Dólar Obs: $ 981,71 | -0,07% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.079,21
IPC: 0,60%
JULIO PALAZUELOS BUZETA:

Maestro del buril

sábado, 17 de noviembre de 2018

Texto, María Cecilia de Frutos D. Fotografías, gentileza Taller 99.
Perfil
El Mercurio

A sus alumnos del taller de grabado de la Universidad de Chile les traspasó su conocimiento y experiencia, y lo hizo, sobre todo, por medio de la reflexión. Fuera de ese espacio de enseñanza, su propia obra plástica la realizó para satisfacer su curiosidad, casi científica, plasmando su capacidad de observación, su gran talento para el dibujo y su virtuoso manejo del buril. Ese trabajo, que pocos le vieron en vida, se exhibe en la galería del Taller 99 hasta fines de este mes.



En el Taller de Grabado de la Facultad de Arte de la Universidad de Chile, Julio Palazuelos Buzeta formó, durante más de 30 años, a generaciones de artistas plásticos. Fue un profesor exigente y riguroso, con un perfecto conocimiento sobre cómo enseñar y transmitir imágenes a través del grabado, "y sus imágenes eran absolutamente fantásticas; de una elaboración y calidad conceptual extraordinarias", recuerda su amigo Eduardo Garreaud. En este espacio universitario demostró su enorme talento y su calidad como persona, pero lo que él hacía como artista, su propia obra, solo la guardó para él.

Cultivó el bajo perfil durante sus 83 años de vida. Quienes lo conocieron aseguran que era un virtuoso, un investigador y gran estudioso; sin embargo, nunca le interesó figurar ni vender su trabajo. Sus grabados, dibujos y pinturas los hacía a modo de búsqueda íntima para satisfacer sus intereses más personales: la espiritualidad, la naturaleza, el ser humano, lo esotérico. Para comer, daba clases e ilustraba libros de editoriales italianas y nacionales.

Nació en 1931 y murió en 2014, en Santiago, y aunque provenía de una familia con tierras y gran patrimonio, era muy discreto sobre sus antecedentes. De estatura baja, era delgado y fuerte, ni siquiera al vestirse quería llamar la atención: se compraba siempre los mismos pantalones, camisas y chaquetas, pero esa austeridad no ocultaba su atractivo. Se casó con Helen Moubarak y con ella tuvo dos hijas, Andrea y Verónica.

Estudió en la Academia de Arte Di Girolamo, entre 1949 y 1951, y en la Escuela de Bellas Artes de Florencia durante los cinco años siguientes, donde aprendió pintura y grabado. Ahí, el manejo del buril le causó fascinación: descubrió el carácter que podía lograr con una línea que no se realizaba directamente, sino que había que grabar sobre una matriz y, posteriormente, pasar al papel. Y con ese pequeño instrumento expresó todas sus aptitudes para el dibujo, habilidades que nacían más que nada de su mente científica y de su capacidad de comenzar todo a partir de la observación.

"Don Julio", como le decían sus alumnos, llegó a hacer clases a la, en ese entonces, Escuela de Artes Aplicadas de la Universidad de Chile, en la década de 1960; solo en 1979 se licenció en Artes Plásticas con mención en Grabado. En esos mismos talleres realizó en 1963, de manera totalmente artesanal, el libro "Fauna Mitológica Chilena", con textos e ilustraciones grabadas al aguafuerte; una verdadera obra de arte de la que hizo solo tres copias: una de ellas se conserva en el MoMA.

-Le gustaban las historias y los personajes raros, y en la fantasía de los cuentos metía bichos y monstruos -cuenta Rafael Munita, miembro del Taller 99 y, por mucho tiempo, compañero de trabajo en la universidad. "Don Julio me enseñó mucho, pero lo interesante no era lo técnico, eran las conversaciones con él, donde vinculaba sus intereses globales. Era una locura, porque leía tanto, que relacionaba su afición por los bichos, con el arte, la universidad, el poder, la política y la espiritualidad", agrega Munita.

El artista Eduardo Garreaud, con quien compartió 20 años la docencia en el taller de grabado, recuerda: "Julio Palazuelos es la reencarnación de un maestro casi renacentista. De una investigación, reflexión y observación permanentes. Trabajaba muchísimo, cuanto papel había lo usaba; eso era bastante inusual, no le interesaba utilizar buenos papeles o tintas ni la calidad extraordinaria de los materiales, él trabajaba con lo que estaba a su alcance en el momento".

Eso explica, en parte, la cantidad de trabajos que dejó plasmados sobre servilletas, papel absorbente, sobres de cartas y hasta en cuentas de teléfono: caballos en movimiento, en grupos, corriendo, con jinetes. "Miró y persiguió caballos toda su vida. Al parecer, les dio un significado simbólico, el de ser la energía del inconsciente", dice Munita. Él, junto con los artistas Isabel Cauas y Lancelott Belaunde, a pedido de su viuda, han trabajado durante tres años ordenando y archivando la obra que había guardado Palazuelos. Una parte de ese material, entre los que se encuentran grabados y esos dibujos a tinta en papeles precarios, se exhibe en la galería del Taller 99 hasta el 24 de noviembre (Zañartu 1016). Un homenaje que nunca quiso recibir en vida, ya que rehuía de exposiciones y reconocimientos.

Después de jubilar de la Universidad de Chile en 1999, se instaló solo en Viña del Mar. "Era de resoluciones drásticas y hacía respetar su intimidad. Un día decidió irse, se aisló y no nos dejó acercarnos. Siempre necesitó tiempo para profundizar en sus cosas y buscó espacios de soledad", afirma Garreaud. En sus últimos años, una enfermedad al pulmón lo trajo de vuelta a Santiago, donde murió cerca de su familia.

TENÍA UN CONOCIMIENTO PROFUNDO DEL SER HUMANO. ERA MUY ESPIRITUAL, ESOTÉRICO, LE INTERESABA LO ARCANO Y DESCONOCIDO.

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia