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Entrevista El debate público en la mira:

Adriana Valdés: "Mientras más pluralidad, mejor"

domingo, 09 de diciembre de 2018

Roberto Careaga C.
Revista de Libros
El Mercurio

Tras una larga trayectoria como crítica literaria y de artes visuales, el lunes fue elegida como la primera mujer directora de la Academia Chilena de la Lengua en sus 133 años de existencia.



El año pasado, Adriana Valdés se dio cuenta de que iban a quedar "huérfanos de un día para otro" en la Academia Chilena de la Lengua. La expresión es suya y aludía a que, después de 23 años como director, Alfredo Matus dejaría el cargo y ya no podría ser reelegido por edad. Le pasaría lo mismo a José Luis Samaniego, secretario del organismo durante 30 años. En su rol de vicedirectora encabezó un grupo junto a otros seis integrantes de la Academia y trabajaron en una "comisión de futuro", explorando los desafíos que tenían por delante. En sus planes, ella no estaba totalmente contemplada en ese futuro. Con 75 años, evaluaba pasar a un segundo plano, retirarse incluso, pero llegado el momento aceptó una oportunidad histórica: el lunes pasado fue elegida como la primera mujer directora de la Academia Chilena de la Lengua en sus 133 años de vida.

La noticia corrió rápido por redes sociales, especialmente por Twitter, donde Valdés es una activa usuaria, cada vez más seguida y admirada. Por cierto, no es solo por su rol en la Academia Chilena de la Lengua, sino que también por una larga trayectoria como crítica literaria y de artes visuales que viene desarrollando desde fines de los 70. Que solo hace 10 días recibiera el Premio Literario de la Municipalidad de Santiago por su ensayo Redefinir lo humano es una confirmación de que a la cabeza de la Academia llega no solo una especialista en el lenguaje, sino que además una intelectual. "Yo voy a estar tres años (por restricción de edad), pero mi misión básica es que de ahí salgan líderes jóvenes y fuertes. Además yo no soy tan fuerte. Y creo que en una administración de transición, como la mía, lo fuerte juega en contra. Lo que uno debe hacer es permitir que brote la fuerza de la gente", dice.

Integrada a la Academia en 1993, Valdés fue la quinta mujer en llegar al organismo. En 2010 fue la primera mujer en ser parte de la mesa directiva y desde ahí impulsó el ciclo Poesía Chilena Viva, que abrió la sede de la Academia a una treintena de poetas locales para encuentros y recitales literarios. No es un área que vaya a descuidar; de hecho, con apoyo de Carlos Franz, presidente de la Comisión de Literatura de la entidad, pretende invitar ahora a narradores. El destino quiso, además, que Valdés tenga que asumir como presidenta del Instituto de Chile -la primera mujer-, cargo que rota entre los directores de las academias que lo forman. Ambos organismos, espera, podrían servir para hacer frente a un problema que exploró en Redefinir lo humano : la crisis por la que atraviesa el pensamiento.

"Las humanidades en Chile -aunque no solo en Chile- se han transformado en una especialidad más y por lo tanto, como decía Juan Villoro, estamos sabiendo cada vez más acerca de cada vez menos", dice Valdés. "Hay una crisis muy grande en cómo se enseñan las humanidades, desde el nivel alto hasta el nivel de los niños. La conversación se ha perdido. Me interesa recuperar la conversación y especialmente la conversación pública. Me interesa recuperar al intelectual público, en el estilo de Agustín Squella. Eso hay que recuperarlo", añade.

-¿La academia puede ser una plataforma para impulsar el debate público?

-El Instituto de Chile y la Academia de la Lengua. En el Instituto, por ejemplo, están José Maza y María Teresa Ruiz, que están hablando desde la Academia de Ciencia en un lenguaje para todos. Con La Poesía Chilena Viva traté de acercar a la gente a la Academia y creo que hay miembros en todas las academias con opiniones que, si logramos dar con un formato interesante, pueden convocar a mucha gente. Hay que abrir la Academia. Abrir las sesiones al público, no solo las solemnes. No solo abrirla para la entrega de premios, sino que además para disertaciones que pueden ser de interés para el público general.

-Usted nombraba a intelectuales y científicos que están presentes en la sociedad. ¿Cree que el debate público está muy reducido?

-Hay varios intelectuales que aún no intervienen y, además, pienso que hay mucho abanderamiento. Y es justamente lo que en las academias tratamos de evitar. Yo, por ejemplo, no tengo idea qué opiniones políticas tiene la gente que votó por mí. Y mis ideas políticas son un chiste. Soy una especie de escéptica profesional. Lo que me interesa a mí es la democracia y la ciudadanía. Mientras más pluralidad, mejor. Y en la Academia estamos caminando también hacia una pluralidad. No se camina rápido en estas instituciones, porque somos todos vitalicios. A veces, las academias reflejan una realidad distinta de la inmediata, pero eso también es experiencia.

-La Real Academia Española acaba de desestimar la inclusión en sus manuales del doble de género, como el "todos y todas", y sin embargo ese tipo de lenguaje inclusivo avanza y parece ser la realidad inmediata.

-Avanza, pero en espacios pequeños. Avanza en Twitter. En ambientes universitarios. Nosotros en la Academia no estamos nada ajenos al tema. Marcela Oyanedel, que es una gran lingüista, nos dio una exposición muy clara de las diferencias entre el género gramatical y el género del sexo, digamos. 'La mesa' no tiene nada de femenino. La muerte, es femenino en castellano y es masculina en alemán. El objeto no corresponde al género. La tarea de las academias es recoger los usos de la lengua y, en este caso, ver si este lenguaje inclusivo, que vemos como tan extendido hoy, en cinco años más lo sigue siendo, y lo use tu mamá, tu abuela y cualquier persona. No yo, no más. Hoy el uso es de élite. No hay que olvidar que la Academia no es policía. Paralelamente, hay muchas formas inteligentes para utilizar: si hablas de personas, de seres humanos, de la ciudadanía, te evitas el problema porque no excluyes a nadie.

-¿Usted se ha sido excluida como mujer?

-Me ha costado. Mira la edad que tengo y no hará seis meses alguien me trató de "mijita". Y no en la calle. Era alguien de mi misma edad, de mi mismo rango. No queremos diminutivos. Una sorprende mucho a las personas cuando reacciona contra eso. "Es por cariño", te dicen. Resulta que eso no es cariño, es condescendencia. Pero aparte de mí, las cosas que las mujeres hacen, en general, se toman menos seriamente que las que hacen los hombres. Una tiene que hacer un trabajo muy bueno para dejar de ser "la pariente de". Yo estudié mucho a poetas de la generación anterior a la mía: Cecilia Casanova, Carmen Orrego, Rosa Cruchaga, Eliana Navarro, Delia Domínguez. Qué pasaba con ellas: se validaban por padrinos literarios. O eran como un adorno, como muy bien lo decía Simone de Beauvoir.

-¿Ha visto cambios?

-Hoy es distinto. Las mujeres están en la educación superior, han accedido a muchas profesiones de prestigio y no solo a las que son una extensión del rol de madre, como profesora o enfermera. Creo que hay algo en nuestra cultura que hace ver a las mujeres como entes o domésticos o de servicio, y si bien esos son nobles roles, hoy estamos adquiriendo otros bien distintos y ahora hay que escucharlas.

-Ahora hay una directora de la Academia Chilena de la Lengua...

-Por ejemplo. Y eso que yo me quería retirar. Me dieron una comida y me propusieron que fuera candidata, pero yo les dije: "¿Ustedes creen que yo me quiero morir detrás de una testera? Tengo 75 años, ¿cuántos años creen que me quedan? ¿Ustedes creen que yo me quiero morir diciendo discursos sobre el mejor español posible? Yo no quiero hacer eso. Yo quiero vivir mi vida, escribir tranquila, tengo harta familia, tengo harta gente a la que quiero y a la que necesito que me quiera. Qué voy a ir a hacer ahí". Y dije que no, por ningún motivo. Entonces Carlos Franz dijo: "Mira, si estás instituciones republicanas no las tomamos en nuestras manos, qué queda de ellas". Y a mí esa cuestión se me atravesó en el corazón. Pensé: "Por comodidad, por ser una abuela feliz, por esto y esto otro, yo puedo estar cortando una posibilidad de que a las mujeres efectivamente la gente se acostumbre a escucharlas".

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