Hay en la costa normanda, no lejos del puerto de Le Havre, un deleitable pueblo, villa o ciudad -como quiera decirse- llamado Honfleur. Con una iglesia de madera, amenos paisajes, restaurantes de sólida carta, viandantes turísticos y locales. Critilo, en conversación con amigos, quiere solamente recordarles que Honfleur es la ciudad que tiene a Erik Satie por ciudadano ilustre y le ha dedicado un museo en la que fue su casa. Más que músico, pues él mismo aceptó negarse tal condición, Satie fue un inventor, un creador excéntrico, un provocador. Sus artefactos y producciones contrastaban con su cuidada presencia y algunos escandalizaban por originales, por inefables, por inverosímiles. Para los que somos más sencillos, seguiremos recordándolo por sus composiciones para piano, especialmente esas "Gymnopédies" inolvidables.