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Margaret Atwood y Fintech

martes, 06 de noviembre de 2018

Economía y Negocios Online


Arturo Cifuentes Profesor adjunto, División de Finanzas y Economía, Columbia University

Hace seis años Margaret Atwood, la novelista canadiense que continúa esperando el premio Nobel, escribió en el Financial Times un artículo titulado “Our faith is fraying in the god of money.” Es posiblemente el texto más desafortunado que conozco con relación a la industria financiera. Según Atwood, esta se había transformado en algo demasiado “algorítmico,” y por lo tanto, alejado de las realidades de las personas comunes y corrientes. Y de ahí Atwood pasaba a añorar un pasado idílico (que no estoy muy seguro haya existido), donde las personas solo comerciaban con aquellos que conocían personalmente. En síntesis, según Atwood, los avances tecnológicos habían transformado a la industria financiera en un monstruo impersonal que conspiraba contra el bienestar de las personas.

La semana pasada asistí a la conferencia anual de Fintech que organiza la Universidad de Nueva York. E inevitablemente me acordé de Margaret Atwood. Si hubiera asistido se habría enterado como los avances en algoritmos computacionales están beneficiando a grupos de personas y pequeñas empresas que tradicionalmente (en ese pasado idílico pintado por Atwood), no tenían ningún acceso a crédito.

Lo concreto es que en EE.UU. se estima que existen casi 10 millones de personas consideradas no “bancarizables” bajo los patrones tradicionales. Esto es, personas a las cuales los modelos de riesgo crediticio tradicional (en general, basados en el puntaje FICO o el historial de pagos reciente relacionados con préstamos anteriores) las consideran excesivamente riesgosas. A esto hay que agregar la situación de muchas empresas pequeñas, que bajo el modelo de Altman (Z-score), o sus versiones más recientes, también son calificadas como poco confiables. Y por último, están las personas que han llegado recientemente a EE.UU., y a pesar de tener un buen historial de crédito en su país de origen, se enteran que este no cuenta bajo los parámetros bancarios estadounidenses. En síntesis, todas estas personas o empresas son víctimas de los modelos crediticios inspirados en la tecnología de los años 60-- reglas rígidas basadas en criterios del tipo “si A es mayor que B, entonces C.”

Y aquí es donde entran los algoritmos tan vilipendiados por Atwood. Los avances recientes en machine learning, redes neuronales, y big data han permitido desarrollar algoritmos para evaluar el riesgo crediticio en base a criterios alternativos. Y son precisamente estos algoritmos los que han permitido a grupos hasta ahora marginados, acceder al crédito. Además, han permitido a otros deudores que estaban pagando intereses usureros en el sistema bancario tradicional, obtener financiamiento más favorable.

Muchos de estos algoritmos se apoyan en lo que se llama “digital footprint” (información que la gente deja al inscribirse o visitar ciertos portales de internet), o “información alternativa” (historial de pago de cuentas de electricidad, agua, o servicios de internet; depósitos y retiros en cuentas bancarias; patrón de uso de teléfonos celulares; etc.). Un estudio reciente de la Universidad de Frankfurt demostró que la “digital footprint” era igual o mejor que la información proporcionada por los puntajes asignados por las firmas de calificación crediticia para estimar la probabilidad de incumplimiento de un préstamo. Otro estudio, hecho por investigadores del Fed de Chicago y Filadelfia, empleando datos de la firma Lending Club (que lleva varios años otorgando créditos basado en algoritmos no-tradicionales), llegó a conclusiones similares. En resumen, Fintech y los recientes avances en inteligencia artificial han permitido a grupos que el sistema financiero tradicional consideraba tóxicos, acceder a beneficios que hasta hace poco les eran negados. Lo más interesante es que estos nuevos clientes del sistema financiero han demostrado ser mejores pagadores que los seleccionados con los métodos antiguos.

Volviendo a Atwood. Hace poco, buscando en amazon.books una novela de Alice Munro (una escritora canadiense que sí ganó el Nobel), el algoritmo de Amazon que recomienda libros me sugirió que además considerara una novela de Atwood. Evidentemente, la venta de libros se ha vuelto muy algorítmica. Entiendo que de este tema, Atwood no se ha quejado todavía.

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