrás había contratado el Convenio Oncológico de FALP. "Yo era profesor normalista y me lo habían ido a ofrecer a la escuela donde trabajaba. Uno lo toma, pero nunca piensa que lo va a usar", dice.

Luego de tres cirugías para extirpar el tumor y los ganglios comprometidos en el cuello, comenzó a realizarse controles permanentes con estudios de imágenes. Un TAC arrojó que tenía 86 nódulos en los pulmones, los que no era posible operar.

"Comencé un tratamiento estándar en 2012 y justo apareció un estudio clínico. El doctor me preguntó si me interesaba y yo le dije que claro, porque el cálculo era que me quedaba de un año y medio a dos años de vida. Pensé 'no pierdo nada, vamos a echarle para adelante'. Me hicieron unos exámenes y entré a un estudio donde aplicaban inmunoterapia".

En septiembre pasado, Pedro cumplió 5 años con el tratamiento, que realiza mensualmente: los nódulos en los pulmones bajaron a 24.
"Algunas personas me preguntaban si no me daba miedo entrar en un estudio clínico. Y yo les respondía 'pero si ya tengo mi límite con el tratamiento estándar'. Lo que se está haciendo es prolongar el tiempo de manera digna. Imagínese, he vivido tres años más y sin mayores problemas", reflexiona.
Y una de las cosas que más valora es que, si bien siente algunos efectos secundarios de la droga, éstos no son invalidantes. Así, a los 72 años, Pedro puede atender regularmente su librería. Y disfrutarla: "Los profesores antiguos leemos mucho. Aquí me conecto con las personas, muchas de las que llegan están enfermas como yo. A veces les gusta leer lo mismo que yo y se dan conversaciones muy interesantes. Todo siempre en buena onda".

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