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El sacerdote vive las que podrían ser sus últimas semanas en Chile:

El epílogo del caso O'Reilly

domingo, 14 de octubre de 2018

B. Vial y M. O. Rivas.
Reportajes
El Mercurio

El 12 de diciembre finaliza la condena del clérigo por abusar sexualmente de una menor, y al día siguiente lo espera un decreto de expulsión. El Vaticano también debe resolver si lo condena canónicamente. Mientras, en una casa de la orden en San Carlos de Apoquindo, pasa los días, rezando, viendo amistades y escribiendo un libro para insistir en su inocencia.



Todos los días, a las 5:45 de la mañana, suena el despertador en la casa de los Legionarios de Cristo en calle Piedra Roja, en el sector San Carlos de Apoquindo, Las Condes. Los nueve sacerdotes que viven allí, comienzan su rutina asistiendo a misa en comunidad y haciendo meditación. Luego de eso, toman desayuno y parten a sus distintos lugares de trabajos, principalmente colegios e instituciones del movimiento religioso. Todos, menos uno.

Quien se queda en el recinto es John O'Reilly (irlandés, 72 años), sacerdote condenado a cuatro años de libertad vigilada por abusar de una alumna de seis años del Colegio Cumbres en 2012, y quien está a la espera de que el Vaticano resuelva su sentencia canónica por el mismo delito. Mientras eso pasa, no puede ejercer públicamente el ministerio sacerdotal. Por ley, tampoco puede trabajar con menores de edad ni estar en contacto con ellos. Su nombre figura a perpetuidad en el registro de condenados por abuso infantil, junto a otros 6 mil condenados.

Han pasado cuatro años desde que el "Padre John", como le dicen sus cercanos, fue condenado por abusos sexuales reiterados a una menor. Hoy, por orden eclesiástica, no usa el "alzacuello" o clergy man , esa franja blanca en el cuello que distingue a los curas. Una restricción que -según sus cercanos- fue un duro golpe para él. Por esto, todos los días usa el mismo "uniforme": polera blanca, pantalones y chaleco negro, zapatos negros muy lustrados y su pelo cano engominado hacia atrás. Lo único que resalta en su atuendo es un crucifijo de oro en su cuello.

Parte de su tiempo lo dedica a escribir. El sacerdote prepara un libro cuyo título inicial sería "Soy inocente". Quienes han conversado de este tema con él, afirman que O'Reilly asegura que va a sacar a la luz su verdad. "Algún día, no ahora, tengo derecho a compartir todas estas ideas", ha dicho a sus cercanos. Sigue de cerca la prensa norteamericana y suele comentar que el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es el único que se ha atrevido a enfrentar a los medios de comunicación como el New York Times y CNN. La prensa es algo que le duele.

Hasta el día de hoy alega inocencia, pese a estar condenado por la justicia y a no haber apelado nunca a la sentencia. Pero insiste y gran parte de su entorno le cree.

Caminatas por Piedra Roja

Todos los días, O'Reilly sale a caminar por el barrio. Aprovecha de visitar a los amigos que viven cerca y lo reciben. Otras veces camina solo toda una mañana, como cuando una exalumna del Cumbres lo vio en una estación de servicio tomando un café con medialuna. Una imagen impensada hace años, cuando era uno de los sacerdotes de mayor renombre en la élite, y uno de los más influyentes.

Pero todo se derrumbó la noche en que supo que una apoderada lo acusaba de haber abusado de sus dos hijas. Sus cercanos dicen que lloró tres horas y que juró inocencia. Muchos le creyeron y fueron al tribunal a declarar a su favor, también lloraron e insultaron a la prensa el día que se conoció el veredicto: culpable de haber atacado a la niña de seis años.

Desde ese día se volvió un tema complicado para gran parte de la comunidad de los Legionarios en Chile, y aunque muchos creen en su inocencia, quieren que el tema se cierre de una vez para poder dejar atrás años de espanto. Los mismos que miran con buenos ojos que O'Reilly deje Chile tras finalizar su sentencia.

El 12 de diciembre es el plazo fatal. Ese día termina la pena de cuatro años de libertad vigilada y sin nacionalidad chilena ni residencia (perdió todo), el sacerdote será un extranjero más expulsado: un inmigrante que cometió delito en Chile. El ambiente hace impensable que el Ejecutivo quiera ganarse una polémica por dejar en el país a un sacerdote condenado por abuso. Eso lo saben muy bien en su entorno, que no abriga ya ninguna esperanza de que su situación pueda revertirse.

Por eso, la única apuesta es legal.

Los amigos

Con su grupo más estrecho, O'Reilly mantiene una activa vida social. Cercanos al sacerdote aseguran que es frecuentemente invitado a comer por exalumnas de los colegios Cumbres y Apoquindo, donde era confesor y guía espiritual. Además, sus amigos más cercanos lo invitan a Las Brisas de Santo Domingo o Cachagua. Entre ellos se cuentan los empresarios Eleodoro Matte y su señora Pilar Capdevilla, Gonzalo Martino, Juan Manuel Gutiérrez, Arturo Fernández y Roberto Píriz.

Algunos de ellos, contactados por El Mercurio, confirmaron mantener un estrecho vínculo con el sacerdote y no olvidan la noche en que el irlandés les juró, entre sollozos y por su sacerdocio, que era inocente. Los mismos lo ayudan a financiar a un abogado para que analice su situación judicial y estudie los posibles escenarios ante el decreto de expulsión que la Corte Suprema validó el año pasado.

Según explican sus cercanos, el encargo que recibió el penalista Cristián Muga consiste en estudiar líneas de acción y tenerlas todas a mano para el 13 de diciembre. Quienes conocen el caso, mencionan que un recurso de amparo sería uno de los caminos más obvios, pues la Suprema ha emitido sentencias a favor de extranjeros condenados que piden quedarse en Chile, alegando arraigo y haber cumplido su deuda con el Estado. Otros dicen que los fallos son varios, a favor y en contra de los recurrentes, y que O'Reilley es un caso emblemático. Por lo mismo, un imposible.

Pero, ¿qué quiere el sacerdote? Las respuestas varían y van desde que está resignado y sabe que se irá, hasta que evitar la expulsión es la última pelea que quiere dar. Hoy lamenta no haber impugnado la sentencia que lo condenó, algo que en su entorno no le perdonan al abogado Luis Hermosilla, quien fue su abogado en la causa penal y optó por no recurrir de nulidad. Sus amigos explican que la única razón por la que no habría apelado fue porque "no tenía ganas de seguir dando pan al circo de los periodistas y de los fiscales", habría dicho O'Reilly. Otros dicen que estaba psicológicamente incapacitado para ir a un nuevo juicio oral y que la sola opción de obtener una condena mayor e ir a la cárcel, lo paralizó.

A Roma

"Me da lo mismo si me quedo o no. Estoy absolutamente entregado", son las frases que el clérigo le ha repetido a su entorno. Incluso, ha insinuado que en el hipotético caso que llegase a ganar un amparo, al final se iría de Chile igual.

El legionario también ha manifestado que, de ser expulsado, le gustaría radicarse en Roma, ciudad en la que vivió por 10 años junto al fundador del movimiento, Marcial Maciel. Así, Irlanda, su país natal, no sería su primera opción, a pesar de tener cuatro hermanos menores. De hecho, una hermana ha venido en más de una ocasión a verlo y el año pasado vino una sobrina junto a su marido y sus tres hijos. Sin embargo, sus superiores saben que el anhelo del cura es quedarse en Chile.

Altas fuentes de los Legionarios de Cristo aseguran que la recomendación e "indicación" de la dirección general de la institución es que O'Reilly se traslade a Roma, a la casa que tienen en Via Aureliana. El término de la condena penal, comentan, sucede justo cuando el movimiento estaría "saliendo a flote" luego del escándalo del fundador de la congregación, Marcial Maciel, y los cuestionamientos por el escándalo que O'Reilly protagonizó. De hecho, en estos momentos están trabajando en un nuevo estatuto, luego de haber sido intervenidos por el Vaticano, donde se les indicó -entre otras cosas- que deberían tener un gobierno colegiado. Al interior de la congregación reconocen que "por fin" han logrado "ordenar la casa". Por eso la incomodidad con el caso en esta "nueva etapa". El futuro de O'Reilly los vuele a poner en el ojo de la opinión pública, cuestión que quieren que se acabe lo antes posible, dice un miembro del movimiento. Están manejando los tiempos para evitar el asedio periodístico en el aeropuerto, el día que O'Reilly abandone el país; incluso se habla de avisar a la autoridad de que ya posee un pasaje comprado y evitar la escena de verlo salir esposado. Saben que la escena sería demoledora, tanto para él como para el movimiento.

El otro flanco

Más flaco que antes, tomando remedios para su salud mental y con un tratamiento en su piel, hay días que el legionario le comenta a su entorno que está tranquilo, pero quienes conversan con él aseguran que una vez que empieza hablar del caso, la rabia aflora. "Estoy asqueado", les dice a sus amigos. "Me puedo morir mañana, nadie tiene la vida comprada. Lo mío es mucho más cruel, una muerte larga".

Además, quienes han conversado con él aseguran que el sacerdote dice que uno de sus grandes "dolores" ha sido no poder administrar los sacramentos. Desde que está condenado ya no celebra matrimonios ni bautizos, rituales que hacía todo el tiempo en su vida pasada. "Es como que un cirujano no pueda operar", afirma O'Reilly para graficar lo que siente por esta restricción. En su relato personal no hay espacio para la culpa. Así lo reiteró ante el vicario eclesiástico Jaime Ortiz de Lazcano, la única vez que fue a declarar.

La causa canónica en su contra se inició el 2012 en manos de los legionarios. Luego, el Vaticano ordenó que el religioso Marcelo Gidi realizara una nueva indagación, denominada "investigación preliminar", cuyos antecedentes fueron remitidos a Roma. Todo eso pasó hasta el 2016, fecha en que no se supo más del caso. Ni siquiera cuando O'Reilly fue condenado por la justicia penal chilena.

El silencio duró hasta mayo de este año, cuando el sacerdote irlandés fue notificado que la Congregación para la Doctrina de la Fe había iniciado un juicio en su contra, designado tres jueces canónicos como tribunal y que Ortiz de Lazcano sería el encargado de realizar la fase indagatoria en Chile. Una tercera investigación, esta vez, la final.

En paralelo, la familia denunciante -que nunca dejó de preguntar por el caso- aportó antecedentes, los padres de las menores declararon, familiares y peritos. Las menores denunciantes no comparecieron por decisión de sus padres para evitar revictimizarlas, sí se entregaron los videos y peritajes donde las niñas entregaron sus testimonios. La causa penal fue incluida casi íntegramente al expediente de Ortiz de Lazcano, incluido el testimonio de la fiscal del caso, Lorena Parra.

José Ignacio Escobar, abogado querellante que representó a la familia de las menores, ha dicho que la tardanza de la Iglesia frente al caso "es incomprensible". El abogado informó que las hermanas aún son menores de edad, por lo que sus clientes han pedido mantener su identidad en el anonimato como forma de protegerlas.

Del otro lado, la defensa de O'Reilly, a cargo del sacerdote Raúl Hasbún, negó los h

echos y trató de evitar que el testimonio de la hermana mayor, desestimado en el juicio oral, fuera parte de la investigación. Pero el vicario no aceptó y hoy se indagan las acusaciones de ambas hermanas.

Al igual que la causa penal, la defensa ha presentado decenas de testigos -sacerdotes y laicos- de buena conducta a favor del sacerdote, y antecedentes para demostrar su inocencia, como que la justicia no detectó más casos. Una de las dudas es si el vicario eclesiástico recibió nuevos testimonios, algo que descartan dos conocedores de la causa.

Las mismas fuentes aseguran que una pregunta rondó siempre los interrogatorios de Ortiz de Lazcano: ¿Por qué no apeló O'Reilly, si se dice inocente?

Las respuestas fueron varias.

Epílogo

A fines de septiembre terminó la fase indagatoria y Hasbún recibió copia de los siete tomos del expediente. Cerca de 1.300 páginas que resumen el trabajo de Ortiz de Lazcano y frente al cual O'Reilly debe presentar sus descargos.

"Se ha cerrado la fase de recibir pruebas y ahora debo, como defensor, entregar mi informe el 22 de octubre. Después de eso, el expediente se va a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que debe emitir su fallo de primera instancia", explica Hasbún, quien se apura en asegurar que la sentencia será apelable y que espera demostrar la inocencia de su defendido. El Vaticano no tiene fechas para tomar su decisión final, pero muchos apuestan a que será rápido, incluso antes de que se cumpla el plazo para su expulsión.

De regreso a Piedra Roja, O'Reilly sigue apostando a que "todo puede pasar". Hay días en que no se cuestiona nada, ni siquiera su futuro fuera de Chile. Está enfocado en el corto plazo, en el fin de la condena y en asistir a las reuniones con los delegados de Gendarmería que le exige la justicia.

El 12 de diciembre aún se ve lejos y este fin de semana estaba invitado a Huentelauquén. Son los últimos días del caso O'Reilly.

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